Opinión

Lo mismo de siempre

Anil volvió a entrar en el Palau con las manos vacías y salió de allí con una mentira más en la boca: "Estamos muy cerca"

Una imagen de Anil Murthy antes de la reunión

Una imagen de Anil Murthy antes de la reunión / Miguel Angel Montesinos

Por segunda vez en su historia, el Villarreal se quedó ayer a un paso de la final de la Champions. El penalti de Riquelme fue esta vez una segunda parte en la que el Liverpool le pasó por encima después de haber estado contra las cuerdas en la primera y con la eliminatoria empatada. Más allá de aciertos y errores en cada una de las dos mitades, tanto a nivel colectivo como individual, no hay nada que reprochar al equipo de Emery.

El pabellón groguet, y por extensión el del fútbol español, ha quedado muy alto y en parte es gracias a la gestión del entrenador, sin duda uno de los grandes triunfadores pese a la derrota. Haber demostrado que se podía, sin complejos, es sencillamente brutal. Honor para él. Y también para sus futbolistas, especialmente para aquellos que por obra y gracia de Meriton no están en Mestalla por una razón u otra, desde los Parejo y Coquelin a Capoue o Albiol. 

Acaba la Champions, empieza el sprint final de LaLiga. Y es que el todavía campeón de la Europa League tiene que echar el resto en las jornadas que quedan para volver a jugarla. Pase lo que pase el proyecto está más que avalado y no tiene porqué correr peligro, pero ojalá que lo mejor esté por llegar. 

Ningún avance

Tal y como estaba previsto, la mega-reunión no aportó nada nuevo ni significativo. La vida sigue exactamente igual. Pese a hacerse acompañar por un ejército de profesionales, Anil volvió a entrar en el Palau con las manos vacías y salió de allí con una mentira más en la boca: «Estamos muy cerca».

No hay más camino que el de la ley para Meriton ni otro destino que la caducidad de la ATE y la obligación de modificar el proyecto de estadio, además de avalarlo bien, para acceder a unos beneficios urbanísticos similares. Han pasado demasiadas cosas como para que cuele la táctica de seguir ganando tiempo o que el tipo de presión al que se está recurriendo funcione.

Si es verdad que Lim quiere acabar las obras, que avale él los 35 millones que faltan en lugar de refugiarse en la vía judicial y la amenaza. Basta de milongas. Y, ojo, que se den prisa también las instituciones frente al advenimiento de un limbo a la vuelta de la esquina.