A mano abierta

Me niego a arrojar la toalla y, por muy pesimista que estoy a la hora de escribir este artículo, hay que pelear hasta el final

Un jugador del Valencia se lamenta de una acción del duelo contra el Sevilla

Un jugador del Valencia se lamenta de una acción del duelo contra el Sevilla / Francisco Calabuig

Dani Meroño

Dani Meroño

Otro hostiazo de realidad más. Perdonadme que empiece de esta manera tan brusca, pero lo de ayer en Mestalla fue terrible en todos los sentidos. Desde la derrota que te coloca más todavía en el precipicio, pasando por la pasividad de los gestores del club y acabando por el atraco a mano armada -una semana más- con acciones inverosímiles que condicionan el encuentro. 

Y es que el partido estaba para un empate a cero. Un duelo correcto defensivamente hablando en la primera mitad, pero que se desequilibró por completo en la segunda. Partiendo por el mal arbitraje y acabando por la desconexión de un equipo que mentalmente está más tocado de lo que pensábamos -y ya es decir-.

Vaya por delante que los máximos responsables son los gestores del club. Meriton ha confeccionado una plantilla desequilibrada de la que Corona dijo que “no cojeaba en ninguna posición”. Palabras que le acompañarán en toda su andadura en el Valencia CF que, salvo que venda Peter Lim, intuyo que será aún más larga porque no le veo con intención de dimitir a final de temporada. 

Pero es que esta temporada está abocada al sufrimiento y al dolor. Mestalla animó todo lo que pudo y más, pero aunque “juega Mestalla” los goles los tienen que marcar los jugadores y, la verdad, es que no llegan. No les da y es preocupante lo cuesta arriba que se ponen los partidos a poco que se complican. 

Porque el arbitraje fue vergonzoso. El equipo tiene muchas carencias pero, si a esas carencias hay que añadirle el hándicap de tener en contra a quien tiene que impartir justicia, la cosa se complica aún más. Para mí el gol del Sevilla es una clara falta a Yunus -más allá de la indecisión de unos y otros a la hora de defender-, pero lo que no tiene explicación es cómo Del Cerro Grande no señaló esa clara mano de Fernando en su propia área. En posición antinatural, alejada del cuerpo y desviando la trayectoria de un balón peligroso. Sigo sin entender por qué no lo pitó. O sí, pero no quiero creer en conspiraciones. O quizás sí. Pero más que penalti, la mano abierta en forma de hostia -y perdonadme el lenguaje- se la llevo todo Mestalla.

No sé cuándo son manos y cuándo no. La milonga del criterio y de la interpretación del árbitro se la pueden contar a otros, porque yo no me la creo. El VAR le avisa que hay una posible mano y, al ir a verla, decide que no. Pero nadie de la plantilla sabe por qué es mano no es pena máxima y una oportunidad de oro para marcar y meterse en el partido. 

A partir de ahí el equipo desconecta. El equipo mentalmente está fuera y solo había que ver la cara de los futbolistas para darse uno cuenta. Tiene mala pinta y peor que se va a poner si no consigue el equipo sumar de a tres en la próxima jornada.

Me niego a arrojar la toalla y, por muy pesimista que estoy a la hora de escribir este artículo, hay que pelear hasta el final. Pero son tantos los elementos que la tarea se plantea cada vez más difícil.

Y es que por el resultado, por la gestión, la clasificación, el arbitraje y el atraco con el penalti que no quisieron pitar… fue un hostiazo a mano abierta.

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