Acostumbrarse a ser mediocres

Los de Singapur y sus locales no dan para más. Asúmase y pasemos a otra cosa

Kike García celebra un gol del Alavés frente al Valencia

Kike García celebra un gol del Alavés frente al Valencia / EFE

Gauden Villas

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Cuatro partidos y un parón repentino. La selección a cargo del palmero De la Fuente sigue dilapidando un prestigio del que ya poco queda. No merecen ni media línea, así que pasemos al Valencia. Empezaron estos chicos la Liga como una centella, atacando en el primer puerto y poniendo distancia con el pelotón. Alguno en Madrid llegó a alzar la ceja presa del pánico porque Baraja estaba en principio en todas las quinielas de primer entrenador cesado de la temporada. Vino luego un repechón en el que el equipo siguió dando la cara, pero en cuanto la cosa se ha puesto seria de verdad, vuelta a la parte trasera del paquete.

A la vista de los hombres-niños que tiene a disposición, se echó Baraja en manos del contraataque como único recurso. Le funcionó ante equipos que se van sin complejos hacia arriba y pinchó en cuanto se topó con otros de su misma condición. Era evidente que encontrarse un nuevo Las Palmas iba a resultar imposible. Luis García, ya viejo zorro, conocía a la perfección las armas de este Valencia y montó un antídoto que lo dejó prácticamente seco. El Alavés no concedió un solo contraataque, hizo desaparecer a los extremos rivales y le puso al partido tanto o más entusiasmo que su afición, que es cansina como ninguna.

En esas condiciones, que hasta ahora no se habían producido por cuestiones varias (compromisos europeos de Sevilla y Osasuna, ensoñación táctica del entrenador de la UD Las Palmas), se trataba de empezar de cero. Que Guerra es muy bueno ya lo sabe todo el mundo. Que López es una flecha con campo por delante y que el Valencia vuelve a ser peleón ya no sorprende a nadie. Se trata, entonces, de proponer algo para ser mejor que tu adversario. Y ahí es donde empiezan los problemas.

El Valencia necesita alternativas tácticas. De poco sirve rasgarse las vestiduras por la degradación de la plantilla y la limitada calidad de los fichajes. Una vez señalado ad nauseam que los chinos se conforman con luchar por la permanencia y no se van a gastar ni medio dólar que se salga de ese objetivo, búsquense soluciones con lo que hay. La plantilla es una calamidad comparada con la de hace veinte años, pero no es peor que otras que hay en el barro del no descenso. Es vergonzoso tener que codearse con equipos de 10.000 abonados, pero las lumbreras de Singapur y sus mequetrefes locales no dan para más. Son unos ineptos de campeonato. Asúmase y pasemos a otra cosa.

De los nuevos fichajes, Amallah es el que parece albergar alguna virtud para jugar de otro modo. Almeida no funciona de media punta y este chico del Valladolid mostró buenos detalles en lo poco que jugó la temporada pasada. Tiene un aire a Januzaj pero habrá que ver si da el nivel y consigue mantenerlo. Canós tiene el primer inconveniente de unas mechas en el pelo que no auguran nada bueno y, de momento, parece un jugador de circo correteando sin ton ni son por el campo, dándole gritos a todo lo que se mueve. Pepelu puede resultar útil siempre que no vuelva a jugar contra el Alavés y al delantero que han traído a última hora no lo conocen ni en la pensión donde dormía hasta anteayer. Esto les ha pasado siempre a los del Almería, Rayo Vallecano, Gerona, Murcia y sitios así. Sus refuerzos son meros nombres y apellidos que casi siempre salen mal. Ahora va a tocar aquí y el único consuelo es que Corona, después de Castillejo, André, Moriba y compañía ya está a punto de tocar fondo y no poder hacerlo peor.

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