Investidura

Puigdemont exige a PSOE y PP

Sus enemigos reales no son ellos, sino los independentistas a quienes ha defraudado, en especial cuando habla en vísperas de la Diada del 11S

Matías Vallés

Matías Vallés

Hay que distinguir la noticia, ese chute pasajero, de la historia. En el desafío de la investidura que forma parte de la cotidianeidad, lo noticioso de la intervención de Puigdemont consiste en su doble apelación a PSOE y PP, nadie dijo que proclamarse presidente del Gobierno fuera fácil. Sin embargo, la abrumadora perspectiva histórica muestra a un exiliado perseguido por la Justicia, que impone sus condiciones al Estado que lo pretende en la cárcel. Y este discurso desafiante, escrutado en su mínima inflexión de voz por todos los partidos españoles, se produce seis años después del referéndum de 2017.

Tal vez sea razonable que la condena a la repetición de la historia de los pueblos que no aprenden de sus desastres provenga de un linaje hispano, Santayana.

Puigdemont sigue vigente. Se mantiene en pie, la máxima conquista a que puede aspirar un ser humano. Si se descuenta a quienes desearían extirpar al president de Cataluña junto a dos millones de independentistas, la permanencia del rebelde y de su problema debe subyugar a todos los amantes del western. Y antes de proceder a los rasgamientos de vestiduras protocolarios, pueden apostar a que los interpelados PP y PSOE examinan ahora con máxima atención en qué forma pueden complacer al prófugo. O lo que es lo mismo, descalificarlo para utilizarlo como palanca. En todo caso, les sirve como referente.

Al margen de la grandilocuencia presumible en un aspirante a Jefe de Estado, el exalcalde de Girona presentó la lista de la compra de cualquier líder autonómico con votos regionalistas a negociar. Sus enemigos reales no son PSOE y PP, sino los independentistas a quienes ha defraudado, en especial cuando habla en vísperas de la Diada del 11S. Un referéndum es imposible hoy en Cataluña, porque Junts y Esquerra cortarían las carreteras para impedirlo. A Rajoy le montaron dos consultas por cero de Sánchez, pero la contabilidad es una distracción ante el asombro histórico de que Puigdemont siga ahí, impertérrito, con el mismo discurso que lleva puesto en la última década. Y España entera escuchándole con suma atención.