Sin Mestalla, nada

¿Qué significado tiene salvar el Valencia y en el camino haber perdido Mestalla?

Mestalla

Mestalla / Francisco Calabuig

Vicent Chilet

Vicent Chilet

Cuando en mayo de 2020 se anunció el derribo de San Siro, me imaginé en el futuro (es decir, ya anciano) viendo en Youtube la demolición del templo milanés. En un bucle constante, anticipándome a cada adjetivo y cada pausa del narrador, ya que habría aprendido de memoria su relato. Sería un ritual, una especie de sedante natural en las noches en las que me costase conciliar el sueño. No habría un acto de exorcismo tan potente, pensaba entonces, para vengar el penalti fallado por Pellegrino ante el Bayern en la final de la Champions. Con San Siro caído, tacharía de la lista otro escenario vinculado al dolor, después de que el Karlsruher tumbase y reconstruyese el Wildparkstadion en el que Oliver Kahn entró por primera vez en nuestras vidas en 1993. Una revancha mísera, pero una revancha nuestra, porque reconozcamos que aquello de que el fútbol “nos debe una” en Europa empieza a pintar complicado, camino de los 1.500 días sin escuchar el himno adaptado de Händel.

Y sin embargo, en silencio, nunca he dejado de admirar San Siro. Sus torres, su cubierta, su impacto visual televisivo en Italia 90 y que presencié en directo en mayo de 2001, desde su tercer anillo, con la senyera pintada en la cara y bañada en lágrimas. En los nervios de los prolegómenos, en la tensa espera de la prórroga, masticando la derrota final, todavía recuerdo mi mirada perdida ante las formas geométricas únicas del Giuseppe Meazza. Cuando hace un mes el gobierno regional de Lombardía detuvo la demolición de San Siro por su significado icónico como patrimonio cultural, aborrecí mi proyecto de jubilación, me alegré por los milaneses y detecté que la noticia nos interpelaba a los valencianistas, a nuestro Mestalla.

En este Valencia tan desnaturalizado por Peter Lim, la presencia de Mestalla sigue siendo el gran bastión que nos conecta con el viejo Valencia que conocimos y que aspiramos a recuperar. Un estadio vertical y urbano, en una época en la que los nuevos recintos se multiplican despojándose de todo rasgo de personalidad, esquinados a la periferia, con un desierto de pavimento en sus aledaños y casi sin distinguirse arquitectónicamente. Me contaba una vez Sid Lowe, embajador internacional de facto de la causa del viejo Mestalla, la decepción que le supuso conocer el Maracaná remodelado para el Mundial de 2014. Moderno e higiénico, pero muy distinto a su ensoñación dibujada, la de los “geraldinos” que ocupaban pasionalmente el masificado anillo de la “Geral”, la inmensa grada de pie.

En esta ciudad no se ha asistido en ningún momento a un debate amplio, futbolístico, urbano y estético, sobre las consecuencias de perder Mestalla. Un recinto con un impacto directo no sólo para los valencianistas, sino para tantos aficionados que perciben su aroma de tradición e historia. No sólo no se han explorado fórmulas financieras y políticas para revertir los 15 años de hormigón y maleza en Corts Valencianas, sino que tampoco se ha pensado, en caso de un traslado efectivo, en la necesidad de preservar zonas como la fachada de Tribuna de los años 50, con valor arquitectónico y con una balconada que le permite múltiples usos futuros. O la preservación del terreno de juego como un jardín comunitario. Nada que no supieran apreciar en el Arsenal con el viejo Highbury, referencia visual ya eterna para los gunners. Milán y Londres emiten señales.

Con un club inducido en una decadencia extrema, en un tiempo de gentrificación hostil en las ciudades, la pérdida de Mestalla, como estadio o espacio urbano, sería una derrota definitiva, que trascenderá al fútbol y para la que no estamos preparados ¿Qué significado tiene salvar el Valencia y en el camino haber perdido Mestalla? Quiero llegar a viejo en mi estadio, y no rememorarlo en YouTube.

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