Opinión

La flagelación

Si la federación saudí no toma cartas en el asunto, mal vamos a seguir sus campeonatos

Una imagen de la Supercopa saudí con Benzema

Una imagen de la Supercopa saudí con Benzema / EFE

No, no hablo de las que se dan durante la Semana Santa, en todavía bastantes lugares del mundo, y que algunos penitentes se autoinfligen como muestra de religiosidad, o que se dan a la figura de Cristo durante su calvario hasta la cruz. No, estamos hablando de algo mucho más intrigante porque se ha visto, hace apenas unos días, en el partido de la final de la Supercopa de Arabia Saudí, disputado entre el Al Hilal y el Al Ittihad, dos de los clubes más importantes del reino arábigo. Perdieron los de Jeddah (el Ittihad) por 4-1 y eso no fue del agrado de algún espectador.

Pero, el que uno abuchee a sus propios jugadores no tiene nada que ver con lo que acaeció al final del encuentro. El futbolista Hamdallah, uno de los mejores del cuadro perdedor, y además único goleador a su favor, al intentar llegar al túnel de vestuarios, es recibido por un energúmeno que, con la ayuda de un látigo, le intenta azotar en dos ocasiones, aunque no le alcanzó.

Hamdallah se revuelve, pero no llega a saltar a l a grada porque es contenido por varias personas, evitando quizá que fuera condenado, eso sí, a ser flagelado por algún delito, no sabiendo quien es la persona que le intentó agredir. Claro, si llega a ser alguien importante, no les digo lo que le hubiera esperado al bueno de Hamdallah.

Y es que, aunque aquí las cámaras y la diligencia de los clubes permite identificar enseguida a los que insultan, lanzan objetos y otras lindezas, no parece haber llegado aún a las competiciones de Arabia Saudí. No se conoce aún quien es el tipejo que confundió al jugador con un esclavo o con su camello (ambas acciones igual de nefandas, pero seguramente protegidas en la intimidad del flagelador desconocido).

Si la federación saudí no toma enseguida cartas en el asunto, me parece que mal vamos a seguir sus campeonatos, como se nos intenta hacer tragar, por la presencia de muchos futbolistas de relieve, la mayoría en declive o final de carrera, en aquel país. Y más aún cuando se intenta hacer ver que hay ya cambios en la sociedad y que sus métodos ya no son lo obsoleto que eran, con las mujeres que ya pueden conducir, por ejemplo.

Pero, este hecho no ayuda a quienes van a ser los organizadores del Mundial de FIFA del año 2034 y no quiero saber qué puede pasar si se dejan entrar personajes como el flagelador ignoto, protegido por su desconocimiento y que, también se haga la vista gorda con objetos como un látigo, que ya vemos que no es lo más adecuado en un estadio.

Si era el de su camello (aunque me parece difícil, habiendo estado una decena de veces en aquel país porque se mueven con coches todos ellos) debió dejarlo en el aparcamiento de animales, o quizá incluso quedarse él allá… Sin embargo, esto nos lleva a otro problema: ¿Quién controla la entrada de objetos al campo de juego? 

En Europa, está más que claro que se inspecciona mucho, aunque algunos artefactos siguen entrando, así que, si allá no se vigila, entran látigos y qué más… Las autoridades, no solo futbolísticas, de los amigos saudíes, han de tener cuidado, a ver si esto se desmanda y el Mundial puede peligrar. 

Y, aunque no es el mismo país, esto me recuerda la condena que le impuso un tribunal de Teherán a Cristiano Ronaldo, cuando fue a visitar Irán con motivo de un partido de la Liga de Campeones asiática y se le ocurrió ser amable con quien le había regalado un cuadro.

Y es que una pintura iraní, en silla de ruedas y con movilidad de los brazos reducida, es muy conocido por su habilidad pictórica y le hizo un retrato al astro portugués. El regalo de la mujer iraní fue correspondido por Cristiano con una camiseta de su club saudí y, para finalizar, se atrevió a abrazarle y a darle un beso sobre el velo de su cabeza.

La señorita, porque era soltera, sonríe todo el tiempo, pero los jueces islámicos condenaron al futbolista, una vez ya fuera del país, a recibir 99 latigazos, por haber cometido adulterio, ya que abrazar (y besar, aunque castamente en la cabeza) a una soltera se equipara a esa figura. Obviamente, Ronaldo no acudirá a Irán en las eliminatorias del año que viene…

En fin, que la cosa está cada vez más rara y violenta, por cualquier motivo, sea religioso, político, social o deportivo. No me queda sino recomendar la estupenda novela «Los alemanes» de Sergio del Molino, una aventura desconocida que, sin duda, al menos, les sorprenderá. Así que disfrútenla y cuídense.

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