Qué fue de… Poli Díaz, el vallecano que pasó de boxeador de la jet set a yonqui desahuciado

Enrique Sarasola le ayudó a convertirse en ídolo de famosos y 'beautiful people'. Hoy sigue luchando por salir de los pozos de la desdicha a los que cayó tras retirarse

Poli Díaz, retratado por La Nueva España en Avilés

Poli Díaz, retratado por La Nueva España en Avilés / Archivo

Álex Ander

"Hola, soy Poli Díaz y meto hostias como tranvías". Así solía presentarse en sus inicios el hombre que logró una gesta de altura al proclamarse siete veces campeón de España y ocho veces campeón de Europa de los pesos ligeros. La historia del boxeador español comienza en Puente de Vallecas, el distrito madrileño donde en 1967 nació en el seno de una familia con muchos miembros (es el sexto de ocho hermanos) pero pocos recursos. "En Vallecas había mucha delincuencia”, contó. “La gente estaba acostumbrada, como si aquello fuera normal, pero cuando salías a la calle tenías que ir preparado para todo. Más de una vez me encontré con un tiroteo saliendo del colegio".

Pronto abandonó los estudios y empezó a poner ladrillos y recoger cartones para ayudar a su familia. Tenía 14 años cuando descubrió el boxeo después de pasar un día por delante del gimnasio del Estadio de Vallecas. Como entonces no contaba con dinero para poder costear las clases, acabó recibiéndolas a cambio de limpiar aquel recinto un par de veces al día. Enseguida empezaría a entrenar bajo las órdenes de Ricardo Sánchez Atocha, demostrando tener grandes aptitudes para ese deporte. Tanto es así que en noviembre de 1986, solo tres meses después de convertirse en profesional, se proclamó por primera vez campeón de España.

En esa época Poli no tenía patrocinador, ni tampoco mantenía buenas relaciones con la Federación Española de Boxeo (algo que le llevó a perderse los Juegos Olímpicos de 1984). Pero su carrera dio un salto de gigante cuando el empresario Enrique Sarasola, aficionado al boxeo y amigo personal del presidente del Gobierno, Felipe González, decidió convertirse en su mecenas y apoderado. Se llevó al boxeador a su finca de El Espinar, donde instaló un ring para que pudiera entrenar, y creó junto a él la promotora que pasó a organizar sus combates, que a menudo contaban con la presencia de lo más granado de la jet set madrileña, entre la que se encontraban los primos Alberto Cortina y Alberto Alcocer (Los Albertos), Ramón Mendoza o Fernández Tapias. 

Poli Díaz, en la cola para entrar en un partido en el Santiago Bernabéu, en Madrid

Poli Díaz, en la cola para entrar en un partido en el Santiago Bernabéu, en Madrid / Archivo

Hasta Juan Carlos I se confesó admirador del vallecano, al que en una ocasión recibió en el palacio de la Zarzuela. "Los ministros Alfonso Guerra y Miguel Boyer iban a verme pelear. He desayunado con Sophia Loren y he salido de parranda con Diego Armando Maradona, que en paz descanse. Silvester Stallone me regaló un póster original de Rocky firmado por él: 'Para el Potro de Vallecas de tu amigo el Potro Italiano’. El gran Bud Spencer me invitaba a sus rodajes", aseguró Poli, que a finales de los ochenta ganó unos cuantos millones de pesetas peleando y consiguió revitalizar el boxeo en España —pese a que cuando Luis Solana se puso al frente de RTVE tomó la decisión de dejar de retransmitir combates de boxeo porque, según él, incitaban a la violencia—.

Aficionando al boxeo

Ningún combate había despertado tanta expectación en nuestro país como el que en julio de 1991 enfrentó a Poli contra el estadounidense Pernell Whitaker, que había sido oro olímpico en Los Ángeles 84, por el título mundial de los pesos ligeros. El español llegaba fuerte a aquel combate —con un balance de 32 victorias y ninguna derrota—, pero aun así acabó perdiendo a los puntos tras la decisión unánime de los jueces. “En ese combate tuve dos contrarios: a Whitaker y al árbitro”, dijo luego. "Estaba pagado. Me sujetaba para que Whitaker se recuperara. Y ese tiempo sigue contando, ¿sabes? Cuando le di a Whitaker y fui a darle con la otra mano, el árbitro me sujetó para que no pudiera noquearlo. Después del combate se abrazaron. Si yo hubiera sido el entrenador, habría subido al ring para decir ‘¡Se acabó el combate! ¡A tomar por culo!'".

Hasta ese momento, Poli contaba con una excelente forma física y era un deportista disciplinado: cada día se levantaba pronto, salía a correr durante doce kilómetros y luego pasaba las tardes en el gimnasio. Sin embargo, después de aquella dolorosa derrota fue abandonando los hábitos de vida saludable, se volvió perezoso y convirtió el hedonismo en su religión, lo que contribuyó a que Sarasola dejara de ser su promotor. "Poli no ha sido un boxeador, sino un fenómeno social. Lo invitaban a todas las fiestas de moda, siempre rodeado de gente de mucho dinero y muy gilipollas, y viviendo a un ritmo que no podía soportar", confesó una vez Atocha, que también apuntó que el vallecano viajaba entonces a algunas ciudades en aviones particulares que ponían a su disposición y, al llegar al aeropuerto de turno, siempre era recogido en limusina.

Poco a poco, Poli fue desapareciendo de los carteles y dilapidando su dinero. En los siguientes años volvió a competir en varias ocasiones, pero nada volvió a ser como antes y en marzo de 2001 decidió colgar los guantes. Por el camino tuvo tiempo de engancharse a las drogas, comercializar su propia vida, protagonizar un episodio de conducción temeraria, ser denunciado por su padre —que le acusó de agredirle físicamente durante una riña familiar—, e incluso cumplir su sueño de hacer cine —en concreto, un par de películas porno y un cameo en Torrente. El brazo tonto de la ley (1998)—.

Desintoxicación

Durante su imparable declive, el boxeador más carismático de la historia de España se llegó a ver viviendo en el barrio marginal de La Rosilla, donde instaló dos tiendas de campaña que, según las malas lenguas, alquilaba a veces a los toxicómanos a cambio de dinero para poder consumir su parte. "Todos los días había tíos palmando. Según caían, les quitábamos todo, hasta la ropa, como las hienas. Yo mismo se lo hice a un colega que, al cruzar la carretera, se despistó y fue arrollado por un camión”, explicó el exboxeador, que consiguió salir de allí después de que una empresa promotora le ofreciera trabajo tras ver su caso en los medios, y al final encontró la fuerza necesaria para acudir a un centro de atención a drogodependientes donde recibía tratamientos de desintoxicación con metadona.

Mucha gente dio la espalda a Poli, quien desde su retirada deportiva ha trabajado como jardinero, ha impartido clases de boxeo en varios gimnasios, y ha contado su vida y milagros en un libro de memorias titulado A golpes con la vida. En una entrevista concedida tras la pandemia aseguró que era pensionista y que su última pareja —una canaria con la que se instaló en una chabola en Vallecas— había sido un salvavidas para él. En esa misma charla anunció que andaba preparándose en el gimnasio para poder hacer un combate de exhibición en el WiZink Center de Madrid. "Regreso por dos razones", apostilló. "La primera es para ganarme el respeto, para demostrar que puedo hacerlo. La segunda es para cerrar muchas bocazas. Si Mike Tyson con 55 y Chávez con 58 lo han hecho, yo también puedo hacerlo perfectamente".

Pero su particular vía crucis continuó en 2021. Ese año, el madrileño fue detenido después de que un agente de la policía descubriera que estaba en busca y captura tras no presentarse a un juicio por una agresión cometida varios años atrás, y acabó en la cárcel Salto del Negro, en Las Palmas de Gran Canaria, condenado por malos tratos a la que fuera su novia. Ahora parece ser que está ya de nuevo en Madrid, probablemente preparado para retomar el rodaje de la serie documental sobre su figura que Serea Films anda preparando y que, con semejante ristra de infortunios, promete mucho.