El cataclismo deportivo del Valencia, campeón de Copa hace un año y sin disparos a puerta en sus dos últimos partidos, impresiona mucho menos que su desplome como institución, víctima de la incoherencia y los desvaríos de un dueño con una fascinación enfermiza por delegar la gestión del club en los perfiles mejor capacitados para arruinarlo. Con Murthy como recadero, la era Celades ha acabado a finales de junio igual que empezó en septiembre, cuando Lim se confirmó como director deportivo de facto con el despido de Marcelino y el establecimiento de una hoja de ruta del todo improvisada. Se apostó por un entrenador joven sin trayectoria en los banquillos y más tarde, con el mercado de enero al límite y varias operaciones abiertas, por un director de fútbol del mismo palo al que no tuvieron ni la osadía de presentar. El resultado, a la altura del fotomontaje para despedir a Celades, ha sido desolador.

Voro, el hombre de las crisis agudas, está de vuelta para soportar una situación insostenible. Nadie le pide soluciones futbolísticas para problemas de toda índole, tan solo su cordura y sensatez de siempre. El equipo se dirige a toda máquina a una temporada fuera de Europa y la única tabla de salvación a la que agarrarse es que los futbolistas, cuyo mínimo compromiso no se justifica con la reducción salarial, usen el machete para volver a ganar partidos. Este miércoles contra el Athletic es día para ajustar cuentas, pero suerte la del presidente, que no tendrá que sacar el dedo en Mestalla. Con independencia de la clasificación final, con la Champions casi imposible y el consuelo más lejos por lo anímico que por los puntos, a día de hoy sobran las razones para hablar de la desorientación, la desafección del aficionado y la sensación de fracaso que se advierte en el día a día.

El cuento de la cantera

En condiciones normales a Celades y a César habría que darles el pésame y a Voro la enhorabuena pero resulta que es al contrario y eso ya es sintomático de lo que pasa. Solo quien gestiona con la ineficacia por bandera puede conseguir que una decisión tan clamorosamente necesaria como el despido del técnico se le vuelva en contra. Estando sus logros en las antípodas de Mateu y Marcelino, Meriton ha canonizado a dos nuevos mártires. Y los que le quedan porque, sin dinero para fichar ni esperanzas en un entrenador acreditado, el panorama es desolador. Esta vez ni siquiera va a colar el proyecto de cantera. Nadie ha bajado al barro por Ferran, nadie ha trazado un plan para Kang In, nadie vio futuro en Guillamón. Todos son responsables de este esperpento.

El escudo al revés

El presidente no dio explicaciones en la presentación de Voro, así que habrá que esperar para conocer su versión. Será, lo que antes pase, en su próxima entrevista en la web o en un medio extranjero en el que no le repregunten. Pese a que muchos lo dan por amortizado, de momento ahí sigue, muy en su papel y sin la sensación de estar lo tocado que estuvo meses atrás cuando Mestalla le hizo la cruz por mandar callar a la afición. El escudo al revés completa el cuadro. Por seguridad, al menos, que lleve la mascarilla bien.

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