Respecto a esa frase manida de querer y no poder, que es al fin y al cabo el gran marrón de Voro con el equipo, hay otra vuelta de tuerca: la sospecha fundada de si él quería o podía negarse. Posiblemente ninguna de las dos cosas. Pero bueno, mucho peor y bien distinto es lo de Peter Lim: no saber, creerte que sí y por tanto ni reconocerlo ni aprender ni dejar que el entrenador lo decida alguien que entienda.

Así se explica la afición enfermiza del máximo accionista por convertirse en el paradigma de los magnates que fracasan en el fútbol. Un especialista en encontrar charcos como el de Ferran incluso cuando por Foios no llovía. Después de haber sido uno de los grandes motivos junto a Kang In para dinamitar un proyecto que funcionaba y cambiarlo por otro sin pies ni cabeza, el canterano lo ha retratado a él y sus validos al alcanzar un acuerdo con el Manchester City y forzarlos a negociar por menos de lo que vale y por mucho más de lo que ellos mismos, los primeros que lo pusieron en valor, llegaron a pensar que se merecía.

Un fracaso rotundo

No hay duda de que en la nutrida clasificación de sus incongruencias esta es top y además los define con precisión quirúrgica. Salvando las distancias, con un esquema similar al que su agencia de representación empleó hace nada con el Levante en los casos de Camarasa y Jason, Lim se ha quedado compuesto y sin una de las remotas esperanzas que le quedaban para no fiarlo todo a un entrenador que ojalá no sea el siguiente en sucumbir a su gafe.

La venta de Ferran, se mire por donde se mire, es un fracaso deportivo rotundo. Con independencia de si es a cambio de Yangel Herrera o de un fajo de millones que total no van a ser por desgracia para fichajes, en el fondo el mensaje que se traslada no habla de la voluntad de desestimar a un jugador por el que el club estaba en su derecho de no romper la hucha si así lo consideraba sino de la incapacidad para hacerlo. Nadie bajó al barro para ensuciarse cuando tocaba, ni siquiera un César Sánchez al que para eso sí que le alcanzaban sus atribuciones y que en caso de haberlo conseguido, entonces sí que sí, se habría ido con todos los honores. Un cabo suelto que tampoco ató Alemany.

El dilema de Orriols

Siete millones de cesión después, el Levante se debate entre si seguir gastando en Mayoral o apostar por otro delantero, como si necesitase alguna otra señal del cielo. Empezando por Paco López, los técnicos se merecen un pedestal pero mal asunto si a estas alturas no se han quedado con la copla de que hay que optimizar. Poder y saber no tiene porqué ser querer.