Bordalás es el líder del Valencia CF

La mano del técnico se ve cada vez más en el equipo. Ejecutaron una presión adelantada de mucho nivel y fueron muy verticales en las transiciones ofensivas

En la pausa para la hidratación ajustó la presión: pidió esfuerzo colectivo para ejecutarla, apretar arriba e ir a por el segundo tanto del partido

En la pausa para la hidratación ajustó la presión: pidió esfuerzo colectivo para ejecutarla, apretar arriba e ir a por el segundo tanto del partido / F. Calabuig

Pau Pardo

Pau Pardo

El Valencia de José Bordalás empieza a dar síntomas de equipo de autor. Futbolistas y entrenador empiezan a sentir los partidos de la misma manera: desde el vértigo, la intensidad y el esfuerzo, pero también desde el orden y las ideas claras, con pelota y sin ella. El alicantino transmite, tiene a los jugadores enchufados los noventa minutos y utiliza todos los recursos a su alcance para incrementar la competitividad. El viernes las cámaras de Movistar captaron su charla en la pausa de hidratación, un documento que mostró cómo reajustaba la presión, uno de sus principales sellos: «Les hemos presionado alto y casi la robamos. Se van a equivocar, pero tenemos que presionar alto».

El conjunto blanquinegro cuajó su actuación más completa del inicio de curso contra el Deportivo Alavés. Sin la pelota fue tremendamente incómodo y continuó mostrando sus credenciales. Bordalás quiere que el bloque trabaje lejos de su propia portería, de hecho fue una de las cosas sobre las que alertó a su equipo en el cooling break: «Que no nos metan. El peligro es ese, que nos vayan metiendo (en campo propio). Vamos a por el segundo gol». Además de la altura de las líneas dio también mucha importancia a la coralidad, ya que para que la presión que plantea el técnico sea efectiva requiere de la concentración y el compromiso colectivos: «Si no presionamos todos estamos vendidos, nos superan».

Poniendo el foco a nivel táctico, el entrenador insistió a sus jugadores en la forma que tenían que ejecutar la presión según los futbolistas que emplease el Alavés en la salida: «Si es de dos, vamos uno para uno. Si es de tres, sale uno y el otro cierra. Nos olvidamos del que está en el otro lado». Esos emparejamientos se vieron de forma insistente, el Valencia realizó una acoso constante sobre el poseedor del balón, buscando evitar que los centrocampistas rivales se girasen para ver el fútbol de cara y hacerlos retroceder.

Conforme lo lograba, el equipo iba aumentando la altura del bloque hasta obligar a los defensores a rifar el balón o arriesgar con envíos divididos ante la imposibilidad de encontrar pase fácil. Ahí los defensores del Valencia se mostraban dominadores yendo al duelo de atrás hacia adelante. Una situación que se repitió varias veces y que ejemplificó bien la forma de proceder fue la siguiente: Guedes obligaba a Lejuene -diestro jugando en el lado izquierdo de la zaga- a perfilarse mirando a la derecha y cerrándole la línea de pase a su lateral zurdo, Maxi se posicionaba con el otro central y los dos centrocampistas seguían a su par, de manera que obligaban al defensor alavesista a jugar en largo y ahí Alderete ganaba siempre al delantero y Gayà siempre a Pellistri. Recuperación desde la intensidad, pero también desde el orden.

Presión de pares del Valencia en bloque alto obligando a Lejuene a buscar a Pellistri

Presión de pares del Valencia en bloque alto obligando a Lejuene a buscar a Pellistri / SD

Vértigo ofensivo

Y una vez con el cuero en su poder, el conjunto valencianista mostró una versión vertical, pero también pragmática. El Valencia le puso vértigo y veneno a sus ataques, realizando transiciones muy rápidas, ejecutadas en pocos toques e involucrando a muchos hombres. Sin florituras ni entretenimientos estériles. Los goles fueron el mejor ejemplo de ello. El primero, obra de Daniel Wass, fue un contragolpe perfecto: implicó a cinco futbolistas y se liquidó en solamente 12 toques, recorriendo 90 metros en 14 segundos sin que ninguno de los jugadores diese más de tres.

El segundo fue algo distinto, pero en la línea del primero se resolvió moviendo muy rápido la pelota y sin especular. Seis futbolistas y quince toques, solamente Soler dio tres seguidos y el resto jugaron de primeras o con un rápido control y pase. Transición de derecha a izquierda, Gayà dando amplitud y centrando el balón a un área muy poblada con Soler, Guedes, Maxi y Wass buscando el remate y Guillamón quedándose en la frontal para preservar el equilibrio.

El tercero, otra muestra más del dominio del juego directo. Cinco jugadores y solamente nueve toques. Desde que Guillamón puso la pelota en movimiento tras una inofensiva falta en el centro del campo hasta que Guedes la introdujo en la portería pasaron solamente once segundos. Entre medias, un balón directo de Alderete a Maxi Gómez, que tras llevarse el duelo físico con el central cedía al portugués que llegaba como un resorte por detrás.