El Valencia rema para rescatar un insuficiente punto (1-1)

Un gol de Kluivert desde el punto de penalti puso las tablas en un duelo en el que los de Baraja fueron muy superiores

Kluivert, ante dos jugadores del Rayo

Kluivert, ante dos jugadores del Rayo / Francisco Calabuig

Pau Pardo

Pau Pardo

El Valencia rescató un punto en un partido que mereció ganar, pero en el que la falta de pegada salió a relucir con más fuerza que nunca. Toda la segunda parte fue un ejercicio constante de remar por el gol, pero viendo cómo uno tras otro los acercamientos al área se perdían por falta de determinación. El duelo, que estuvo muy condicionado por el tempranero tanto de Santi Comesaña, lo empató Justin Kluivert desde los once metros para rubricar su gran partido. El neerlandés fue el mejor junto con José Luis Gayà y su gol sacó al equipo del descenso por una cuestión de diferencia de goles, pero el resultado no deja de ser corto por el hecho de darse en Mestalla y en una jornada que no se pudo poner más de cara para los valencianistas para avanzar posiciones en la tabla.

El partido empezó muy mal por parte de los valencianistas, incapaces de dar siquiera dos pases seguidos. El Rayo, más vivo, buscaba el gol siendo más agresivo y atacando el balón con mucha más intención. No tardó, de hecho, en encontrar el premio del gol después de un grave error múltiple a nivel defensivo por parte del Valencia. El combinado madrileño puso un centro lateral y Camello arrastró muy bien a Cenk, de manera que Santi Comesaña pudo entrar absolutamente solo desde segunda línea. Ni Gayà llegó a cerrar ni ninguno de los tres centrocampistas siguió al jugador rayista, que definió cómodo ante Mamardashvili.

Kluivert al palo

La reacción blanquinegra era imprecisa y timorata. Salvo las ganas de Justin Kluivert y los centros de Gayà, el equipo presentaba enormes dificultades para generar peligro y, sobre todo, una alarmante falta de pegada. Los de Baraja tardaron muchos minutos en empezar a trenzar jugadas y cuando lo hicieron no fueron capaces de finalizarlos con peligro. Gayà le puso un gran centro a Kluivert, que la estrelló en el palo después de ganar la posición a su par en un golpe de mala suerte.

Minutos más tarde Gayà le puso un caramelo a Lino, pero su remate de cabeza fue realmente malo, incapaz de darle dirección a portería. A pesar de que el control era valencianista, los minutos pasaban sin demasiada sensación de poder empatar la contienda antes del descanso.

Justin Kluivert, rematando ante Lejeune

Justin Kluivert, rematando ante Lejeune / Francisco Calabuig

El equipo salió con todo al segundo acto y lo intentó de manera reiterada, siempre a través de la misma fórmula: el centro lateral. Los envíos, no obstante, eran casi todos imprecisos y los que encontraban el área tampoco eran eficazmente rematados por los delanteros, por lo que el paso de los minutos consumía la paciencia de Mestalla, que abroncaba a los jugadores sustituidos.

El Valencia insistía sin cesar, pero el paso de las acciones ofensivas ponía de manifiesto la falta de gol de un equipo al que le penalizaba su ausencia de determinación en metros finales. Lino remataba al centro, Castillejo la mandaba muy alta a pesar de golpear desde dentro del área y Kluivert era casi el único que ponía algo de clarividencia en las acciones, pero siempre demasiado alejado del área.

La mejor la tuvo el propio neerlandés tras un centro lateral de Castillejo, pero Dimitrievski sacó una mano prodigiosa para evitar el tanto valencianista al grandísimo remate que se sacó el ‘9’ blanquinegro.

Penalti... a la segunda

Pero tanto fue el cántaro a la fuente, que se rompió. Después de anular un inexistente penalti sobre Diakhaby, el colegiado señaló uno por mano de Balliu que marcó el mejor jugador del partido. Kluivert lo tiró con una tranquilidad pasmosa para poner las tablas.

El encuentro se volvió loco porque el Rayo no renunció a llevárselo y obligó a Mamardashvili a sacar una gran mano dura abajo. Los nervios estaban a flor de piel en Mestalla por las ganas de ganar y el riesgo de perder el punto conseguido. Esa dicotomía entre arriesgar y conservar acabó por traducirse en un empate que sabe a poco.