Un crecimiento ‘indestructible’ de la mano del club

Ni la Guerra Civil ni la famosa riada hicieron mella en la voluntad de que el estadio progresase a la par que las ambiciones de la entidad

Albelda y Baraja saltan al terreno de juego de Mestalla con la Copa de la UEFA

Albelda y Baraja saltan al terreno de juego de Mestalla con la Copa de la UEFA / SUPERDEPORTE

Andrés García

Andrés García

El Valencia, fundado en 1919 como Valencia FC, creció tan rápido en sus primeros años de vida que Algirós pronto se quedó pequeño. Había que encontrar un solar donde construir un estadio de mayor capacidad. Los terrenos elegidos por el presidente Ramón Leonarte y su junta directiva estaban situados al lado de una de las acequias que regaban la huerta de la ciudad: Mestalla. Justo en medio de los campos. Allí se empezó a construirse la nueva casa del valencianismo en un proyecto encargado al arquitecto y socio del club Francisco Almenar. Quizá con unas dimensiones de 100 x 59 metros y una capacidad de 17 000 espectadores. El 20 de mayo de 1923 se inauguró con un partido amistoso contra el Levante FC. La primera reforma llegó en 1927, un año después de la primera final de Copa, con la construcción de una tribuna cubierta que aumento la capacidad del estadio hasta los 25.000 espectadores. Durante las obras se sembró césped por primera vez. En 1929 y 1936, a menos de un mes del inicio de la guerra, acogió las finales coperas. La leyenda había empezado.

La llegada de la Guerra Civil provocó el primer golpe duro para Mestalla. El estadio fue uno de los campos más deteriorados. El conflicto bélico pasó factura. Durante aquellos años, lejos del fútbol, el campo sirvió como campo de concentración y depósito de chatarra. Las gradas desaparecieron. Se partió la tribuna y las ilusiones de toda una generación de dirigentes. El final de la guerra y la ayuda de la RFEF activó la reconstrucción del estadio de la mano de los arquitectos Manuel y Salvador Pascual. Los éxitos de la famosa delantera eléctrica (Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostiza) volvieron a hacer grande Mestalla.

La segunda y gran reforma se produjo en los años 50. Mestalla vivió su cambio más profundo de la historia a raíz de una junta (7 de julio de 1950) en la que Luis Casanova aprobó el acuerdo de ampliación de Mestalla y la venta de terrenos a la Comunidad de Regantes de la Acequia de Mestalla gracias a un crédito bancario y la venta de abonos para quince temporadas. El coste de las obras ascendió a los 47 millones de pesetas y el aforo ascendió a 45.000 localidades.

El 14 de octubre de 1957 supuso un nuevo antes y después en Mestalla. La Gran Riada del Río Turia que inundó la ciudad destrozó las sillas de enea de tribuna, los vestuarios, las oficinas y las instalaciones de luz y agua. El terreno de juego quedó impracticable y el equipo no volvió al viejo templo hasta el 6 de diciembre. Dos meses de reparaciones después. Hoy en día todavía existe una placa conmemorativa a tres metros de altura que indica el nivel que alcanzó el agua.

Mestalla se rehízo y volvió con más fuerza. El estadio estrenó la luz artificial en 1959 con un amistoso contra el Stade de Reims convirtiéndose en un campo de referencia internacional. Llegaba el fútbol nocturno. Los títulos europeos de los 60 potenciaron su imagen de cara al mundo. En 1969, a propuesta del presidente Julio de Miguel, Mestalla cambio de nombre y pasó a denominarse Luis Casanova. Así fue hasta 1994 cuando el propio expresidente pidió en una carta a Paco Roig la vuelta a la denominación original.

El estadio ya nunca dejó de crecer. En 1972 se inauguraron las viejas oficinas y en 1973 las famosas Sillas Gol para ganar en comodidad. En aquella década el club estudió la posibilidad de llevar Mestalla fuera de la ciudad, pero el proyecto fue descartado. Años después, con motivo del Mundial de España de 1982, el viejo coloseo fue remodelado. Se levantaron gradas, se instalaron asientos de plástico y se estrenó iluminación y marcadores. Mestalla y Kempes daban la vuelta al mundo.

Mestalla vivió el Mundial del 82, el descenso a segunda del 86 y los Juegos Olímpicos del 92. La última ampliación tuvo lugar entre 1997 y 2001 con Paco Roig. La masa social había aumentado. Tanto como la crisis económica del club. El expresidente planteó un megaproyecto de 70.000 espectadores que no fue adelante. Tampoco un segundo boceto. La ampliación acabó con la creación de 19.152 nuevas localidades como actualmente se conoce.

En 2013, justo antes de la llegada de Peter Lim, Amadeo Salvo modernizó el estadio pintando de naranja, negro y blanco la fachas y los asientos, creó un gran murciélago en las gradas e instaló un nuevo videomarcador. Un lavado de cara con el objetivo de aumentar el valor de la marca Valencia CF.

Los proyectos y las obras iniciadas en el Nou Mestalla hicieron pensar que el estadio nunca llegaría a los cien años, pero no ha sido así. Mestalla ha resistido hasta una pandemia mundial de Covid con aquellos partidos a puerta cerrada que revivieron viejas pesadillas. Sus paredes siguen recordando aquella etapa con un homenaje a los afectados. Curiosamente, al lado del de la Riada.