El 25 de febrero de 2009, hace cinco años, el Valencia CF anunció la imposibilidad de continuar con las obras de su nuevo campo por falta de liquidez, lo que convertió al recinto en un "estadio fantasma", que se ha integrado en el paisaje urbano de una ciudad ya acostumbrada a convivir con esta obra inconclusa.

El club, presidido entonces por Vicente Soriano, explicó aquel día que la obra entraba en una fase que requería una gran inversión para adquirir el material necesario para empezar a trabajar en la estructura metálica de la instalación y que la entidad no tenía posibilidad alguna de afrontar el coste de ese material.

La paralización se veía venir, pero su confirmación impactó a valencianistas y valencianos a pesar de que la decisión se planteó inicialmente desde el club como provisional.

Sin embargo, bien pronto dejó de serlo hasta el punto de que los ciudadanos se han acostumbrado a convivir con el campo a medio hacer de la avenida de las Cortes Valencianas, sin sorprenderse por el estado de la instalación.

Durante estos cinco años, el futuro del estadio ha tenido luces y sombras ya que se han alternado momentos en los que la reanudación de la obra parecía próxima con otros en los que el asunto parecía aparcado casi de forma definitiva.

Además, desde la llegada al principio de la actual temporada del consejo de administración que preside Amadeo Salvo, en el viejo Mestalla se han introducido algunas mejoras que también han hecho pensar en que no va a poder abandonar el actual estadio en breve.

A estas mejoras se une el sentimiento de la afición, que nunca ha mostrado una prisa especial en abandonar un campo céntrico y con historia, en el que su equipo juega ininterrumpidamente desde 1923.

Actualmente el club vive inmerso en el proceso de su venta, por lo que la conclusión del estadio es una de las exigencias que se incluyen en la compleja operación que afecta a la entidad.

En noviembre de 2013 se analizaron por última vez los pormenores de la conclusión de las obras. Entonces se anunció una reducción de setenta millones de euros en el coste de la parte pendiente, sin que ese ahorro supusiera la pérdida del espíritu original del estadio, que mantendrá la máxima calificación de "cinco estrellas" otorgada por la UEFA.

La inversión de 160 millones de euros pasaría a rondar los cien millones como consecuencia de una reducción en el aforo de 75.000 a 61.500 asientos, según informó el arquitecto responsable de las obras, Mark Fenwick, quien recordó que hasta el momento ya se habían gastado 98 millones de euros en el estadio.

Paralelamente, el presidente Salvo ha insistido en que el nuevo proyecto sustituye a uno que al principio era exclusivamente arquitectónico para convertirse en otro en el que lo importante es la gestión y la posibilidad de rentabilizar el nuevo espacio.

El objetivo del último proyecto conocido se centra en la reducción de los costes de la obras y el aumento de la posibilidad de generar ingresos en una instalación "flexible", a la que se espera dar uso "los 365 días del año".

La idea de construir un nuevo campo se gestó en la etapa presidencial de Juan Soler a mitad de la pasada década. Tras él han dirigido el club Vicente Soriano, que vivió la paralización de la obra en 2009, Manuel Llorente, que no llegó a reiniciarla entre 2009 y 2013, antes de la llegada de Salvo a principios del pasado verano.

El estadio, que inicialmente debía estar concluido para la campaña 2010-2011, es, tan sólo ocho años después de su presentación, siete del inicio de las obras y cinco de su paralización, un proyecto a medio hacer que cada vez llama menos la atención de los ciudadanos que transitan o caminan a su alrededor.