Podrá discutirse si Gabriel Paulista es mejor o peor central. Lo que está fuera de toda duda es su compromiso. Si el Valencia salió vivo del Camp Nou fue en buena parte por el sacrificio que hizo el central por jugar contra el Barcelona. Fue el mejor del equipo dentro del campo. Aunque lo mejor lo hizo fuera. El brasileño decidió jugar el partido de ida de las semifinales de la Copa del Rey sin estar al cien por cien físicamente poniendo en riesgo su rodilla izquierda lesionada por el bien del equipo. Lo hizo porque se lo pidió Marcelino García Toral, porque tenía ganas de ayudar al equipo y porque tenía una deuda moral con el equipo por su autoexpulsión en Las Palmas que provocó la derrota contra el colistaLas Palmas. Profesionalidad en estado puro.

Gabriel no estaba en las mejores condiciones físicas para jugar contra el Barça. Aunque las sensaciones eran mejores cada día, parecía muy precipitado. Hasta el punto que los médicos del Valencia eran reticentes a la vuelta del brasileño tan pronto. Tenían muchas dudas. Tuvo que ser Marcelino el que tomara cartas en el asunto. Lo hizo cuando supo que Ezequiel Garay era baja por lesión y, como contra el Real MadridReal Madrid, volvía a estar obligado a improvisar un central de emergencia para acompañar a Rúben Vezo en el centro de la defensa. La lesión de Geoffrey Kondogbia lo hacía todo todavía más complicado. La única solución sin Paulista pasaba por retrasar otra vez a Francis Coquelin y apostar por Carlos Soler o Nemanja Maksimovic por dentro. Demasiado cambio.

Marcelino ya sabía antes del último entrenamiento que ni Garay ni Kondogbia iban a llegar a tiempo. Por eso habló con Paulista. Cara a cara. El técnico le preguntó por sus sensaciones en la rodilla a pesar de estar en pleno arranque del proceso de recuperación de dos semanas y tanteó su voluntad de forzar por el grupo. "Te necesito, Gabriel", le dijo. El brasileño dio un paso adelante y arriesgó su rodilla izquierda a pesar de las dudas de los médicos.

Dudas lógicas por otra parte porque Paulista compitió solo ocho días después de que cayera lesionado en Mendizorroza. Era el pasado 24 de enero. El central se retiraba en camilla y con lágrimas en los ojos después de un mal apoyo. El primer diagnóstico descartaba una fractura del ligamento cruzado, pero las pruebas confirmaban una hiperextensión en la rodilla izquierda. O dicho en otras palabras, un esguince con un tiempo estimado de recuperación de dos semanas. Paulista se lesionó un miércoles. Al lunes siguiente ya estaba calentando con el grupo con una aparatosa protección en la rodilla. El martes completó por primera vez la sesión y el miércoles probó en la línea defensiva con Vezo y entró en la lista de convocados. Ya sabía que jugaba.

Jugó con una protección

Gabriel aguantó los noventa minutos con una protección reduciendo al máximo las oportunidad del Barça y saldó la deuda moral que tenía con el entrenador y el equipo por su autoexpulsión ante Las Palmas. Aquella noche se equivocó protestando al árbitro y dejando al equipo en inferioridad numérica. El futbolista se disculpó alegando que su error fue consecuencia de su compromiso. "La pasión que siento por esta camiseta y por esta afición me hace querer defenderlas con todas mis fuerzas. La pasión nos lleva a cometer errores. Lo que nos hace humanos es la forma de aprender en las situaciones imprevistas", dijo. A veces lo hará bien, otras peor, pero Paulista siempre dará la cara.