"Allá donde esté, Quini habrá podido disfrutar con su Sporting", decía en El Molinón Rubén Baraja después del triunfo del frente a la Cultural Leonesa (4-0). Los gijoneses golearon en un homenaje a Quini que cumplió fielmente con el guión: cuatro goles dedicados al cielo, a la leyenda sportinguista, el día que el estadio registró la segunda mejor entrada del curso, más de 25.000 espectadores, tras el derbi de septiembre con el Oviedo. Fue el séptimo triunfo consecutivo en casa del Sporting, que con la victoria de este lunes en Huesca por 0-2 se ha consolidado en la zona de ‘play off’ de ascenso gracias a la solidez de un bloque que en los últimos seispartidos no conoce la derrota, suma 16 de 18 puntos y ha cerrado la portería a cal y canto. Diego Mariño, ex del Levante UD, encadena 584 minutos sin encajar un gol.

El principal ‘culpable’ en la reacción se sienta en el banquillo. Rubén Baraja, mítico exjugador del Valencia CF en la década de 2000, remonta el vuelo como entrenador al frente de un clásico del fútbol español que vive la difícil travesía de la Segunda División. Con él, el club de Gijón ha obtenido 28 puntos en 13 partidos, o lo que es lo mismo, ha superado en seis partidos menos los 24 puntos del equipo que entrenó entre la jornada 1 y 18 su antecesor, Paco Herrera. Las diferencias entre una etapa y otra son considerables. El ‘Pipo’ adoptó un equipo golpeado después de un ‘noviembre negro’ en el que hizo dos puntos de 18. Sin embargo, el principio fue duro. La derrota del 4 de diciembre en el Tartiere (2-1) generó un punto de inflexión, la reacción rojiblanca para la que el técnico llevaba seis semanas labrando los gérmenes.

Siete triunfos como Marcelino

A las órdenes de Baraja, los sportinguistas se muestran intratables en su feudo. El histórico ‘8’ del Valencia llegó a mediados de diciembre y, transcurridos tres meses, ha convertido El Molinón en una fortificación impenetrable en la que, únicamente, el Córdoba ha podido hacer dos goles en este 2018. Desde que, precisamente, Marcelino García Toral dirigía al Sporting en la campaña 2003/04 -mientras Baraja lideraba a los campeones del Doblete en el centro del campo- ningún otro técnico había podido encadenar siete victorias con los rojiblancos en casa. Curiosamente, la labor del ‘Pipo’ guarda similitudes con lo hecho por Marcelino en el presente curso. Como si el vallisoletano estuviese devolviendo al Sporting, del cual Marcelino es fiel seguidor, los servicios prestados por el de Villaviciosa a su Valencia. El exjugador mantiene dentro del objetivo marcado, el regreso a Primera, a los gijoneses. El mérito radica en que este horizonte había quedado nublado y lejano en las últimas semanas de Herrera al frente del grupo. Cuando Baraja cogió las riendas el Sporting era décimo, cosido a goles en contra. Hoy es cuarto, tras ganar al hasta hace nada líder Huesca, y ya perpara la visita del Rayo el próximo sábado al fortín de El Molinón.

En Gijón la prensa marca la normalidad aportada desde el banquillo como clave del cambio. "Desde que llegó se notó un nuevo aire en el equipo. El dibujo nos aporta confianza. Él tiene las ideas muy claras y así nos las transmite", indica Juan Rodríguez, central del equipo. Los parecidos con Marcelino prosiguen con las preferencias por la firmeza defensiva y la eficacia ofensiva, aunque se separan en la precisión del sistema. Baraja comenzó con el clásico 4-4-2, pero tras caer ante el Oviedo redibujó un 4-2-3-1 con Rubén García, cedido por el Levante, en el enganche. El Sporting gana así en equilibrio y control del juego.

La naturalidad del ‘Pipo’ desemboca en la apuesta regular por los mejores -Jony, Sergio, Carmona y Santos, por encima del resto-, en un once que los aficionados, mucho más ilusionados, empiezan a saberse de memoria. La crítica en Gijón es unánime respecto a su capacidad para mantener también alerta a la segunda unidad. Sólo le ponía un ‘pero’, el rendimiento a domicilio, reto que también parece superado tras ganar en Huesca 0-2.