Kang In no se siente importante. A partir de ahí, es natural que busque soluciones. El análisis de su situación está cargado de aristas: expectativas exageradas, oportunidades desaprovechadas, mentalidad equivocada, confianza ficticia, falta de continuidad. El club presumió de apuesta, pero lo hizo sin un plan, sin alternativas para dar sentido auténtico a cada paso o experiencia, sin programa para amortiguar los malos momentos y aprovechar los buenos. Hoy, es un futbolista desorientado y desquiciado, como se ha hecho evidente ante Real Madrid y Atlético. Kang In se ha quedado sin minutos, sin rol y sin posición. Mediapunta natural, la realidad es que sólo ha arrancado en su demarcación ideal ante el Sevilla, donde dejó buenas sensaciones ante un adversario de alto nivel. En 20 partidos ha sido titular en cinco: dos de Liga, dos de Copa y uno de Champions. Han sido 570 minutos hasta la fecha, con sensación de involución respecto a la etapa de Marcelino, que quería cederlo... puede que con sentido, visto lo visto. Kang In necesita competir, participar con regularidad, madurar y dar rienda suelta a su talento. En el Valencia no ha tenido el contexto necesario para empezar a florecer.

Crecer desde el área

El fútbol ha demostrado que el surcoreano no está hecho para las bandas, con el despliegue que reclama el 4-4-2. Los costados no fueron un mal punto de partida, pero después han terminado castigando su desarrollo. Kang In no es un extremo de carrera hasta línea de fondo y centro. En la izquierda, al ser zurdo, se ahoga sin salida. La derecha es una zona más natural porque le permite ganar panorama, le abre un pasillo interior para romper en conducción y aprovechar sus dos cualidades esenciales: visión de juego y precisión, para el centro o el disparo. Todo eso se ha ido diluyendo entre suplencias y partidos donde no ha llegado a ser opción ni como revulsivo. Kang In puede funcionar en cualquier posición de ataque-creativa por detrás de un delantero, pero la crisis en la que se ha sumergido hace tiempo equivocó sus decisiones; hace tiempo que advirtió la necesidad de acercarlo al balcón del área -donde puede crecer desde el peligro- y de darle libertad de maniobra, de darle relevancia a través del balón en la zona del pase definitivo o del gol. Ningún entrenador lo ha hecho. La solución de emergencia ha sido el aislamiento, cuando reclamaba integración. La cuestión ha enrevesado sus pensamientos, sin que nadie haya podido reconducirlos.

Gestión del talento equivocada

El balance final es pobre teniendo en cuenta que el surcoreano era la apuesta declarada del club, uno de los puntos de conflicto con Marcelino. El míster asturiano lo menospreció -equivocandamente- y el Valencia lo utilizó. En ese pulso, lo mejor para el jugador quedó en segundo plano. Cuando en cada discurso subrayas la importancia de La Academia, ceder al Balón de Oro del último Mundial Sub-20 no es fácil, pero mucho peor es retenerlo por capricho, sin proyecto para su desarrollo.

Albert Celades empezó fuerte. Recién llegado, le hizo debutar en Champions. Aquel cambio para jugar los últimos minutos en Stamford Bridge, en un partido de alto voltaje con un marcador ajustado al límite tenía carga de profundidad. Pocos días después, ante el Getafe hizo su primer gol. Kang In tuvo protagonismo, pero no lo supo procesar. No ha estado en condiciones de relevar a Rodrigo como segundo punta, tampoco le ha restado minutos a Cheryshev, Carlos Soler, Guedes o Wass, por derecha o izquierda. Y tampoco ha podido con Manu Vallejo. La comparación y la competencia -mediática- con Ferran no le han ayudado, por características, por proceso (Kang In es un año menor), por posición, por fútbol... Son otra cosa.

Un año después de brillar en el Mundial Sub-20 y de aquella jugada inolvidable en la eliminatoria de Copa ante el Getafe, en la que filtró un pase imposible, toca decidir y apostar, con menos margen de error. Es cuestión de confianza en presente y de proyección a futuro.