Si se trataba de no dar un paso atrás, conseguido. Pero si el objetivo era ir hacia adelante, el empate sabe a poco. Sobre todo después de la última jugada. Un clásico. Ocasión de Gameiro que no encuentra portería. Una contra en la que Dmitrovic demostró que no solo tiene un impresionante tren superior para parar las que le llegan por arriba. Con los pies salvó al Eibar de una derrota segura. No quedaba tiempo para más. Por los méritos de uno y otro, el premio habría sido excesivo para un Valencia que minutos antes firmaba las tablas. Que Jaume aplazara un saque de puerta en el descuento fue una declaración de intenciones en toda regla. Con los armeros tocando a rebato, la portería a cero no era cualquier cosa.

El Valencia se fue de Ipurua dos puntos por encima del descenso pero con la expectativa frustrada de haberse asomado a Europa. No hay clase media en esta liga en la que las victorias te disparan y las derrotas te hunden en la miseria. Tal vez por eso, con espíritu conservador, Javi Gracia volvió a fiarlo todo a evitar lo segundo. El equipo no crece en juego y resultados pero a cambio ha cerrado el grifo. Una estrategia maquiavélica para esperar una contra que, a diferencia de contra el Atlético, esta vez sí que llegó. Lástima que Gameiro siga inmerso en un bucle: sin minutos no afina la puntería y sin puntería no sale de suplente.

Al contrario que su rival, el Eibar cogió las riendas. Un guión esperado por parte de Mendilibar, mordaz fuera y dentro del campo. Lo de siempre. Carga tras carga al área y presión adelantada para provocar el error. Con fijación especial en Mangala, la novedad en un once condicionado por las lesiones y los positivos por covid. El banquillo, raquítico. Sin embargo, pese a a la inseguridad del sustituto de Guillamón, el equipo estuvo serio. A ratos autómata. Aguerrido. Enfocado en evitar las pifias y rebañar las del rival. La base de un 0-0 de manual en el que el resto lo hicieron los dos porteros. Dmitrovic estuvo soberbio. Jaume, acertado, paró lo que tenía que parar. Oportunidades contadas pero claras. En especial las del Valencia.

Guedes tuvo la primera. Cargó pronto la pierna pero ya no volvió a hacerlo. En uno de los pocos desajustes armeros, Maxi metió un pase por delante de los centrales. Era gol con solo tocarlo, pero a Manu le faltó una uña para llegar. Fue la mejor ocasión hasta que Wass buscó a Dmitrovic a balón parado. El disparo cogió palos pero fue al centro. La jugada venía de una revisión del VAR. A Esteban Burgos pudo salirle caro un manotazo. Solo amarilla.

El partido estuvo abierto a nivel de áreas pero inclinado hacia la de Jaume. A Inui le anularon un gol por manos. Un remate a centro de Bryan Gil, un extremo que fluía, frenaba, arrancaba y bombardeaba desde su costado. A Wass le reventó las tuercas. Con niveles insospechados de posesión, superiores al 70 por ciento en algún tramo, ese manoseo no se tradujo en llegadas. Lo más cerca que estuvo el gol fue tras un saque de portería que Kike García, el otro martirio, volvió a bajar de la luna. Sin embargo, la primera parada llegó pasada la media hora. Un remate del omnipresente Kike. Sencillo pero con el sello made in Ipurúa: segunda jugada y dos centros en el mismo ataque.

Paciencia. Valió la pena esperar casi una hora para ver un disparo tan espectacular como el de Racic. Empomó un balón en la frontal directo al ángulo. La parada de Dmitrovic fue antológica. Mano dura y asistencia del larguero para evitar el gol. Hasta ese momento el partido del serbio, clave en la balanza táctica, estaba siendo puro derroche físico. El Eibar se salvó del siguiente gol por una mala decisión de Maxi. Guedes recuperó un balón en la frontal, Racic lo prolongó para la internada de Manu y el centro lo bajó el uruguayo. Todo perfecto menos el último pase en el área pequeña. En lugar de aprovechar la ventaja para disparar la desperdició con una asistencia al medio. Había barullo y se le anticiparon.

Gracia refrescó el ataque con Gameiro y Jason. Los dos cumplieron con su cometido. Aunque tenía cerca a Guedes para pasársela, Mangala despejó más que remató el enésimo balón parado al área después de tres amagues. El partido podía a esas alturas decantarse de cualquier lado de la balanza, pero fue el Eibar quien más fuerza hizo. Kike García siguió siendo una pesadilla, aunque la parada más meritoria fue a Expósito. Con peor estética, Jaume aún salvó otra ocasión más clara cuando emuló a Dmitrovic con Racic. Se venció hacia atrás, pero su manotazo también se ayudó de la madera para salir escupido. Casi gol directo de Bryan. En pleno arreón, Enrich cabeceó a la cruceta y se pidió penalti invisible de Maxi. Pero la última fue del Valencia. Una pena que a Gameiro se le derramara.

Estas son las notas del partido