El VALENCIA CF EN EL BANQUILLO

Fivébr | La batuta del primer ascenso a la elite

SUPER te presenta los 'trailers' del libro de todos los entrenadores del Valencia CF

Fivèbr, al final de la foto, entrenó también a Levante, Elche o Castellón. En 1935 se marchó a dirigir al Spartak de Moscú

Fivèbr, al final de la foto, entrenó también a Levante, Elche o Castellón. En 1935 se marchó a dirigir al Spartak de Moscú

Pascu Calabuig

Pascu Calabuig

SUPER acerca a los lectores el libro 'El Valencia CF. A través de la firma de sus propios autores, cada reportaje presenta, uno a uno, los relatos de los técnicos del equipo del murciélago en sus 101 años de historia. El pionero fue el checo Anton Fivébr, que fichó procedente del Brescia en el verano de 1923 escapando del fascismo de Benito Mussolini. El técnico estuvo hasta la temporada 25/26, aunque luego regresó en dos ocasiones más: en los cursos 1930/31 y 34/35.

A continuación, un extracto de la carta de ficción -concebida desde la biografía y las pasiones reales de Fivébr- con la que el personaje del primer entrenador oficial del Valencia Football Club hace balance de una vida polifacética pocos años antes de su muerte.

"PRAGA, 18 DE MARZO de 1969. A la vida, mi querida amada:

Cómplice de la memoria en esta traición sucesiva, me lo pones cada día más difícil. Me obligas a agarrarme a las agitadas melodías de Dvorak y Smetana, y a una taza de café, para que esta pluma con la que escribo no transite entre mis recuerdos rumbo a ninguna parte. Desde niño he sido un romántico, tú sabes perfectamente como siempre me movieron las pasiones: la música, el deporte, el arte, las letras... [...] Sinceramente, esta mañana ha sido el almanaque colgado en la pared del salón lo que me ha hecho echar la vista atrás. Es el cumpleaños de uno de mis grandes amores, el Valencia Football Club.

Hubo un tiempo en el que me sentí perseguido por el fantasma tenebroso del fascismo. A los pocos meses de haber escapado de la Italia de Mussolini, el odio parecía reproducirse en España. Pero esta vez no huí. València tenía un poder mayor que la política, algo que me hacía sentirme en casa, una fuerza que me recordaba a mi patria. A Bohemia. A los años de adolescencia, a los discursos de aquel viejo profesor de mostacho gris y monóculo. No seréis lo que diga la ley, ni un estado o un imperio. Sois lo que sentís, lo que veis, lo que habláis y cómo lo habláis. El suelo que pisáis, las personas que amáis, los libros y las canciones que hacen a vuestro corazón latir. Sois pueblo, sois cultura. Nos lo repetía dos o tres veces por semana, como un disco rayado, mientras nuestra imaginación volaba al otro lado de las ventanas del sokol para acabar chocándose con la colosal Torre de la Pólvora y, deprimida, dar media vuelta a la realidad del aula.

Atletismo, natación y gimnasia constituían el principal reclamo de la escuela. Sin embargo, dentro de ella, soflamas nacionalistas como las del señor Novotný -diría que así se llamaba... sin poner la mano en el fuego- tenían garantizado un espacio amplio. Y la verdad es que terminaron calando en mis adentros, y acercándome con devoción tanto a la música como al dibujo. No hallé una forma mejor de conocer, interpretar y representar las tradiciones. ¿Qué somos, si no parte, viva o muerta, de nuestra tierra? [...]

En València, por supuesto, no perdí la inspiración. Después de los paseos por la frontera entre el barrio y la huerta, caminatas en las que dibujaba en mi cabeza el once del domingo, adoraba el ritual de sentarme en la madera de aquella cantina inolvidable a inmortalizar momentos con la compañía de un trago de mistela. [...]

De todos modos, tú sabías, igual que el barman, cuál fue mi gran sueño frustrado. Quise ser músico. Y antes de cumplir los veinte, malgastaba más horas entre estrofas y partituras que en el propio fútbol. Hasta que el Sparta me ofreció la batuta de su centro del campo. ¿Qué más podía pedir? Organizar y crear juego con las botas puestas. No estaba tan mal. Pero no calmé realmente mis ansias de dirigir una orquesta -o lo más parecido posible- hasta que entré a Mestalla. [...] Tanto la magnitud del escenario como la calidad de los instrumentos me ayudaron a componer un equipo con el que podía identificarse tot el poble -permíteme la licencia en una lengua de la que, a mi edad, aún acuden palabras a mi cabeza-.

¡Ay, vida! Sufro nostalgia de ti, déjame hablarte de mi Valencia sinfónico. Cano, el cancerbero, para mí era el contrabajo. Melodía grave y segura. Le apodaban 'Manitas de Plata' por esas manazas que atraían el balón como gigantescos imanes..."

Fivébr | La batuta del primer ascenso a la elite

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Anton Fivébr es el cuarto, comenzando por la izquierda, en la fila de los que están de pie en el comedor.

FOTO HISTÓRICA De ahí al final, el relato 'la Batuta de Praga' continúa desvelando las virtudes de los futbolistas que compartieron el tránsito de los años 20 a los 30 con Anton Fivébr en el Valencia FC. Sin duda, un equipo melódico que logró el primer ascenso a la máxima categoría del fútbol español en la temporada 1930/31. La fotografía superior, facilitada por Salvador Raga (Penya Valencianista per la Solidaritat), se trata de un documento de gran valor en la historia del club de Mestalla. En la mesa, en una comida de equipo, personalidades como el secretario técnico, Luis Colina, o jugadores estrella del momento como Cirilo Amorós, Enrique Salvador, Enrique Molina, Pasarín, Melenchón y Torregaray, o los porteros Pedret y Villarroya, acompañan, entre otros, al técnico nacido en Praga. Fueron años en los que el Valencia dio el primer paso hacia su grandeza.

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La obra de Sergi Calvo, Franz Kelle y Pascu Calabuig está disponible en librerías, y 'on line' a través de la web de la editorial, www.editorialvinatea.com.

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