Ciudades

Jardines verticales en fachadas y muros para refrescar las ciudades

Son una importante herramienta para combatir el efecto 'isla de calor' de las áreas urbanas

Jardines verticales como forma de refrescar las urbes

Jardines verticales como forma de refrescar las urbes / Shutterstock

Aunque este año ha estado de plena actualidad, el ‘veranillo de San Miguel’ no es nada nuevo. Pero esta vez fue tan extraordinario el ascenso térmico que la Agencia Estatal de Meteorología emitió una alerta ante valores «excepcionalmente altos» para esas fechas. Y eso sucedió después de un verano también anormalmente sofocante. Los expertos no dudan en atribuirlo al cambio climático. Para minimizar los efectos sobre la salud, las ciudades (que sufren el efecto ‘isla de calor’), se deben adaptar a esta realidad, y una de las mejores formas de hacerlo es aumentar la superficie verde. No es una tarea sencilla, ya que en las grandes urbes todo está muy apretado. La solución es dejar de mirar al suelo para fijar la vista en las paredes.

Existen pruebas de que los jardines verticales ya se usaban en el siglo IV antes de Cristo, especialmente en Babilonia, pero también en el antiguo Egipto. Es el mismo sistema que hoy puede verse en una de las fachadas del CaixaForum de Madrid: no deja de ser un muro que integra diferentes especies de vegetación. Incluso las flores en los patios andaluces y las hiedras en las fachadas de los ‘cottages’ ingleses son otras formas más tradicionales de jardines verticales.

Fachada del CaixaFórum de Madrid

Fachada del CaixaFórum de Madrid / Pinterest

Esta práctica conlleva múltiples beneficios para el cuidado del medio ambiente: su capacidad para conservar la temperatura interior, tanto en verano como en invierno, y el consiguiente ahorro energético, la reducción de la contaminación acústica y de la incidencia del viento, la mejora de la calidad del aire exterior, la correcta gestión de las aguas grises de los edificios… Pero también tiene una ‘cara b’: su principal desventaja es su elevado precio de instalación y mantenimiento.

Reducir la mortalidad

Para garantizar el bienestar de los habitantes, la Organización Mundial de la Salud recomienda que las ciudades tengan entre 10 y 15 metros cuadrados de área verde por persona. Pese a ello, muchas urbes están lejos de este objetivo. Hace algunos años, un estudio del Observatorio de Sostenibilidad alertó de que hasta 19 capitales españolas incumplían esta directriz. Y esto se traduce en consecuencias graves para la salud. Un informe publicado en The Lancet cifra en 6.700 las muertes prematuras que se pueden atribuir a ese calor extremo que se acumula en las calles. Y afirma también que un tercio se podrían evitar plantando árboles en el 30 por ciento del espacio urbano.

Según este texto, las urbes con mayor exceso de mortalidad por el calor se sitúan en el sur y en el este de Europa. Es decir, varias localidades españolas están en este trágico listado. Por ejemplo, Barcelona tiene un 8 por ciento de árboles y una mortalidad causada por estos valores extremos del 14%. En Madrid, las cifras se sitúan en un 9,5 y un 12 por ciento, respectivamente. Además, los últimos estudios científicos indican que el incremento de la temperatura en las ciudades se produce a un ritmo dos veces mayor que la media global.

El efecto 'isla de calor' produce unas máximas en el centro de las ciudades entre 1,5 y 10 grados superiores a las que se dan en la periferia rural

Esa sensación de ahogo en el centro de las ciudades que se siente en los meses de verano (y últimamente también en primavera y en otoño) tiene un nombre: efecto ‘isla de calor’. Los termómetros no bajan durante la noche y en las horas centrales del día es prácticamente imposible cobijarse en la sombra. Esto es debido a que el asfalto y el hormigón absorben las altas temperaturas que provocan los vehículos, los aires acondicionados y el propio sol y las emiten luego de madrugada, lo que causa que, pasada la medianoche, continúen dándose valores superiores a 20 grados. Esas ‘noches tropicales’ hacen casi imposible dormir.

Subida de temperaturas en una 'isla de calor'

Subida de temperaturas en una 'isla de calor' / Agencias

«El concepto ‘isla de calor’ significa que el aire está más caliente en esa zona que en la periferia. Influyen varios temas, entre otros el color de las superficies: cuanto más oscuras, más se calientan. La vegetación, entre otras cosas, tiene la cualidad de mantenerse a la temperatura del aire. En verano, en un día con 35 grados, el asfalto estará a 50 y la vegetación a 35», afirma Consuelo Acha, arquitecta y profesora del departamento de Construcción y Tecnologías Arquitectónicas de la ETSAM-UPM. A esto se suma que los edificios impiden que corra el aire y el calor escape. El conjunto da como resultado unas máximas en el centro de las ciudades entre 1,5 y 10 grados superiores a las que se dan en la periferia.

Más verde y menos gris

Es decir, para que las poblaciones no se vuelvan lugares inhóspitos, en especial para la gente más vulnerable, hace falta más verde y menos gris. Ese reto lo ha asumido la arquitectura, que en su forma más contemporánea busca «lograr un modelo de ciudad energéticamente autoabastecida mediante recursos renovables, que sea capaz de reciclarse y reutilizarse, con una movilidad limpia y eficaz y con múltiples espacios verdes», reza el artículo ‘Jardines verticales: camino a la sostenibilidad’ de la revista Arquitectura Viva.

Los jardines verticales tienen el potencial de limpiar hasta el 85% de las partículas de polvo y polución suspendidas en el aire

Para alcanzar ese fin, el mayor peso de los oasis vegetales en el suelo debería complementarse con fachadas salpicadas de hojas y flores. Tal y como afirma Consuelo Acha, estos ‘muros vivos’ pueden llegar a filtrar hasta 40 decibelios, lo que los convierte también en un potente aislante acústico. Al mismo tiempo, protegen los inmuebles de las fluctuaciones térmicas y de las condiciones climatológicas extremas.

Por si fuera poco, tienen el potencial de limpiar hasta el 85 por ciento de las partículas de polvo y polución que están suspendidas en el aire. Y hay una última ventaja a tener en cuenta: el valor de los edificios se dispara una vez se han instalado estos jardines verticales, tanto por la estética como por su eficiencia energética.

Ejemplo de jardín vertical

Ejemplo de jardín vertical / Shutterstock

Sin embargo, los expertos recuerdan que no se trata de una solución óptima para todos los casos. Sobre todo, debido a su elevado coste, tanto a la hora de instalarlos como por el mantenimiento periódico que precisan. Recurrir a opciones más económicas que lleven consigo también un descenso de la calidad puede provocar problemas estructurales en los inmuebles, cuyo peso se ve notablemente incrementado. Tanto que en algunos casos es necesario reforzar su estructura. Además, siempre hay que tener presente que las especies vegetales elegidas deben ser autóctonas de la zona para asegurar su supervivencia.

Las especies vegetales elegidas deben ser autóctonas de la zona para asegurar su supervivencia

El jardín vertical del Hotel Mariposa es uno de los orgullos de Málaga y se ha convertido en un referente europeo en innovación urbana sostenible. Este enorme tapiz vegetal ocupa más de 100 metros cuadrados y está compuesto por más de 3.000 plantas de 15 especies diferentes. Además de la mejora estética y los beneficios para la calidad del aire, sirve para reutilizar las aguas grises de las habitaciones: incluye un sistema que las recupera, las trata y las aprovecha para el riego.

Más famoso aún es el que está instalado en el CaixaForum de Madrid, en pleno Paseo del Prado. Diseñado por el prestigioso botánico Patrick Blanc, es el primero que se instaló en España y cuenta con más de 15.000 plantas distribuidas en 460 metros cuadrados. Son ejemplos de cómo reverdecer las ciudades y, sobre todo, refrescarlas.

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ENTREVISTA. Antonio Giraldo, geógrafo y urbanista

«Son una pieza más para la adaptación al cambio climático»

Antonio Giraldo

Antonio Giraldo / AG

Antonio Giraldo tiene muy presente que hoy en día la organización de las ciudades va esencialmente ligada a los efectos del cambio climático, que ha disparado las temperaturas en las grandes urbes en los meses de más calor.

-¿Son los jardines verticales una buena solución para evitar el efecto ‘isla de calor’?

-Son una pieza más de un modelo urbano centrado en la adaptación climática y el reverdecimiento. Podríamos decir que ayudan, pero por sí solos no son suficientes. Si bien su instalación en determinados espacios puede ayudar a crear un ambiente más húmedo y confortable, por sus características no son un elemento crucial para un asunto de una dimensión tan grande como la isla de calor de una ciudad. Ahí estaríamos hablando de un modelo de movilidad, de zonas verdes, de espacio público, incluso de un modelo urbano y productivo.

-¿En qué casos se les puede sacar más partido?

-Tienen multitud de beneficios: humedecen su entorno, proporcionan un ambiente más fresco, son barrera para el ruido y los olores, limpian el aire y son reservorios para la biodiversidad, además de hacer bonito. Aprovechar al máximo estas características depende mucho de cómo y dónde se sitúan y, sobre todo, del buen mantenimiento. Seguramente se les vaya a sacar mucho más partido, por ejemplo, en una fachada dura hacia una calle sin árboles que en los laterales de una autopista, donde los relegas prácticamente al ornamento.

-¿Están las ciudades dando pasos para adecuarse al cambio climático?

-Sí. Lo que me preocupa es que no lo hacen todas a la misma velocidad, e incluso en algunas estamos viendo pasos hacia el lado contrario, regresivos. La realidad climática venidera es inexorable y cuanto antes nos adaptemos, menores serán sus efectos en el futuro. Además, quienes más van a sufrir estos efectos van a ser las personas más vulnerables. Tenemos que acelerar con un criterio firme y justo.

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Contacto de la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es