Como muchos otros niños lisboetas, Joao Pereira comenzó a darle patadas al balón en la calle. Dos metros cuadrados libres ya eran suficiente para intentar un par de filigranas, para improvisar un duelo uno contra uno. En su caso, el entorno donde creció marcó la diferencia. La barriada de Meia Laranja era famosa por sus problemas. Las crónicas del pasado dan una imagen de Lisboa que hoy parecen una mala broma: por Casal Ventoso los drogadictos paseaban como zombies. Un número cada vez mayor de adolescentes se inyectaba heroína, mientras el VIH y la hepatitis C aumentaban. El gran supermercado portugués de la droga le decían. Joao Pereira encontró en su familia una referencia sólida y en el deporte la mejor alternativa al mundo marginal que se revolvía al lado de su casa.

Su pasión por el fútbol evitó que cometiese canalladas y optase por el camino más fácil, aquel que muchos otros amigos siguieron. La historia tiene final feliz: Referencia en la selección, excapitán del Sporting y nuevo jugador del Valencia. En Portugal se le considera un ejemplo a seguir, un tipo con un millón de historias para contar y otras muchas para no dormir. «Ver personas inyectándose heroína era normal, pero nunca me hicieron daño. De vez en cuando había algún problema, como en todos los barrios. En algunos momentos era tan surrealista que resultaba hasta divertido», así lo confesaba Pereira en una entrevista en O Jogo.

Situado en una ladera que mira al río Tajo, Casal Ventoso era hasta hace poco tiempo una de las zonas más degradadas de la ciudad. Una intervención municipal, decidida por el alcalde, Joao Soares, se tradujo en el derribo de las infraviviendas que la poblaban. El barrio ha cambiado mucho, sin embargo, cada vez que vuelve no hace más que coleccionar elogios. Prácticamente ninguno le vio jugar, pero es un ídolo para ellos. «El fútbol me ha ayudado mucho, aunque no tanto como mi madre o mi padre». Pereira se crió en el seno de una familia humilde, pero de buenos valores y le está profundamente agradecido: «En aquella época andar con zapatillas Nike y vestir ropa de marca era lo más. Yo no pude tener nada de eso, en algún momento estuve confundido, pero recibí buenos consejos y pude darme cuenta que eso no era lo importante, que mi futuro debía ser otro».

Joao Pereira siempre reconoce que nunca pensó en ser futbolista profesional: «Cuando era niño quería ser policía». Seguramente con la motivación de terminar con ese ambiente truculento que existía en Casal Ventoso. El jugador hizo los estudios necesarios para entrar en la facultad y ya tenía los exámenes de acceso preparados cuando José Antonio Camacho le llamó para entrenar con el primer equipo. Cuando firmó su primer contrato profesional con el Benfica compró un apartamento con las mejores condiciones en un distrito mejor, pero sólo después de que los padres estuvieran de acuerdo en irse a vivir con él: «Si en Casal Ventoso hubiese encontrado una casa de esas condiciones me hubiera quedado allí».

Descubierto por un mito

El Benfica le descubrió cuando jugaba en las filas del Domingos Sávio en los terrenos de Campo de Ourique. Fue el mítico capitán benfiquista José Águas €campeón de Europa en1961 y 1962€ quien se lo recomendó. «Hablaron con mi padre y él me llevó al estadio de La Luz. Pensé que era para una visita guiada, tenía nueve años y fui feliz de la vida. No terminé de creérmelo hasta que vi el contrato y lo firmé». Así, con total naturalidad, se confesaba en O Jogo.

Quienes le conocen aseguran que su historia es para escribir un libro, que es un ejemplo. Sin embargo, Pereira nunca se ha considerado patrón de nada: «Las personas tienen que ser modelo de ellas mismas, saber qué quieren de la vida y si están dispuestas a luchar, aunque eso signifique caminar por el camino más difícil o si quieren optar por una vida más fácil». El discurso evidencia su rebeldía. Esa es la reflexión de vida de un jugador que ha tenido que caer muchas veces para aprender.