Las medias verdades

Demasiadas medias verdades para acabar con algo tan asqueroso como es el racismo y la intolerancia

Sergio Arlandis

Sergio Arlandis

Sé de sobra que a buena parte de la jauría madridista leer algo así les activará todo ese desprecio que sienten por quienes no comparten esa adoración enfermiza por el club de sus amores. Y que les cuesta comprender, además, que tras su histórico bastión de forofismo extremo se esconde, bajo disimulos teñidos de ideas vagas como la envidia a su palmarés, el deslumbramiento que provocan sus fichajes millonarios y cosas así, que no se nos hace la boca agua a gran parte de este país al pronunciar su nombre. Da igual lo que escribas y los argumentos que des, porque esa marabunta madridista más rancia, sin capacidad de reflexión y autocrítica, va a disparar sus bots, haters y demás seres del inframundo contra ti, solo porque les señalas con el dedo que son eso: radicales sin un mínimo de perspectiva.

Digo esto hoy porque Jasikevičius se ha ganado mi respeto y mi corazón al poner la sal adecuada sobre la herida justa. La puñetera hipocresía que rodea a todo este circo. Daba igual que lo estuviésemos denunciando desde aquí: se nos insultaba con la misma vehemencia que se le decía tonto a Vinícius, solo que nosotros no hacíamos los aspavientos del genial extremo brasileño ni estamos orquestando toda una campaña de imagen para ganar fuera del campo lo que dentro se nos pueda escapar.

Por desgracia, este año hemos tenido que soportar, de nuevo, la poca calidad profesional (y sus medias verdades) de Corona, con ascenso incluido; también la dañina indiferencia del máximo accionista, las ausencias continuadas de Layhoon y el despropósito de club, de espaldas a todo aquel que ha depositado, en algún momento, algo de confianza en ellos y su gestión. No podemos desviar la atención de esta masacre de voluntades valencianistas, pero con las torpes, incautas y tergiversadas palabras de Yunus Musah (que sigue demostrando lo poco que hay en su cabecita), se nos evidencia que, por un lado, seguimos sin un buen gobierno del club, porque ese jugador estaría expedientado ya mismo; por el otro, que esa jauría, movida por forofos frustrados metidos a periodistas, estaban esperando a la mínima para volver a cagar contra una afición y entidad que no se rinden a ellos por intercesión divina florintesca.

Luego viene el bochornoso espectáculo en la celebración de España y en los lamentables cánticos RA-CIS-TAS contra la plantilla del Barcelona, que callan, justifican, dicen que fueron fuera del recinto deportivo (lo contrario que decían aquí), o miran a otro lado, para no evidenciar que dan vergüenza ajena. Espero un monográfico semanal, intensito y espesito, esta misma semana para juzgar a la afición del Real Madrid de xenófoba, no solo frente a jugadores de color, sino también frente a ciudadanos de otras provincias, que el racismo no es cuestión solo de gamas cromáticas, sino de sentimientos infundados de superioridad racial. Tan bochornoso fue el espectáculo que unos cuantos, muy pocos, dieron en Mestalla, como el que han dado quienes exigían respeto por Vinícius. Y ellos lo han hecho por partida doble. Eso les hace cómplices, claramente, de algo que cabría erradicar por completo del mundo (y no solo del deporte): el racismo, la falta de respeto, el desprecio por los demás. Pero claro: James Nnaji, camerunés del Barcelona, no hace el espectáculo que el brasileño sí hizo, porque además de maleducado (demostrado por las cámaras una y otra vez), se cree el centro del mundo. Espero que en Yaundé apaguen cuatro estatuas por lo menos. 

Lo dije en su momento y lo reitero: hay que condenar el racismo, porque no tiene lugar en nuestra sociedad. Hagámoslo todos y todas y no solo cuando afecte a un jugador del Madrid, que, sin lugar a dudas, lo está usando como perfecto gancho comercial. Y me basta ver cómo las marcas, de golpe, se han volcado en su imagen o cómo se está articulando la hegemonía madridista para los mediáticos Balones de Oro. 

Y otra cosa: en el Real Madrid (y bastantes cosas malas tiene el Valencia CF como para que vuelva a escribir yo de este club) hay macarras que te esperan a la salida para darte un puñetazo. Claro, luego se justifica con cualquier cosa y se queda sin sanción, como siempre. En este equipo dan una patada salvaje, como la de Carvajal (el mismo que algún insultillo racista ha soltado alguna vez), y Yuri casi tiene que pedir perdón, porque si eso se revisa en el VAR se ve claramente cómo el zaguero vasco golpea con su tibia el empeine del madridista. Este club tiene un entrenador que mintió y un delantero que, días más tarde, sin venir a cuento, también mintió sobre la afición del Valencia CF para luego rectificar con la boca muy muy pequeñita, pero la porquería ya estaba impregnada en la camiseta. Y con ese argumento zafio, pueril y retorcido, Cazoo ha sacado provecho de su lamentable política económica y se ha ido del club sin pagar todo lo que, por derecho y firma de contrato, correspondía según se ha publicado estos días. No entiendo cómo este Valencia CF no toma acciones legales, sinceramente.

Demasiadas medias verdades para acabar con algo tan asqueroso como es el racismo y la intolerancia. Por suerte, no todos y todas las seguidoras del equipo merengue son así, como en el valencianismo casi nadie aplaudió semejantes insultos racistas, sino lo contrario. Menos mal que no nosotros aquí sí sabemos distinguir pocos de muchos: fuimos a la escuela y aprendimos cosas.

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