Vitamina granota

El Levante exhibió ante el Burgos capacidad de reacción y con ganas de todo

El Levante celebra el tanto de Cantero contra el Burgos.

El Levante celebra el tanto de Cantero contra el Burgos. / Francisco Calabuig

Juanma Romero

Juanma Romero

Con un trecho todavía inmenso por recorrer el Levante llega este viernes a la tercera jornada con un partido marcado históricamente por las fuertes connotaciones que siempre arrastra jugar en Cartagena. Pese a que los precedentes han sido buenos, este partido siempre engloba un ambiente intenso, rozando incluso lo hostil, pero en el que el cuadro granota siempre ha sabido manejarse bien.

El triunfo ante el Burgos, supuso un halo de optimismo, de aire fresco, y también de eliminar ese particular lastre que llevaba el equipo de no haber ganado todavía tras una pretemporada en blanco. Con un bloque todavía por construir lo positivo fue por un lado la puesta en escena de algunos fichajes que dejaron sensaciones buenas como Oriol Rey, Sergio Lozano, Álex Valle o el canterano Andrés García, y también la capacidad de reacción que hubo tras el desafortunado gol del Burgos que ponía contra las cuerdas al filo del descanso. Hay todavía infinitos ajustes que hilvanar, y aunque la grada mostró ciertas reticencias cuando fue nombrado Javi Calleja por megafonía, la afición no pudo esconder que tiene ganas de disfrutar de su equipo y de verlo pelear por cotas ambiciosas.

Con un mercado todavía abierto de par en par, las salidas cantadas de Cárdenas y Jorge de Frutos esta vez sí han hecho la fotografía del momento actual del club. Esa imagen quizás hubiera tenido que ejecutarse antes, pero el anhelo por enmendar errores pasados llevó a pensar más con el corazón que con la cabeza y a hacerlo sin la necesaria reflexión que demandaba el momento. Ahora, todo eso ya no vale. El tiempo actual ordena y empuja a tirar hacia delante con una apretura financiera muy grande, pero con la difícil tarea de no bajar el rango de competitividad de un club que no debe perder la estela de la Primera División.

Desprenderse de activos importante entraba en lo asumible y necesario. Un cambio de ciclo que ha tomado forma tras muchas entradas y salidas que se han ido produciendo. La incógnita del rendimiento está ahí y aunque los ensayos de pretemporada no ayudaron a pensar en un año fructífero, el duelo ante Burgos mostró un equipo lleno de vitalidad y con ganas hacer olvidar a la grada los malos tragos a los que se ha visto sumido en los últimos años. Ni ahora somos buenos, ni antes éramos tan malos. La tan manida frase podría ser una de tantas que subrayara la radiografía de este bloque con variantes múltiples y que quizás pueda volver a comenzar a escribir otra bonita página en la historia.

Lo dejo para el final porque junto a la lesión de Iván Romero fue lo que menos me gustó el pasado sábado en el Ciutat. Hablo de los cánticos a Pepelu. He sido el primero en argumentar que el hoy jugador del Valencia rompió los cánones románticos del fútbol, y que aunque haya tratado de pasar de puntillas, es conocedor que para la familia granota su salida a Mestalla ha sido una traición deportiva. Él no era un jugador más, era un icono, un jugador al cuál se había dado la bandera, la capa y el escudo. Todo esto lo engulló olvidando ese sentimiento de pertenencia, y no sé si mejor o peor asesorado, pensó que el levantinismo lo entendería. No iba a ser así, y Pepelu, seguro que ahora sabe, que las puertas de cariño del Levante se le han cerrado para siempre. Eso no exime a los tristes cánticos escuchados contra su persona. Hay miles de formas de mostrar ese enfado, pero lo que se escuchó en el Ciutat es totalmente impropio de una afición respetuosa ante todo, como la del Levante. Fueron pocos, pero hay límites que no se deben traspasar. Innegociable.

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