La siesta del doblete: Nada de nada

Se anularon el uno al otro. Como si supieran qué iba a ocurrir, en qué medida y hasta en qué momento

Abrazo entre Benítez y Baraja en Mestalla

Abrazo entre Benítez y Baraja en Mestalla / E. Ripoll

Dani Meroño

Dani Meroño

Aburrido, sin emoción y con apenas cosas a destacar. Así fue el enfrentamiento entre profesor y alumno; entre maestro y discípulo; entre el Benítez y el Pipo. Un encuentro sin ocasiones, sin jugadas destacables y con mucho miedo a perder un partido que parecía destinado a acabar en tablas. 

Porque durante la semana habíamos hablado de la influencia que había tenido Benítez en Baraja y cómo el Pipo cada vez más se asemejaba a Rafa. Pues bien, todo acabó como empezó, como si se tratara de una especie de entente cordiale donde el Valencia CF ni siquiera chutó entre los tres palos en todo el encuentro. 

Se anularon el uno al otro. Como si supieran qué iba a ocurrir, en qué medida y hasta en qué momento. Ambos ‘fueron’ a por el partido, conscientes de lo que iba a hacer el otro. Una batalla táctica que acabó por convertirse en un pacto de no agresión en una fiesta en honor al doblete que acabó más aburrida de lo que esperábamos. Y es que, si hablamos de emoción, solo podemos referirnos al abrazo entre ambos amigos previo al pitido inicial. El resto, fue totalmente prescindible e intrascendente.

Porque toda la literatura que queramos añadir a este duelo estará de más y solo servirá para adornar un encuentro que debería prohibirse por ley dentro de un terreno de juego. Los 43.375 valientes que habían en las gradas sacrificaron la siesta para acabar pegando cabezadas sobre sus asientos en Mestalla. Pasamos de la fiesta por ver un reencuentro de dos leyendas a la siesta que supuso un partido descafeinado a todos los niveles.

Recordaba el propio Benítez tras el partido que “este Valencia es muy similar al nuestro (del doblete), aunque le faltan jugadores diferenciales que sí tuvimos”. Probablemente tenga razón y el Valencia de Baraja tenga destellos de lo que hizo Rafa en Mestalla; pero la plantilla y el proyecto están a años luz. Hay ilusión, juventud y futuro; pero falta oficio, estructura, jugadores de más nivel y gol, mucho gol. Porque sin gol no hay paraíso y Baraja no tiene ese preciado valor dentro de su plantilla salvo los días en que hay jugadores inspirados como Hugo o Diego. Algo que por desgracia no ocurrió el sábado.

Eso sin contar las molestias de un Gayà que tuvo que ser sustituido y que está acusando la acumulación de minutos en una plantilla falta de recursos aún con la enfermería vacía. Buena prueba de ello son las rotaciones en el banquillo que pocas o ninguna soluciones le dieron a un partido que Benítez tuvo controlado en todo momento.

“Hay que darle valor a este punto” afirmaba Baraja tras el partido. Pues claro que hay que dárselo, más de lo que pensamos o queramos. Primero porque el Celta de Rafa Benítez juega mejor de lo que la clasificación refleja; segundo porque este tipo de partidos el año pasado los palmabas; y, tercero, porque aunque el partido fue un ladrillo, “tota pedra fa paret”. Tan duro como cierto. Tan real como que el Valencia CF suma 19 puntos.

A la postre un paso más cerca del paupérrimo objetivo de la permanencia, pero una oportunidad perdida para dejar por el camino a un rival directo y, de paso, meter presión a los que pelean por meterse en Europa. Ilusionarse, con este Valencia CF, está prohibido. Porque al final el único doblete al que podemos aspirar es al que titula este artículo: nada de nada.

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