Opinión

¿El mejor día? Cuando juega el Levante

Ha vuelto esa inquietud de acudir con todo el fervor posible a ver cada partido del Levante

Entrenamiento del Levante UD

Entrenamiento del Levante UD

Lo que tiene el fútbol. Enconado, directo al corazón y al sentimiento este maravilloso deporte tiene ese poder intrínseco, tan cruel y benévolo a vez, de absorbernos lo bueno y lo malo en apenas 90 minutos. Cualquier aficionado al Levante sabe más o menos de que va todo esto. Con un arranque ilusionante, el globo fue poco a poco desinflándose. Resultados negativos, juego ramplón, sensación de impotencia, el año que podía servir para guardar en la caja de los horrores y a calicanto, el duro desenlace del pasado curso, mantenía su maldición con el transcurso de las jornadas, semanas y meses.

A este contexto deportivo irregular se le unió la intranquilidad social marcada por un escenario económico inestable, y las dudas sobre el paso adelante dado por José Danvila para tomar las riendas de un club, asentado en el ejemplo de la buena gestión y de bonitas gestas hasta hace muy poco, y arrojado con despecho al lado más lúgubre en un momento. Si el Levante era un icono para otras entidades, cayó casi sin darnos cuenta en una fase de falta de oxígeno económico, obligación de despojarse de activos y sin mantener la estructura en la élite del fútbol español. Difícil de resistir y de asumir.

La confirmación de Danvila como máximo accionista y el despido de Javi Calleja llegaron casi al unísono, aunque no en ese orden. Las voces críticas alzaron el tono, aventurando el fracaso en todas las parcelas y hasta pidiendo cabezas. Hoy, aunque ese volcán todavía permanece activo, parece aparentemente amainado porque algo mucho más importante, está en juego, y cobrando forma además día a día.

Es el fútbol en su esencia, sus resultados y sus goles, los que han transformado esa desidia en ilusión, la principal gasolina de un seguidor. El Levante atraviesa, con las lógicas reservas que siempre entraña, uno de sus mejores momentos de la temporada. La remontada ante el Elche, el sólido empate en Valladolid, y el último triunfo frente al Zaragoza permiten al equipo granota otear de cerca unos puestos que parecían custodiados y blindados. El Levante se encuentra con la fuerza suficiente para iniciar ese asalto y, sobre todo, con el espíritu de no ponerse techo. Nada reprochable, porque ahora mismo nadie puede discutir que este bloque es capaz de todo.

Dijo Anthony Burgess, «Cinco días son para trabajar, como dice la Biblia. El séptimo día es para el Señor, tu Dios. El sexto día es para el futbol». Y es que ahora, ha vuelto esa inquietud, ese cosquilleo, esos nervios previos de acudir con todo el fervor posible a ver cada partido del Levante. Recuerdo con cariño que uno de mis hijos hace años me dijo, «Hoy es un gran día, y lo es, porque juega el Levante».

Tanto el creador de la Naranja Mecánica, como aquel niño de diez años, sirven para contextualizar que el ambiente ha cambiado y lo ha hecho para bien. Mirar y analizar la clasificación, hacer nuestra particular quiniela de la jornada, ver con lupa el calendario o incluso preparar la radio para las famosas jornadas de transistores que se avecinan, demuestran que pese a toda la negatividad del pasado más reciente, el fútbol y este Levante, han conseguido poco a poco minimizar su efecto. Bendito sea. Ahora, a cumplir en césped y con el reto de doblegar por primera vez esta temporada al Amorebieta, que lejos de ser un convidado de piedra tratará de amargar un momento que muy nuestro, no dejemos que lo haga.

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