Opinión

Marta Sans

Un buen día (y un mes realmente increíble)

La tormenta ya no sorprende por haberse convertido en costumbre en Mestalla

Albelda, aupado por los aficionados del Valencia

Albelda, aupado por los aficionados del Valencia / SD

Para muchos, mayo es el mes de la ilusión. La ilusión de las flores en su máximo esplendor, de las infinitas horas de luz, de los primeros baños en el mar, y de empezar a vislumbrar las vacaciones estivales. Para los devotos, la ilusión de volver a darse cita con la Geperudeta y alzarla al cielo. Para quien le guste el fútbol, el mes de los y los títulos, las finales, y los finales. En mayo, hay que creer. No hay más remedio. 

Es miércoles, 19 de mayo de 2004 y estamos en Suecia. El Valencia CF viene de ganar la Liga 10 días antes (bendito mes de mayo). En el Estadio Ullevi de Göteborg se celebra la final de la Copa de la UEFA. Un Valencia plenamente concentrado en llevarse el título europeo completa la hazaña ante el Olympique de Marsella: Albelda y Baraja levantan al cielo la copa. El Valencia CF es campeón. Perdón: el Valencia CF es doblemente campeón. 

Es domingo, 19 de mayo de 2024, y estamos en Valencia. Han pasado 20 de años. Me he levantado casi a las diez. El día es raro, y parece que en cualquier momento se vaya a desatar una tormenta que recuerda al aguacero de la celebración de otra Liga ganada en mayo, esta vez de 2002. 

Sin embargo, el escenario es bastante distinto: tres goles del Girona certifican que el Valencia va a cerrar con derrota su temporada en Mestalla. La tormenta ya no sorprende por haberse convertido en costumbre. Pesimistas y para sus adentros, más de uno recordará días de mayo llenos de ilusión que no parece que vayan a volver. Otros, apenas los recordarán por no haberlos conocido. 

Termina el partido y la temporada de Liga en casa. Lo que parecía un buen día no lo está siendo; pero, por suerte, aún no ha terminado. 

Como quien en el mes de mayo ya vislumbra las vacaciones de verano, algunos aficionados y aficionadas chés recorren Blasco Ibañez divisando a lo lejos los Jardines del Real. Conforme avanzan metros, aumenta la ilusión. Y es que el grupo granadino ‘Los Planetas’ se vuelve a subir al escenario, esta vez de Viveros, para conmemorar su primer gran título discográfico: el disco ‘Super 8’ cumple 30 años. 

Distintas generaciones esperan impacientes en los Jardines de Viveros. De un lado, una generación con las suficientes vivencias como para considerar a Los Planetas la banda sonora de su vida. Aguardan con la ilusión de las primeras veces el volver a ver en el escenario al grupo que marcó sus vidas, y al que en algún momento creyeron que no verían sobre el escenario nunca más.

De otro lado, una generación nacida a la par que los discos de los Planetas, con la ilusión de ver a quienes un día hicieron (y siguen haciendo) historia en el pop y la escena independiente patria.

Y allí estaba yo, esperando impaciente mientras veía como llegaban al recinto las primeras personas con camisetas del Valencia. Mientras espero, intento convencer a mi cabeza para que deje de cantar que Mendieta ha marcado un gol realmente increíble cada vez que veo una camiseta naranja. Se me hace imposible, claro. No solo no puedo dejar de cantarla, si no que, como si de un video-recopilatorio-homenaje se tratase, mi cabeza reproduce en bucle algunos de los mejores goles de Gaizka, y de entre todos ellos fantaseo imaginando cuál sería el que Jota vio cuando puso la tele y había un partido. 

Sonaron los primeros acordes, volvió la emoción y alguna lágrima. El día acabó siendo un buen día. Y así, durante los días D.C *(después del concierto) afronté la penúltima semana de mayo pensando en que las ilusiones siempre vuelven. 

Así que paciencia: pronto volverá a ser mayo, un mes realmente increíble. 

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