Opinión

Apegado al rol de los favoritos

La pieza más importante e inicial del proyecto de la 24/25 debe ser el entrenador

Brugué, lamentándose de una acción

Brugué, lamentándose de una acción

El punto sumado ante el Eldense volvió a quedarse corto para lo que se requería, pero el resto de resultados se empeñaron en volver a dar una vida extra al Levante, que, con solo dos jornadas por delante, sigue teniendo opciones, mínimas y complejas, de poder meter cabeza en un playoff que todavía tiene abiertas las compuertas.

Los últimos encuentros sí que han dejado una fotografía de que quizás el fondo de armario no era tan amplío, como podíamos pensar o que, para Felipe, el arquitecto deportivo del proyecto, hay ya jugadores con los que no cuenta, o al menos, ahora mismo, no los ve aptos para pujar por esa plaza que borda lo inaccesible. Con cambios ya casi conocidos de carrerilla, los problemas para ver portería, los despistes defensivos y las exhibiciones, día sí, día también de Andrés Fernández, el Levante avanza lento en el puntaje y sin casi dedos para aferrarse todavía al milagro.

Pensar en el próximo curso es lícito. Que a estas alturas del año y de la temporada se empiece a hablar, e incluso algunos ya den por hecho, que Julián Calero será el nuevo técnico granota habla bien en cuanto a la previsión. Sería irresponsable dejar pasar el tiempo y comenzar a perfilar el dibujo del Levante 24-25 tras días estériles que luego se pueden echar en falta. Con Felipe Miñambres en el puesto de operaciones deportivas, pero bajo la supervisión de José Danvila, es capital que se sepa qué Levante se quiere en cuanto a idea de juego y filosofía. Para ello, la pieza inicial ha de ser inexorablemente la del entrenador, y, es más, hay que hacerlo también partícipe, aunque no como principal protagonista, de la confección de la plantilla. No seré yo quien cuestione si Calero, o quien fuera, es el mejor técnico para el Levante.

Para ello hay profesionales que con sus informes y trabajo de campo tendrán una mejor información al respecto. Una decisión que entraña responsabilidad y que va a estar emparejada a acertar tras el fiasco de Nafti y el estancamiento de Calleja. Confiáremos y apoyaremos en lo que haga falta, pero también exigiremos. El Levante está en un momento en el que ha de dar el salto a Primera División más pronto que tarde, antes de perder ese rol de club que aún desprende aroma de élite y en el que los recuerdos de las gestas ante los grandes todavía están muy vivos. 

Este matiz es importante. Hay infinidad de equipos que tras caer de la Primera División se han eternizado en la categoría de plata y otros, que han caído a las profundidades de la Primera RFEF ahogados en lo deportivo, pero sobre asfixiados en lo económico. Lo primero evita lo segundo, pero de no darse, cómo ahora mismo transitamos, el plan también tiene que muy perfilado para que la torre, aunque con menos elementos decorativos y lustrosos, siga de pie, imperturbable, y con capacidad para ver por encima del resto un futuro prometedor al que aferrarse. 

El Alcorcón, precisamente de Nafti, cerrará la temporada regular en el Ciutat. Veremos si será el último baile de muchos en el césped granota. Con humildad, y ante la coyuntura de que ya no veamos más fútbol hasta agosto, pido una despedida digna, acorde al esfuerzo y apoyo de toda la gente levantinista. No es mucho pedir.

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