La ronda francesa

Philipsen deja a Cavendish sin gloria en el Tour

El velocista belga logra en Burdeos su tercer esprint en el Tour y protege los intereses de Merckx al impedir que la estrella británica alcance las 35 victorias de etapa.

Sergi López-Egea

La historia tendrá que esperar. Mark Cavendish corre su último Tour con la mochila de haber sido el mejor velocista de la historia y el único ser viviente que puede destrozar el hito de las 34 victorias de etapa en la ronda francesa que posee Eddy Merckx. Hace un par de años igualó el registro y sólo una acción patriótica de Wout van Aert hacia su ‘padre deportivo’ en París impidió que el ciclista británico rompiera el registro del corredor más grande que ha dado el ciclismo.

Lo tuvo tan cerca, la victoria se mira pero no se toca, tanto que tal vez Cavendish nunca lo llegue a conseguir y es que Jasper Philipsen está en este Tour que se sale y, además y por si fuera poco, tiene a su disposición el trabajo como lanzador de Mathieu van der Poel, al que sólo se le está viendo este año llevando a su compañero belga hacia la victoria: tres esprints ha habido en el Tour y los tres los ha ganado Philipsen y el cupo se acaba, porque este sábado en Limoges la meta pica hacia arriba y porque la semana que viene, entre el Puy de Dôme de este domingo y la primera cita con los Alpes, escapadas y cuestas pondrán en jaque a los velocistas y quién sabe si a Cavendish le entrarán ganas de acabar en París.

A Burdeos llegó el Tour después de 13 años de ausencia. La última vez, el ayuntamiento los llevó a las afueras con la excusa de que la ciudad estaba de obras -lo cierto es que cada vez que se llega aquí las calles están levantadas- y la organización se molestó con el alcalde. Desde entonces sólo había sido lugar de acogida de equipos y seguidores por la fortaleza hotelera.

Ahora, en cambio, fue diferente, los ciclistas llegaron al centro de la ciudad con unas medidas de seguridad especialmente férreas y sólo superadas el jueves porque Emmanuel Macron estaba de visita a los Pirineos. Fue también el primer día de verdadero calor, del que derretía el asfalto cuando el Tour se corría en blanco y negro. O eso decían los viejos cronistas. Y todo el mundo sabía que el día acabaría con un esprint, incluidos los espectadores que buscaban un hueco en las vallas a lo largo de la avenida que protege a la ciudad del río Garona, marrón como si todo el barro se hubiera apoderado de su caudal.

El Tour de Carlos Rodríguez

Sólo hacía falta confirmar si el día pasaría a la historia por la victoria de ‘Cav’, se viviría el tercer triunfo de Philipsen, o daría la sorpresa algún otro de los velocistas apuntaros a la prueba. Eran los que superaron los Pirineos a un intenso ritmo cicloturista lejos de la batalla entre Jonas Vingegaard, ya vestido de amarillo, o Tadej Pogacar, de blanco, en el último año que puede aspirar también a la victoria entre los menores de 25 años, en cuya clasificación, en segundo lugar, figura Carlos Rodríguez. El andaluz se vestiría de blanco y de prestado si ‘Pogi’ le arrebatase la prenda amarilla a Vingegaard, pelea intensa hasta ahora, duelo que se reproducirá el domingo en las cuestas históricas del Puy de Dôme.

Día de recuperación

Era día de recuperación, destinado a revivir las fuerzas, todos a rueda, pero atentos hasta los tres kilómetros finales, la zona de protección, donde respiran los líderes del Tour, porque en el supuesto de que caigan o se queden cortados, se les da el tiempo del ganador. Por fortuna, Burdeos se presentaba como una ciudad de largas avenidas, sin rotondas y con rectas, sin aparentes peligros, en un Tour que, hasta ahora, y que dure, rehúye de las caídas masivas. El recorrido, intenso y fiero desde el kilómetro cero de Bilbao, ayuda a ello. La primera etapa fue como una clásica y solo ha habido tres etapas de cierto respiro, los tres esprints que ha ganado Philipsen.

El de Burdeos fue sin sobresalto y donde parecía que todo estaba atado y bien atado por Van der Poel en su papel de lanzador cuando saltó Cavendish como un loco, cuando vio que tocaba la meta con su manillar, cuando obligó a Philipsen a darle aún más fuerte a los pedales, para dejarlo sin gloria, para proteger como buen belga los intereses de Merckx, que una cosa era empatarlo a victorias de etapa y la otra superarlo. Y es que ‘El Caníbal’ entre Van Aert y Philipsen tiene su gloria a resguardo.