La ronda francesa

Van der Poel marca la victoria de Philipsen en el Tour

El velocista belga triunfa en Bayona después de que el astro neerlandés y nieto de Poulidor se convirtiera en su lanzador, tras una etapa tranquila en la que Adam Yates conservó el jersey amarillo.

Sergi López-Egea

Quienes lo conocen bien aseguran que Javier Guillén, director de la Vuelta, si pudiera, no pondría en la ronda española ni un esprint ni una contrarreloj, a no ser que fuera en cuesta. Él es uno de los artífices de esta revolución que se está produciendo en el ciclismo estos últimos años y que todos siguen, excepto el Giro, aburrido al máximo este año. El Tour, dueño de la ronda española entre otras carreras, se ha fijado en lo que ocurre en España y por esta razón se ha envalentonado tratando de eliminar al máximo las llegadas masivas y colocando, por ejemplo, la subida al Tourmalet, a la sexta etapa, algo impensable hace poco tiempo.

Los velocistas saben que igual son una especie que poco a poco se extingue. No les pasará como a los dinosaurios, porque si organizas una carrera de 21 etapas no puedes estar todos los días machacando a los favoritos y deben tener etapas como la de este lunes para reponerse del explosivo estreno en Euskadi. De hecho, la tercera etapa no salió del País Vasco, sino que fue del sur al norte, para llegar a una ciudad preciosa -y vasca- como pocas, Bayona, famosa por su jamón y por su chocolate.

Era el lugar que tenían marcado en rojo los velocistas, que la verdad, no deberán gastar mucha tinta en sus rotuladores, si es que los llevan, para anotar metas donde se puedan exhibir. Si se es generoso cuatro esprints y poco más, incluyendo los Campos Elíseos, aguardan a los locos de la velocidad.

Y aun así la lista de velocistas apuntados al Tour es excelente porque, aunque haya pocas oportunidades nadie quiere desaprovecharlas, que los esprinters buenos cobran un pastón: Jasper Philipsen (el primero que se apuntó el tanto), Fabio Jakobsen, Phil Bauhaus, Mads Pedersen, Biniam Girmay, Caleb Ewan y dos viejas glorias que este año se retiran, nada menos que Mark Cavendish Peter Sagan.

En Bayona triunfó Philipsen, en una etapa en la que no pasó nada, con fuga consentida y capturada, con ikurriñas al aire tal cual había ocurrido en Euskadi sur, y con sol y calor tras dos días incómodos por la lluvia intermitente. Y es que el corredor belga dispone de un plus especial. Sin un buen lanzador, el que te protege del aire, el que te impulsa, el que te abre el camino a velocidad endiablada, no puedes ganar un esprint, mucho menos en el Tour. Philipsen tiene a Mathieu van der Poel y eso es como si eres delantero y tienes a Leo Messi para que te dé el último pase.

Van der Poel no se le cayeron los anillos pudiéndose escaquear de liarse en un esprint, que por algo ha ganado este año la Milán-San Remo y la París-Niza y es el campeón del mundo de ciclocrós. Pero no, después de dos días escondido por el País Vasco, se decidió a entrar en acción en el esprint final, se olvidó del peligro que siempre ocasionan este tipo de etapas, y decidió impulsar a su compañero Philipsen hacia la victoria; vamos, como si se hubiese colocado detrás de una moto… pero no cualquiera, sino una MotoGP. Ganó y este martes podría repetir en la llegada de Nogaro, en una etapa que servirá para recordar a Luis Ocaña por los territorios donde acostumbraba a entrenar.