La resistencia de Mestalla (1-0)

El Valencia, en un formidable ejercicio colectivo, tumba al Madrid y acaricia la salvación en un estadio entregado y en un partido tenso, polémico y agónico hasta el minuto 117

Diego López, tras marcar el tanto al Madrid

Diego López, tras marcar el tanto al Madrid / JM LÓPEZ

Vicent Chilet

Vicent Chilet

El Valencia sumó un triunfo increíble para escapar casi definitivamente de la amenaza del descenso tras derrotar al Real Madrid en un partido agónico y épico, con una renta protegida en el centenario calor de Mestalla a su equipo. Cuando se agoten los debates sobre todas las broncas, interrupciones, los presuntos insultos racistas lanzados desde un focalizado sector de la grada joven a Vinicius, que acabó expulsado por propinar un puñetazo a Hugo Duro y deseando el descenso de los blanquinegros, después de todo el ruido, deberá hablarse también del formidable ejercicio colectivo del Valencia. Un equipo que estaba muerto y que Rubén Baraja ha rehabilitado recurriendo a la savia eterna de Paterna, a la constante capacidad de regeneración del club a pesar de sufrir la peor gestión conocida en un grande de Europa. Se tendrá que remarcar que Diego López marcó el tanto de la victoria, como Javi Guerra al Valladolid y Alberto Marí al Celta, para rescatar casi definitivamente a un Valencia aupado en la atmósfera fantástica de fútbol del legendario estadio de Mestalla.

Enchufado con toda la artillería ambiental de los minutos previos, en una tarde soleada de música, colorido y pellizcos en el corazón por la efeméride del templo, el Valencia salió a por todas. En dos minutos ya se habían contabilizado dos caídas de Kluivert y Cavani (nada punibles) en el área del Madrid, y un balón cruzado a pase de Gayà al que no llegaba por poco Diego López. Los jugadores madridistas tardaron en sacudirse la asfixiante presión de un Valencia con defensa adelantada y pocos pero punzantes pases. Sofocado el arreón inicial, los visitantes equilibraron el duelo buscando las conducciones largas de Vinicius, frenado con dificultades por Thierry y Gayà, a quien buscó constantemente las cosquillas.

El control territorial era madridista, instalado por momentos en tres cuartos, pero el Valencia sabía que ese escenario era el más previsible, que formaba parte del plan. Se atrincheraron los de Baraja. Muy juntos y ordenados, sellando todos los pasadizos centrales, extraordinariamente paciente para buscar su ocasión en robos y desplazamientos en largo. A los 10 minutos Javi Guerra dibujaba un recorte de media vuelta ante Asensio y cambiaba de orientación hacia Gayà, en una contra acabada en saque de esquina. En el minuto 15 Almeida se sacaba un derechazo desde la frontal, seco aunque centrado, blocado en dos tiempos por un Courtois cuyos guantes empezaban a entrar en calor.

El Valencia insistió en ese manual. Así se llegó al gol liberador del minuto 33. Otro desplazamiento en largo, esta vez de Cömert hacia Gayà. El Madrid se había recogido bien, pero el Valencia trianguló con calma hasta encontrar a Justin Kluivert. El extremo neerlandés, hiperactivo, giró la cadera 180 grados, con habilidad, como emulando en ese mismo santo pasto a su abuelastro Faas. Su pase salió mordido pero llegó a tiempo a los pies de Diego López, intuitivo para creer en la jugada. Estalló el estadio de júbilo para transportar al Valencia a las puertas del segundo gol. La sentencia pudo llegar en el 46, con el descaro increíble de Javi Guerra, futbolista valiente, con planta y recursos, que ha arrancado los galones para acudir al rescate de su club. Desde la frontal, sabiendo que era la última jugada de la primera parte, se fue a la aventura con regates hasta poder perfilar el primer disparo y el rechace posterior, desviados ambos por un Courtois gigante.

Courtois salvó al Madrid

Había perdonado la sentencia el Valencia y el Madrid salió al descanso renovado, con la frescura de Rodrygo y beneficiado por el escenario de intercambio de golpes que caracterizó a la segunda mitad. En ese caos de ida y vuelta, Kluivert lideraba las contras del Valencia, en ocasiones sin elegir el pase final correcto, y en otras con Diego López chocando de nuevo con Courtois en la definición.

Baraja trató de fortificar el entramado defensivo con el doble lateral formado por Foulquier y Thierry primero, y luego Lato. Con el Madrid definitivamente volcado, el partido llegó al parón del minuto 70. Una nueva internada de Vinicius fue detenida con un lance accidental, al chocar con un segundo balón, que salió de la grada de animación y Cömert envió, con mucha precisión, a la ubicación del brasileño, seguido por Foulquier. El caos generado por una jugada atípica multiplicó los nervios, con Vinicius en el centro de las protestas. La estrella del Madrid escuchó desde una de las primeras filas de la Grada Joven un supuesto insulto racista que frustró por completo al jugador, señalando con el dedo al infractor. El partido quedó detenido durante diez minutos hasta que por megafonía se afeara el comportamiento de esa minoría.

Vinicius: agresión, roja y gestos a la grada

El desenlace se consumió en una tensa guerra de nervios, con varias tarjetas por protestas y desconsideraciones a los líniers. Al Valencia le quedaron energías para buscar contras hacia Gayà, roto a calambrazos y reemplazado por Yunus, y para que Kluivert explotase su último esprint. El Valencia se defendió con todo, como pudo, con Foulquier y Mamardashvili agigantándose en una resistencia que valía la salvación. El portero georgiano sacó una mano increíble ante Valverde, totalmente liberado para fusilar. Giorgi volvió a volar para desviar un golpe franco de Kroos. Era el primer minuto de un descuento que debía durar diez minutos pero que se prolongó más que el siglo de vida de Mestalla. Vinicius, protagonista en todos los lances, vio la expulsión al propinar un golpe a Hugo Duro, en mitad de una tangana por pérdida de tiempo. En su retirada, Vinicius, excepcional futbolista y maleducado compañero, dedicó gestos “A Segunda” a los jugadores blanquinegros. No parece que correrá esa suerte el Valencia, que con 40 puntos sella virtualmente la salvación, en un templo que lleva siendo inexpugnable 100 años y un día.