Juventud al poder (1-4)

Un Valencia que acaba con siete canteranos suma su tercer triunfo seguido con goles de Hugo Duro Diego López, Javi Guerra y Jesús Vázquez, tras saber interpretar y madurar un duelo de colmillo afilado y protagonismo arbitral

El VCF celebrando uno de los cuatro goles ante el Cádiz

El VCF celebrando uno de los cuatro goles ante el Cádiz

Vicent Chilet

Vicent Chilet

La victoria del Valencia en Cádiz son tres puntos de mérito y prestigio, que premia la progresión del joven equipo esculpido sin recursos por Rubén Baraja. Desbordan los argumentos, por ser el tercer triunfo consecutivo, por llegar en un tramo de calendario congestionado por los focos de la Copa, por saber leer, interpretar y madurar un tenso envite de colmillo afilado en un desplazamiento hostil como el de Nuevo Mirandilla, acabando el partido con siete canteranos.

Como en los tiempos del Valencia de Ricardo Alós, el pichichi decano, fallecido antes del duelo. Un Valencia de optimismo radiante, que superó con goles de Javi Guerra, Jesús Vázquez, Hugo Duro y Diego López (protagonista absoluto con dos asistencias) la fiereza de su rival y la frustración psicológica que planteó el partido con el arbitraje de Díaz de Mera, que castigó al Valencia con un penalti muy dudoso e indultó a Luis Hernández tras propinar un puñetazo a Hugo Duro. Contra todo puede el digno y valiente Valencia, que no hace cuentas con un descenso alejadísimo y una tentación de pensar en Europa que no altera el plan de un bloque que hace caso a su técnico. Hay que aprovechar el momento. Carpe diem. Turno para el Celta y Mestalla.

Si alguien pensaba que el Valencia se podía desconectar pensando en la eliminatoria de Copa del próximo miércoles, el gran ambiente y los decibelios del Nuevo Mirandilla y la motivación de un equipo de sangre caliente como el Cádiz, activaron la mente y las piernas de los jugadores. El equipo de Baraja entró enchufado al partido, consciente de lo que había en juego. Resumido en una frase, ante el Cádiz el Valencia decidía a qué aspiraba. A seguir creciendo hacia la órbita europea, a especular con la vida tranquila de media tabla con el descenso alejado. Nunca negocia el equipo blanquinegro, joven y alegre, un bloque optimista en unos tiempos societarios de penumbra.

A los 8 minutos encontró recompensa el Valencia. Una jugada que recontraconfirma la intuición que aplica Diego López a su oficio. El delantero asturiano marcó los tiempos, frenando y acelerando para dejar atrás a un tanque como Fali y luego volver a detener las pulsaciones para ver la entrada de Hugo Duro, que batía a placer a Conan Ledesma. Muy pronto cambiaba el guion de partido largo que interesaba al Cádiz, que afiló el colmillo en busca del empate. Era un duelo muy exigido en pelotas divididas, con mucho contacto, con duelos como el de Gayà e Iván Alejo en el que saltaba la pintura desde los primeros minutos. Un escenario en el que el Cádiz, con una media de edad cuatro años mayor a la del Valencia, más experto y con un punto de acidez más resabiado, se siente más cómodo que los visitantes.

En un partido de ese voltaje emocional, la responsabilidad del colegiado pasa por saber gobernar el juego. Lo que hizo Díaz de Mera fue todo lo contrario, aumentar el fuego con dos acciones decisivas. A los 16 minutos, una falta botada por Alcaraz rebota sobre los brazos pegados a sus cuerpos de Pepelu y Foulquier. Una carambola fortuita y nada intencionada, que valió la meditación durante cuatro minutos de todo el dispositivo arbitral, con sus cámaras, imágenes desde distintos ángulos y juicios reposados en frío. Se decretó un penalti altamente discutible, que el mismo Alcaraz pateó con maestría para establecer un empate y dibujar otro partido. Un duelo ya dominado en las oleadas de juego directo y envíos laterales del Cádiz, multiplicando los rugidos de la grada.

Se podía temer que el Valencia, más tierno, saliera del partido, pero Sergi Canós avisó de que su equipo nunca pierde la valentía, en una pelota perdida que el de Nules cruzó y cuando se cantaba el gol Fali desbarató a córner.

Díaz de Mera aumentó su protagonismo en el minuto 29, al castigar con una simple amarilla una agresión clamorosa de Luis Hernández sobre Hugo Duro. Una acción, a diferencia del penalti, claramente deliberada, abrumadoramente visible, un puñetazo en toda regla sobre el mentón del delantero getafense. Un nuevo agravio que podría desquiciar definitivamente al Valencia. Sin embargo, no perdió los nervios el bloque del Pipo, muy confiado en su potencial, en su plan, en su capacidad futbolística, pese a todas las etiquetas, algunas evidentes, otras prejuiciosas.

Aguantó las embestidas el Valencia de un Cádiz muy directo tras la reanudación. Sabía el Valencia que tendría su posibilidad de réplica. Llegó en una contra inventada por Sergi Canós, en un pase con el exterior, preciso y en profundidad a la carrera de Diego López. Como en el primer tanto, el de Turón manejó a su antojo el tiempo, acompañado por Hugo que, con astucia, falcaba a los centrales cadistas en el repliegue, habilitando la definición tranquila final de Diego López.

Con media hora por delante, el tenso partido se podía decidir en la aportación desde los banquillos. Sergio daba entrada a Brian Ocampo, Escalante, Sergi Guardiola y Pires para revitalizar a los locales. Baraja apuntalaba los laterales y la defensa, con Thierry, Jesús Vázquez y Yarek. Javi Guerra y Alberto Marí tenían que encargarse de que el desenlace se jugase también en campo rival. Así pasó.

En un ambiente cada vez más crispado, no renunció el Valencia a cazar más goles. Contó con metros para correr, como en el minuto 80 cuando Alberto Marí tuvo el tercero, casi sin ángulo, a un palmo del poste y la línea de gol. Con siete canteranos sobre el césped, cuando se pensaba en un final rebosante de sufrimiento y nervios, el Valencia apagó el conatp de incendio y sentenció. Una contra capitaneada por el gigantesco Diego López, culminada por Javi Guerra. Ni el tercero colmó el apetito del rebelde Valencia. Con el tiempo casi cumplido, Alberto Marí asistía a Jesús Vázquez para el cuarto ¡Juventud al poder!