Cruda realidad en el Metropolitano (2-0)

El Atlético no da opción a un Valencia demasiado cohibido y en un proceso de aprendizaje que muestra sus limitaciones en grandes escenarios

Atlético de Madrid - Valencia: Pepelu y Gayà se lamentan con un gol colchonero

Atlético de Madrid - Valencia: Pepelu y Gayà se lamentan con un gol colchonero / EFE

Vicent Chilet

Vicent Chilet

Uno de los méritos del juvenil Valencia de Baraja es el de haber logrado acercarse a Europa a contracorriente, compitiendo mientras prosigue con un proceso de aprendizaje que, en determinados escenarios y ante concretos equipos, sin el calor ni verticalidad de Mestalla, recibe un recordatorio de cruda realidad.

Ya sucedió en el Bernabéu, también esta noche en el Metropolitano, ante un Atlético de Madrid demoledor que no dio alternativa a un Valencia muy tímido, sin la convicción necesaria con la que comparecía cuando este duelo se libraba entre iguales a orillas del Manzanares. Un ex, Samu Lino, y Memphis liquidaron un partido que aguantó con vida mientras Mamardashvili sacó manos y pies milagrosos. La derrota resitúa al Valencia en su guerra propia, la de no hacer cuentas, ni con Europa ni con necesarios fichajes pendientes de un ok caprichoso allende los mares. La realidad de jugar, crecer, aprender, con ilusiones justas.

Simeone, que tiene memoria y no se fía ni de su sombra, recordaba el inicio fulgurante del Valencia en Mestalla en el duelo de la primera vuelta y mandó salir a los suyos con el mismo ímpetu, para reprimir todo atisbo de atrevimiento juvenil de los valencianistas. Movía el Atlético de un lado para otro la pelota, como un limpiaparabrisas acelerado.

El Valencia trataba de no desordenarse, pero corriendo demasiado desde muy pronto, lejos del balón, sin sobrepasar el 30% de posesión. Pepelu se llevaba todos los golpes, con balonazos en el estómago y en el rostro, del frenesí local. Encontró una vía para abrir túnel el Atlético con Samu Lino de carrilero, bien apoyado por Memphis, para encontrar la referencia final en el remate de Griezmann.

El atacante francés tuvo dos casi seguidas ante Mamardashvili, portero de fuste que cada vez más se agiganta en grandes escenarios. En el 16 y en el 24, el georgiano sacaba manoplas, rodillas y pies salvadores para evitar, o posponer, el primer gol colchonero.

El Valencia perseguía sombras, desbordado ante las combinaciones rápidas, al primer toque y en pequeños espacios de un Atlético que no dejaba pensar, maniobrar, ni apenas respirar. En el 26, De Paul servía a Lino que desviaba ligeramente la trayectoria del balón para para obligar a Mamardashvili a tirar de reflejos de forma brusca, notando un pinchazo en el muslo que también sintió (pero en el corazón) todo el valencianismo mientras el de Tibilisi era atendido.

En esas interrupciones, pasada la media hora, el Atleti se tomó un respiro, el Valencia notó mejoría con el cambio de bandas entre Diego López y Fran Pérez, y el partido pareció estancarse en una falsa zona de confort para el Valencia, que lanzaba su primer córner y estiró líneas. Pero el Atleti castiga toda distracción, cualquier mínima descoordinación. Con el tiempo extra casi cumplido, Lino rompía la igualdad al recoger en solitario, perseguido a distancia por Fran Pérez, un cambio de orientación de Griezmann, con Foulquier desubicado porque venía de truncar una contra en banda izquierda del Atlético, segundos antes.

Demasiado cohibido, el gol en contra debía despertar en el Valencia algo de ese descaro que lo hace competitivo. Riesgo y vértigo. Los de Baraja adelantaron 20 metros su bloque y al Atlético, cauto, no le disgustó la idea de replegar filas y esperar a gozar de espacios. El partido estaba en la salsa para los de Simeone. El Pipo introdujo a Yaremchuk para fijar a los rojiblancos más atrás, pero no hubo opción. En el 58 sentenciaba el Atleti. Una jugada rápida, con cambio de orientación de Koke, centro tenso de Nahuel y remata de cabeza a bocajarro de Memphis, que se adelantaba a Mosquera.

Al partido le quedaba media hora en la que exhibió un orgullo herido, a destiempo, suficiente para animar el final. Yaremchuk en el 67 probaba por bajo a Oblak, se contó con algún lance furtivo entre rechaces, el VAR desmentía a De Burgos Bengoechea al decretar un penalti en un corte limpio de Gayà.