Jarro de agua fría al sueño europeo (0-0)

Reparto de puntos válido para el Mallorca y completamente insuficiente para el Valencia, que no se puede permitir tropezones en Mestalla si quiere seguir aspirando al 'top7'

Fran Pérez, ante el Mallorca

Fran Pérez, ante el Mallorca / E. Ripoll

Rafa Jarque

Rafa Jarque

En Mestalla, alentado por tu gente, tras un parón para coger aire, contra un rival que inevitablemente mira de reojo a la final de Copa... era una oportunidad de oro para dar otro paso de gigante hacia el sueño europeo, pero al Valencia le faltó frescura, precisión y por momento incluso actitud. Un punto insuficiente que no elimina a los pupilos de Baraja de la lucha europea, pero sí inclina todavía más la pendiente a falta de 10 partidos.

Solo unos minutos fueron suficientes para percibir que los nervios de unos y otros estaban demasiado presentes en Mestalla. Los del Valencia porque cada vez quedan menos jornadas y la posibilidad de clasificarse a Europa es real, aunque el margen de error es mínimo. Y el Mallorca, por su parte, porque en una semana disputa una histórica final de Copa del Rey a la que es difícil no dedicar los cinco sentidos. Y con esos ingredientes aclimatando un escenario de lo más tenso, blanquinegros y bermellones saltaron al césped afectados por una imprecisión y falta de ideas que ensució el primer tramo del partido. Las cosas no salían para los de Baraja, que en el minuto 15 vio como las cosas se ponían todavía más cuesta arriba con la lesión muscular de Yaremchuk, que tuvo que pedir el cambio.

Avanzaba el crono y el Valencia apenas daba señales de vida. Tampoco era un asedio del Mallorca ni mucho menos, pero los de Aguirre avisaron tímidamente con algún que otro centro lateral, una de sus armas más preciadas, y tiros de larga distancia. En cualquier caso, Mamardashvili no tuvo que trabajar. En el minuto 30 llegó el tramo más interesante del primer acto. Una jugada embarullada del cuadro valencianista concluyó con un disparo de Hugo Duro que impactó en el pecho de Omar Mascarell. Ortiz Arias, incomprensiblemente, señaló los 11 metros que el VAR, posteriormente, se encargó de corregir. Hubiese sido un premio que los de Baraja no merecían.

Cambio de actitud en la segunda parte

El correctivo de Rubén Baraja a sus pupilos en el descanso debió ser uno de esos que asustan, porque el segundo acto comenzó con un Valencia complemente distinto al del primero y más parecido a lo que viene demostrando toda la temporada en Mestalla. Velocidad, improvisación, verticalidad... el equipo era otro y rápido se encontró con dos ocasiones muy claras para abrir el marcador. Primero Hugo Duro cruzó en exceso un buen pase interior de Fran Pérez. Fue solo un aviso porque la más clara, imperdonable incluso, llegó en el minuto 48. Greif se presentó en LaLiga (ya lo había hecho en Copa) con una parda majestuosa a un zapatazo de Pepelu. El rechace le cayó a un Peter Federico que lo vio demasiado bonito para ser verdad. Los asistentes a Mestalla ya se levantaban de su asiento para celebrar el gol, pero el hispano-dominicano, solo y sin portero, remató mordido. Jarro helado para el buen momento del equipo y para el chico, que necesita un gol que le impulse.

La incredulidad del error pareció afectar al equipo, que cesó ligeramente en su empuje y dio pie, incluso, a aproximaciones del Mallorca, que recordaba que seguía estando ahí con avisos de Muriqi, Abdon Prats y compañía. La segunda parte empezó a recordar a la primera y los porteros volvían a aburrirse ante la incapacidad de ambos equipos de crear peligro. Si había alguna ocasión era aislada, aunque en una de esas estuvo apunto de llevarse el partido el Valencia. Fue de nuevo Hugo Duro, que cabeceó un gran centro de otro Hugo, Guillamón. Pero el delantero va a soñar con Greif, que demostró estar preparado para la final de Copa.

El cronómetro avanzaba y el partido murió no sin algún tímido aviso tanto del Valencia como del Mallorca, pero sin demasiada trascendencia. Con el pitido final, decepción en el césped y en las gradas de Mestalla, que ven cómo les cae un jarro de agua fría en su carrera por terminar la temporada en puestos europeos.