El tiempo cura heridas y relativiza casi todo, incluido una croqueta como la que hizo Emery en Mestalla tras el gol de Mbia en el tiempo añadido de las semifinales de la Europa League de 2014 para descarrilar al Valencia CF de su camino a la final de Turín cuando la grada ya saboreaba la clasificación. «Es algo natural y no me arrepiento. Hay que vivirla, si usted no la vive, no puede sentirla pero como no la va a vivir», añadió poco después. Unai siempre ha tenido el método y casi siempre también los jugadores, pero no ha tenido el carisma y aquel episodio lo acercó más hacia el papel de villano que al de héroe para el valencianismo, que este jueves se reencuentra con el de Hondarribia en otra semifinal de la Europa League, esta vez frente al Arsenal. Con Emery hay mil cuentas pendientes. De aquel 1 de mayo -hoy se cumplen cinco años, tiempo suficiente para que renovar un club desde arriba hata abajo- tan solo queda Parejo como actor principal además de un Gayà y un Jaume Domènech que eran jugadores del Mestalla, comenzaban a asomar la cabeza en el primer equipo y cuyo rol era tan irrelevante que en el vestuario se llegó a debatir si debían cobrar su parte proporcional de la prima que el club entregó al equipo por remontar la eliminatoria previa contra el Basilea o, por el contrario, debía repartirse entre los demás.

El Sevilla pasó a la final de la forma más cruel para el valencianismo y en Turín le esperaba el Benfica. Los portugueses volvían a plantarse en el partido definitivo por el título después de perder la edición anterior ante el Chelsea en Amsterdam por un gol en el 93' obra de Ivanovic, dispuestos a desafiar la maldición de Bela Guttman, que pronosticó en 1962 que no ganarían un título europeo en cien años. En las águilas dos valencianistas como Rodrigo y Garay mordieron el polvo y también de forma traumática, con un guion muy parecido al desenlace de las semifinales del Valencia CF ante el Sevilla. Ambos equipos fueron incapaces de anotar un gol durante los más de 120 minutos de juego -Rodrigo dispuso de ocasiones claras para marcar pero no anduvo fino- y se batieron en la tanda de penaltis. El drama estaba servido y castigó la falta de precisión de los portugueses, cebándose particularmente con Rodrigo, que falló uno de los penaltis ante Beto, eirigido como héroe de un Sevilla que hizo pleno -cuatro de cuatro- decidiendo el último de ellos Kevin Gameiro, curioso guiño del destino. El delantero hispano-brasileño se presentó en Turín defendiendo que la maldición era un invento de la prensa y se marchó tocado, tratando de encontrar explicación a algo casi inexplicable.

La mejor ocasión

Tanto fue así que aún a día de hoy el futbolista y su entorno bromean con que no recuerdan lo que sucedió: «memoria selectiva», argumentan. Desde entonces el valencianista no ha logrado un título europeo, ni tampoco Garay, que tras cuajar una gran actuación encajaba la derrota con un: «A veces no gana el mejor», pura resignación. Garay y Rodrigo, ahora como valencianistas, tienen una oportunidad clarísima de revancha conquistando la RodrigoEuropa, como Parejo, que nunca ha ganado un título como profesional. El capitán tiene la ambición de trascender alcanzando la gloria y no pasar a la historia como el símbolo de un Valencia CF que no consiguió nada. Hay mil alicientes en juego en la eliminatoria contra el Arsenal y a la vez mil cuentas pendientes. Unai, enemigo íntimo.

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