En su imparable travesía hacia no se sabe dónde, el Valencia sucumbió a un nuevo naufragio. Adiós a la Champions League por la puerta de atrás. En una noche triste y artificial, sin público en la grada por la crisis del Coronavirus, el desmoronamiento coincidió para más inri con el anuncio del aplazamiento de las Fallas. Lo que faltaba para arrancar a Mestalla del foco de la noticia. Por desgracia la derrota no pilló a nadie por sorpresa. Pese a haber salvado icebergs más altos durante la fase de grupos, entre ellos los del Ajax y el Chelsea, el que se llevó a pique al Valencia fue el de la Atalanta. Y eso que los italianos, aunque mortales de necesidad, se presumían como uno de esos obstáculos que no iban a exigir un salto de otro mundo. Ilicic, parte ya de la historia negra con su póker, resquebrajó el casco del equipo de Celades, agujereado por la popa y con una actuación calamitosa por parte de Diakhaby, entre la negligencia y la misericordia.

En mitad del más absoluto silencio, con Mestalla convertido en un Mad Max, el Valencia se hundió sin remisión. Al son que marcaba Ilicic fue incapaz de competir jamás, así en la vuelta como en la ida, sin patrón en el banquillo ni plan sobre el campo. No hubo flotador al que agarrarse, ni siquiera gritos pidiendo auxilio más allá de las bocanadas para resistirse a su suerte marcando tres goles. Tampoco hubo bronca o pitidos. Las despedidas siempre son tristes pero esta fue como el funeral de un enfermo terminal. Todos los males coincidieron en un partido por el que se desfiló como en procesión. Cualquier atisbo de futuro pasa ahora, sin duda, por una profunda catarsis. Y es que, en el momento más decisivo de la temporada, resuelto con un global de 4-8 en contra, el Valencia no compareció.

Pese a venir de hacer aguas por todas partes, el equipo se ahogó por muchos y variados motivos, aunque todos tienen en uno de sus vértices la nula clarividencia para cambiar el rumbo. Fue, en definitiva, un partido a la altura de lo que está siendo el hundimiento. La actuación de Diakhabyel único dedefensa nato disponible, retrató de manera cruda lo que a día de hoy es un equipo en el que nadie rinde por encima de su nivel y en el que el técnico ha sido incapaz de corregir los errores groseros que a lo largo de la temporada están cometiendo futbolistas de primer nivel. El francés, inequívocamente señalado, regaló dos penaltis. El primero al minuto y medio, lapso suficiente para llevarse por delante cualquier posibilidad por remota que fuese. Nada nuevo bajo el sol. Sus errores en la fase de grupos, en especial la expulsión en cinco minutos contra el Lille, ya pusieron la clasificación al límite. Luego se corrigieron en Amsterdam, pero allí otra vez se cometió otro desliz imperdonable, el de Gabriel Paulista, ausente por sanción en esta ronda.

De aquellos polvos, los ocho goles en contra de la eliminatoria ante uno de los ataques más fieros de Europa. También de las peores defensas, a la altura del propio Valencia. El segundo acto, con todo perdido y visto que tampoco servían ya para mucho, se jugó sin centrales, con Kondogbia y Coquelin atrás en lugar de en la medular. La duda a esas alturas estaba en si Celades había quitado a Diakhaby para protegerlo, para quitárselo de encima o simplemente por humanidad. Probablemente por un poco de todo. Con y sin él, la última noche en la Champions estuvo a mitad de camino entre el surrealismo y lo absurdo. La remontada, más aún con todos los condicionantes, era un imposible, pero la quimera duró un abrir y cerrar de ojos, el tiempo que tardó en caer Ilicic en el área. Era la primera vez que encaraba y la zancadilla no ofreció discusión. El VAR la revisó por protocolo, no porque hubiese dudas, sino porque el esloveno exageró más de la cuenta. No hacía falta. La cara de culpabilidad del atribulado infractor era ya un poema.

Igual que en San Siro, el gigantón de Gasperini volvió a ejercer de verdugo. Con el 0-1 nada más arrancar, el partido adquirió un tinte más extraño. La megafonía atronaba con un sonido ambiente enlatado, como de videojuego. A cinco goles entonces de la clasificación y cuatro de la prórroga como mal menor, el equipo necesitaba motivos por los que seguir jugando a falta del calor de una afición que se había desgañitado a las afueras. Los encontró con el gol de Gameiro, pero de nuevo Diakhaby, sacando el brazo a pasear para que lo rebobinara el VAR, se empeñó en que todo se limitase a que los minutos fuesen pasando. Enfrentándose dos equipos calamitosos en defensa los goles cayeron como churros, especialmente en la portería de Cillessen.

La Atalanta, a la que le quedaban otros dos, se marchó al descanso con un global de 2-6 sin haber hecho prácticamente nada. Todo fue cosa del Valencia, que ni en sus peores presagios se temía echar sus escasas opciones de remontada por la borda de esta manera. Fue el rival el que marcó pronto, antes de romper a sudar, y a partir de ahí ya no hubo manera ni épica a la que agarrarse. Fútbol tampoco, aunque los análisis previos no resistían el bisturí de la razón. Gameiro, con un doblete estéril, trató de acudir al rescate. Entre el delantero francés y Rodrigo intentaron al menos sacar la suñas ante una defensa que se rasgaba con un simple arañazo. Palomino, aunque sin ningún penalti, hizo de Diakhaby. Sus errores, y la fragilidad atrás de los de Gasperini, resultó hasta dolorosa. El que había delante no era un rival temible. A un nivel deplorable en cuanto a competitividad, el Valencia ha sido capaz de marcarle cinco goles. Pero es que ha recibido ocho.

Con la única motivación de que el resultado no fuese de escándalo, y de paso que el sufrimento tampoco se hiciese eterno, Gameiro anotó de nuevo y Ferran hasta puso al equipo por delante en el último arreón. Pero el Valencia, con banderillas clavadas en el lomo, estaba partido. Cada aproximación de la Atalanta, exactamente como en Milán, era ocasión clara o gol. Ilicic lo destrozó sin piedad. Celades, mientras tanto, tras haber vuelto a tirar de Rodrigo de inicio, se limitaba a repartir descansos, pensando en LaLiga y en evitar males mayores. Un mal sueño en una noche fantasmal.

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Ficha técnica:

3 - Valencia: Cillessen, Wass, Coquelin (Cheryshev, m.75), Diakhaby (Guedes, m.46), Gayà, Ferran Torres, Kondogbia, Parejo, Carlos Soler, Rodrigo (Florenzi, m.79) y Gameiro.

4 - Atalanta: Sportiello, Djimsiti, Caldara, Palomino, Hateboer, De Roon (Zapata, m.43), Freuler, Gossens, Pasalic (Tameze, m.83), Papu Gómez (Malinosvskyi, m.78) e Ilicic.

Goles: 0-1, m.3: Ilicic, de penalti. 1-1, m.21: Gameiro. 1-2, m.43: Ilicic, de penalti. 2-2, m.51: Gameiro. 3-2, m.67: Ferran. 3-3, m.71: Ilicic, 3-4, m.82: Ilicic.

Árbitro: Ovidiu Hategan (ROM). Amonestó por el Valencia a Coquelin, Diakhaby, Kongobia y Wass y por el Atalanta a Freuler.

Incidencias: partido de vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones disputado en Mestalla sin público como consecuencia de las medidas ante el riesgo de propagación del coronavirus.