Este lunes, 25 de mayo, el Valencia CF cumple un año con su condición de campeón de Copa intacta. La crisis del coronavirus ha provocado que los finalistas de la actual temporada, Athletic Club y Real Sociedad, estén planteándose aplazar a noviembre su pelea por el título 2019/20 con el objetivo de que sus aficiones puedan acompañarles en las gradas de La Cartuja.

Hace justo un año el Valencia venció por dos goles a uno al FC Barcelona en otro punto de Sevilla, el estadio Benito Villamarín, para alzar su octava Copa del Rey sin ganar títulos. Un título que culminaba el sueño de todo el valencianismo de celebrar por todo lo alto su Centenario. Una Copa lograda con brillo pero que también tuvo su punto oscuro: Marcelino, en la rueda de prensa de su despedida, lanzó la misiva de que haber peleado por este título fue el motivo de su ruptura con la propiedad, que acabó provocando un nuevo cambio de rumbo en la entidad con la salida del propio entrenador y de Mateu Alemany, artífices del proyecto deportivo.

Hasta la noche del 25 de mayo de 2019, las últimas letras en el palmarés valencianista se referían a otra Copa, la de 2008, ganada en Madrid frente al Getafe (3-1). El éxito apenas se festejó por las dificultades que el equipo de Ronald Koeman estaba pasando en la Liga. El entrenador holandés, que quedó muy herido tras la destitución, presagió en 2011 cinco años más "sin nada" para el club, en una especie de maldición por no haber dado valor a lo conseguido aquella noche del 16 de abril en el Vicente Calderón. La premonición no solo se cumplió, sino que se dobló en el tiempo.

Nada ni nadie podían tener más ganas de ganar que el valencianismo. Las temporadas de vacío aumentaron el hambre. La ilusión ante un rival como el Barcelona, casi hastiado de coleccionar Copas en los años anteriores, resultó un factor determinante para que el Valencia de Marcelino igualase las fuerzas en la batalla delante del conjunto del siempre temido Leo Messi. Un ímpetu más grande que se reflejó, perfectamente, en esos últimos instantes de la final en los que Francis Coquelin se revuelve una y otra vez hasta quitarle la pelota de los pies al astro argentino. Los miles de valencianistas presentes rugían en las gradas, exaltados ante la demostración del francés y de todo el equipo. El título estaba a solo unos segundos y esta vez se iba a celebrar por todo lo alto. Como la culminación que fue al año en que el club cumplió 100 años de vida.

Si la Copa de la Cartuja en 1999, contra el Atlético, significó el nacimiento de un Valencia campeón, ese mismo anhelo se despertó 20 años más tarde entre la afición con la Copa del Villamarín. Los más de 20.000 seguidores que llevaron en volandas al equipo en el estadio del Betis de València. La euforia estaba desatada. Pura locura por los colores del equipo. Dani Parejo apareció por la trampilla del avión agitando una bufanda, emulando así a David Albelda en 2004 después de ganar la Liga, precisamente, en Sevilla. Miles y miles de aficionados se encontraron con el autobús del equipo en su camino hacia Mestalla. Cánticos, banderas, senyeras... para agradecer de pie el esfuerzo del equipo o para acompañarles con coches y motos.

"Ganamos la Copa en el campo y en la grada", le reconoció el capitán a los 50.000 espectadores presentes en el coliseo de la Avenida de Suècia. "Sí, sí, sí, la Copa ya está aquí". Los gritos de la gente transmitían durante la fiesta en estadio toda la sed de gloria que había conseguido saciar ese Valencia parido por Mateu Alemany, director general, y Marcelino. El entrenador fue manteado por los capitanes en el centro del campo, ajeno al difícil futuro que le esperaba como entrenador de los blanquiengros por culpa de las desavenencias con Peter Lim, máximo accionista, en materia de fichajes que llegaron un mes y medio después. Al día siguiente, lunes 27 de mayo, las instituciones agasajaron al equipo... 15.000 valencianistas poblaron la plaza del Ayuntamiento para ver a los suyos desde el balcón.

Nadie dudó de que esta Copa resucitó al Valencia CF no solo de su letargo sin títulos, sino también en su trayectoria en la Liga 2018/19. La eliminatoria contra el Getafe, resuelta en Mestalla con una remontada épica en la noche del 29 de enero (3-1), se convirtió en un antes y un después. Los futbolistas tuvieron que salir a los balcones del estadio que dan a la Avenida de Suècia para agradecer el apoyo incondicional de la grada. "Mestalla quiere la Copa" fue el grito de guerra. La voz de un espíritu con el que los blanquinegros comenzaron también a levantar el vuelo en la Liga para terminar entre los cuatro primeros. Es decir, en la Champions. El equipo se plantó en la final con la tranquilidad de haber logrado dicho objetivo días atrás en Valladolid (0-2) y tras haber apartado del camino copero a Ebro, Sporting, Getafe y Betis en la semifinal.

La crónica de un día de gloria

El Valencia volvió a hacer historia con el Centenario como telón de fondo, y lo hizo levantando su octava Copa frente a un Barcelona que apretó para empatar -siempre liderado por Messi- hasta el último suspiro del partido. Dani Parejo marcó con sobresaliente el tempo del partido y compañeros como Gabriel, Garay, Gayà, Coquelin y Kondogbia lucharon como gladiadores. Jaume Domènech realizó paradas providenciales, Gameiro y Rodrigo pusieron los goles, y Carlos Soler se graduó asistiendo en el gol definitivo y superando en su carril a Jordi Alba.

Comenzó volcado el Barça, pero fue el Valencia el primero en golpear con una clara ocasión de Rodrigo que Piqué solo pudo sacar sobre la línea de gol. Tras el paréntesis volvía a apretar el Barça y Marcelino pedía a los suyos que salieran de la cueva, que fueran a presionar arriba, consciente de que sobrevivir 90 minutos agazapados sería una quimera. Fue entonces cuando Gabriel Paulista levantó la cabeza, encontró a Gayà y el de Pedreguer, con un toque exquisito, sirvió a Kevin Gameiro, que pisaba a fondo desde atrás abriendo los brazos. Todo el Villamarín fijaba su antención en el '9' cuando este, nada más recibir superaba a Jordi Alba con solo un toque y cargó la pierna. Zambombazo adentro de la portería. Misil teledirigido para poner al Barça contra las cuerdas con solo tres toques.

Se lo creyó el Valencia, que sin abandonar su papel, fue avanzando yardas. En una de esas acciones, copiando la fórmula del primer gol, Rodrigo Coquelin vio a Soler y este, pura potencia, caricaturizó a la carrera a todo un velocista como Jordi Alba. El 'Chino' ganó línea de fondo y conectó con eficacia con la cabeza de Rodrigo, que esta vez no perdonó. Dos goles nunca es una diferencia insalvable para el Barça, como quedó demostrado en el partido de la primera vuelta de la Liga en el Camp Nou. Lo avisó Marcelino en la previa y no se equivocaba. Pero cuando apretó el equipo catalán apareció Jaume. El 'Gat' de Almenara se estiró en dos ocasiones para contener a Messi. En la más difícil, un zurdazo desde la frontal, puso una mano durísima que celebró como si hubiera marcado un gol. El Benito Villamarín coreaba su nombre y él miraba al cielo, la parada fue para su abuelo... también la Copa.

Durante el descanso Valverde cocinó dos cambios en busca de reacción. Malcom y Arturo Vidal entraron por Semedo y Arthur. El Valencia iba a sufrir porque el Barça se metió en el partido y cada vez que entraba en acción Messi se disparaban las alarmas. El argentino probó con una falta desde la frontal -con lo que eso supone- pero se estiró Garay para sacarla con la cresta. Todos los jugadores del Valencia arrimaban el hombro. Gabriel, Rodrigo, Parejo, Gayà y compañía se vaciaban a la hora de achicar, pero hay veces que ni la superioridad numérica puede con Messi. El argentino, endiablado cada vez que tocaba la pelota, se toparía con el poste tras una acción individual. Para ganar al Barça en una final no solo basta con hacer un partido perfecto, sino que además hay tener una pizca de suerte. La tensión y la carga física de una intensa temporada pudo con Parejo. Cayó, lesionado tras lanzar una falta. Llegó la hora de Kondogbia, resuelto a remar también, como Piccini, que entró en lugar de Gameiro.

Messi recortaría distancias tras una parada de Jaume a cabezazo de Lenglet. Quedaban 15 minutos por delante después de una pausa para hidratarse. Toda una eternidad. Cabeza y líneas juntas pedía Marcelino mientras Parejo, cojo, animaba a sus compañeros y hacía aspavientos para levantar a la grada. Demasiado encajonado el Valencia, fiaba el sueño de la octava a la supervivencia. Cortos de piernas y cortos de casi todo. En frente un gigante a la desesperada. Coquelin se jugaba el tipo, Soler se coronaba y Guedes falló dos de las que no se pueden fallar. El corazón del valencianismo padeció de lo lindo pero valió la pena. Campeones. Parejo tomó la Copa de manos del Rey.

Ficha técnica:

Barcelona: Cillessen; Semedo (Malcom, m.46), Piqué, Lenglet, Jordi Alba; Arthur (Arturo Vidal, m.46), Busquets, Rakitic (Aleñá, m.76); Sergi Roberto, Messi y Coutinho.

Valencia: Jaume Doménech; Wass, Garay, Paulista, Gayà; Carlos Soler, Coquelin, Parejo (Parejo, m.65), Guedes; Rodrigo (Diakhaby, m.88), Gameiro (Piccini, m.72).

Goles: 0-1, M.21: Gameiro. 0-2, M.33: Rodrigo. 1-2, M.73: Messi.

Árbitro: Alberto Undiano Mallenco (Comité Navarro), quien se despidió del arbitraje profesional. Amonestó a los barcelonistas Busquets (m.61) y Arturo Vidal (m.89), y a los valencianistas Gayà (m.53) y Kondogbia (m.70).

Incidencias: Final de la Copa del Rey disputada en el Benito Villamarín ante unos 54.000 espectadores. Césped en perfecto estado. Presidió el partido desde el palco el Rey Felipe.