LA PIZARRA

Hasta que el alma aguanta

El partido del Metropolitano reprodujo las carencias de un equipo con actitud y plan táctico, pero falto de alternativas en cada línea

Hasta que el alma aguanta

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Pascu Calabuig

Pascu Calabuig

El Valencia CF. Esta vez, además, era de prever que el partido se hiciera demasiado largo frente a un Atlético de Madrid que lidera la Liga con mano de hierro. En las horas previas al choque el técnico rojiblanco, Diego Simeone, se congratulaba de como una multitud de futbolistas hacen mejor y más competitivo a su equipo. Una historia radicalmente distinta a la que sufren en València Javi Gracia y la afición valencianista como consecuencia de las continuas negligencias del máximo accionista del club, Peter Lim, en los mercados de fichajes.

Si Simeone puede elegir para confeccionar un triángulo en el centro del campo, en el Valencia reina. Daniel Wass no pudo actuar por sanción, y el doble pivote lo formaron Carlos Soler y Uros Racic, dos hombres que juegan con molestias en el tobillo y la rodilla, respectivamente. Ambos, no obstante, en un alarde de profesionalidad lideraron el empuje de un Valencia que plantó cara como un grande al Atléticos.

Precisamente, Racic, autor de un gol precioso desde la distancia, y Soler sobresalieron hasta que las fuerzas resistieron. Fueron, en buena parte, responsables de cómo el equipo plasmó sobre el campo un excelente plan táctico con el que apabulló por sorpresa al Atlético en la primera parte. Los blanquinegros mantuvieron las líneas muy altas y una presión incisiva que dificultaba siempre a los del 'Cholo' mover con comodidad y criterio. Dos minutos antes del misil de Racic, Vallejo pudo haber hecho el primero con un chut que se topó con la mano de Jan Oblak en una de esas intervenciones divinas del portero esloveno.

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El Valencia estaba crecido. Nunca se atrincheró en ese primer asalto. Siempre trató de asfixiar y robar el balón cerca de la portería del Atlético. Una jugada resume el estado pletórico en el que se sentía el equipo. A poco del descanso, Diakhaby remató de cabeza a gol y tuvo la energía para correr como una gacela hacia atrás y abortar a grandes zancadas la acción de un jugador que no peca de falta de velocidad, Yannick Carrasco.

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El único pero fue no irse al descanso con ventaja por la falta de atención de Thierry Correia en la marca a su compatriota Joao Félix. Más pequeño y frágil, se le escurrió para hacer el empate. A la postre, la jugada resultó determinante.

En la segunda parte, el Atlético, con un arsenal mucho mayor, ya no sé dejó avasallar. Simplemente avasalló aprovechando el bajón físico de los valencianistas, que coincidió con las molestias de Racic y la lesión de Diakhaby. El Valencia se desmoronó. Las líneas retrocedieron, desdibujadas por agotamiento. Unos recursos tan justos no dieron para tanto Atlético.

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