Sin sufrimiento no hay ascenso (1-0)

Un gol de Bouldini fue suficiente para que el Levante se impusiera al Andorra

Bouldini, frente al Andorra

Bouldini, frente al Andorra / LUD

Rafa Esteve

Rafa Esteve

Nadie, a lo largo de 27 jornadas de competición, le ha regalado nada al Levante independientemente de su firme candidatura a estar compitiendo contra los mejores la próxima temporada. El trayecto que le ha llevado a depender de sí mismo no es casualidad. Es todo un hecho. Un camino, donde las estadísticas dicen que Orriols desconoce lo que es una derrota desde el pasado mes de octubre, cargado de subidas y de bajadas, pero donde el esfuerzo ha sido titánico. No obstante, el sufrimiento forma parte del proceso. Es algo incuestionable. Nada se consigue sin dedicación ni sacrificio. Un ascenso, de las recompensas más valiosas, y de las emociones más indescriptibles que puede otorgar el fútbol, tampoco es un camino de rosas. La igualdad entre los aspirantes a subir a la élite es una prueba de ello. Sin embargo, el sufrimiento se convierte en gloria cuando el premio es una victoria. Así lo experimentaron los pupilos de Javi Calleja, después de vencer al Andorra por la mínima con un gol de Bouldini (1-0) y de padecer como nunca antes se vio en el Ciutat de València. Pero que, por encima de cualquier sentimiento, fueron tres puntos que tienen un valor incalculable.

El Levante, a pesar de que se quiera desentender de la batalla por el ascenso marcando diferencias en la clasificación, es consciente de todo lo que pasa a su alrededor. Asaltar uno de los dos puestos que permiten tener billete para competir la próxima temporada en la élite costó en exceso. Por ello, el encuentro contra el Andorra, a priori, se interpretó como una oportunidad para familiarizarse con el sitio donde los pupilos dirigidos por Javi Calleja quieren estar.

Los de Eder Sarabia, más allá de tramos en los que quisieron demostrar ser un equipo de toque y posesión, moviendo el esférico de lado a lado con la mentalidad de descoordinar a su rival, se vieron sometidos al espíritu levantinista. Capaz de derribar planes desde el principio, a pesar de que el propio se vio descolocado por la lesión de José Campaña. El ‘24’, a los cinco minutos, sintió una molestia en la parte trasera del muslo que le impidió continuar sobre el verde del Ciutat de València. Sin embargo, la intención de arrinconar a los del Principado no cambio, hasta el punto de que, a los quince minutos, el Levante ya se vio por delante en el luminoso de Orriols.

Bouldini, aprovechando una salida errática de Ratti, colocó el interior de su bota derecha para batir al entramado de defensores que quisieron despejar un balón parado. El marroquí, en el escenario en el que su rodilla le provocó un susto que se quedó en nada, marcó y se reivindicó como referencia en la punta de lanza levantinista. Que a pesar de la diana inicial, pudo aumentar su cuenta de haber rematado, con mayor precisión, un envío procedente desde la derecha por parte de un Jorge De Frutos que, instantes después, probó fortuna con un fuerte lanzamiento que se marchó alto.

Independientemente de las embestidas iniciales del Levante, el Andorra quiso, por todos los medios, huir de su espiral negativa de resultados. A los pupilos dirigidos por Calleja, de hecho, les obligaron a jugar en largo ante el paso al frente que dieron sobre el verde. Sin renunciar ni a su identidad ni a su estilo, pero con más corazón que según la idea de Eder Sarabia. Sin oportunidades claras, el rival jugó y se gustó a fogonazos, e intentó implantar una personalidad que el Levante le negó a base de entereza. Pero, también, poniéndose firme. Prohibió, de hecho, que no respetaran sus reglas en casa. Motivo por el cual, después del paso por vestuarios, los de Javi Calleja fueron a sentenciar de forma inmediata, aunque su efecto no se prolongó todo el tiempo que deseó. La Segunda División, que se caracteriza por su igualdad, tal y como refleja su parte alta, exige dar lo mejor de sí mismo y, sobre todo, independientemente del contexto.

Como si de un rayo se tratase, el Levante entró en la reanudación. Y casi con la misma rapidez se quedó a centímetros de engordar el marcador. Abrir brecha en el luminoso, de hecho, se convirtió en una prioridad según el devenir del encuentro, pero ni Montiel ni Bouldini lograron matar a su rival. Pablo Martínez, tres días después de celebrar su renovación hasta 2026, lo consiguió a falta de quince minutos para la finalización, pero lo hizo en fuera de juego. Casi media hora antes, le puso desde la banda un centro perfecto al ‘20’, que, con Ratti prácticamente vencido, mandó rozando el palo. No llegó a impactar, pero a nada se quedó también Bouldini de sumar una nueva anotación. Sin embargo, no conectó, desde el mismo origen, un envío de De Frutos.

Las dos oportunidades erraras le dieron alas al Andorra, que sin entrar en el área, buscó el empate a base de cañonazos. No en vano, Iván Gil en dos ocasiones, y Bover, no precisaron su intención de batir la portería defendida por Dani Cárdenas, aunque tocó unir fuerzas y focalizar los esfuerzos en cerrar grietas en la retaguardia a pesar de que Bakis llegó a provocar temblores. El ‘12’, es más, tuvo el empate en sus botas a la media vuelta, pero no contó con la presencia de un guardameta que sigue acumulando imbatibilidades en la categoría de plata del fútbol español.

El Levante, sin la lucidez mostrada en anteriores ocasiones, se metió otros tres puntos en su mochila para seguir no solo su camino, sino también en ascenso directo. De haberlo elegido, al conjunto granota le hubiera gustado conseguir una victoria más plácida y sin tantos obstáculos. Pero, de lo que es consciente, es que sin sufrimiento no hay ascenso. Por eso está donde está. Donde se merece.