Opinión

Lo mejor del mundo

Está lejos de ser la mejor plantilla del mundo, pero Gattuso sabe cómo sacarle más partido

Gattuso saluda a Thierry y Lino tras el partido

Gattuso saluda a Thierry y Lino tras el partido / F. Calabuig

No se trataba de jugar bien. Tampoco necesariamente de hacerlo al ataque. Lo que importaba era ganar, aunque no fuese por goleada. Hacía falta, mucha, para despejar dudas. Y el Valencia consiguió sobrado todas esas cosas y más. Es al fin y al cabo lo que puede deparar, si como contra el Getafe sale tan bien, un estilo en el que Gattuso cree con fe ciega desde el primer día. Sin embargo, por encima del cómo y de la mano de santo que hubo de cara a la portería rival, un elemento extraño hasta ayer, lo importante fue el cuándo.

Era el primer partido post-mercado, con la resaca reciente de la marcha de Soler, todavía sin el ansiado Cavani ni el recién llegado Kluivert y con Marcos André, titular en ataque por accidente, fuera a las primeras de cambio. Sobre el papel, de hecho, la lectura del once inicial lo alejaba de ser uno de garantías, sin la sonoridad de los nombres habituales y mucha juventud. Pero si Rino se ha ganado el aplauso y el favor general durante el verano ha sido sobre todo por sacarle el máximo rendimiento a la plantilla que tiene a su disposición. Para él, ya lo había dicho en la víspera, «la mejor del mundo». Un discurso que lo diferencia y que está calando. Mentalmente no hay miedo sino convicción y agradecimiento por ese escudo protector que no es de cara a la galería.

A raíz del soberbio golazo de Lato, a la postre capitán y candidato claro a renovación ante el equipo curiosamente que lo quiso, todo fue coser y cantar. El Getafe, una de las decepciones en el arranque de LaLiga, se desarboló por completo. Y a raíz de eso el Valencia confirmó todas esas buenas sensaciones de las primeras tres jornadas en las que solamente había marcado un gol y de penalti. La felicidad de Mestalla fue absoluta con uno de esos partidos en los que sobran motivos para disfrutar. Y eso que lo primero que hizo el técnico, absoluto dominador de la escena, fue resaltar los grises, entre ellos las tarjetas y haber jugado los últimos minutos «para el cine». Un mensaje para navegantes en mitad de la felicidad que se había desatado en el estadio. No hubo «caras de mierda» como las del día del Atleti, sino olés y un ambiente de noche inolvidable.

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