Opinión

El último capitán del Camp de Mestalla

El último día de vida de Mestalla será apoteósico, con Gayà capitaneando la transición al nuevo mundo

El último capitán del Camp de Mestalla

El último capitán del Camp de Mestalla / JM Lopez

De Jose Gayà se dirá que es un capitán a contracorriente, el símbolo de una estirpe en extinción, la de continuar jugando en el club de tu vida a pesar de la que la inmensa mayoría de estímulos soplen en contra. Desde la incertidumbre societaria arrastrada por Peter Lim, hasta la garantía de más dinero y títulos en otras ciudades. Y sin embargo ninguna motivación puede ser mayor que la de convertirse en el último capitán que vista el brazalete en el centenario campo de la acequia de Mestalla. De Cubells a Gayà. Del primer capitán nacido en las alquerías de Algirós, a escasos metros de donde se levantaría Mestalla, al último capitán, de Pedreguer, exponente geográfico más extremo del clásico valencianismo de comarcas de los brazaletes de Puchades, Roberto Gil, Claramunt o Albelda. Club, territorio y fenómeno comunitario ante todo.

En mitad de una industria que se mueve a una velocidad supersónica, la quietud. El caso de Gayà y los años de vida ganados por Mestalla por el error de cálculo en la ambición de las elites, les convierten en un ejemplo de resistencia, no solo para los valencianistas. Desde otras latitudes, las aficiones también visibilizan en el lateral zurdo y en el viejo coliseo el paisaje de una civilización casi desaparecida. “Es la tradición, la historia y la identidad”, nos decía Sid Lowe el domingo pasado, en su oda a Mestalla. Habrá un día en que no nos acordemos que te mojabas en los partidos de lluvia, como ya casi apenas invocamos aquellos partidos salvajes en la calle, pero esta ficción de cine antiguo todavía aguanta, aunque salten los muelles en alguna butaca y las cortinas tengan polvo.

El valencianismo de Gayà puede con todo, con un sentimiento forjado en las tensiones de territorios de frontera. La Penya Barcelonista de Pedreguer tiene más años que Gayà y agrupa a más de 300 vecinos. El ejercicio valencianista del capitán no descansó en nuestra agradable brisa de una mayoría cómoda en un colegio, oficina o bar del cap i casal. Esa obstinación sigue guiándole en un momento tan complejo como el actual, renovando contra viento y marea hasta 2028.

Y esa energía marca el camino. Y servirá también para ese impacto generacional que nos abrirá en canal al abandonar el decimonónico Mestalla, con su polvorín emocional de recuerdos y liturgias familiares, para mudarse algún día al nuevo estadio. De golpe será como marcharse a un nuevo deporte y, en cierto modo, a otra ciudad. Un escenario en el que aún me cuesta verme y en el que agradeceré que mi padre me suelte aquello que Alfredo le dijo a Totò, en Cinema Paradiso: «No te hagas joder por la nostalgia». No sabemos cómo encajaremos en ese marco futurista, pero sí que el último día de vida de Mestalla será apoteósico con Gayà con el brazalete y capitaneando la transición al nuevo mundo.

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