Ilusión frente a la dura realidad

El levantinismo sabe de la difícil situación del club pero también debe recibir un mensaje de optimismo y ambición

Cantero

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Juanma Romero

Juanma Romero

El 4 de agosto se aventura como otro día importante en el calendario un tanto atípico del Levante durante este verano. Y es que, aunque la actualidad social siempre ha estado más o menos presente, el transcurso de los hechos de estas dos últimas temporadas ha volteado casi totalmente la relativa tranquilidad que se percibía respecto a la situación del club y sus dirigentes. Con casi todas las cartas encima de la mesa, la Fundación va a tener un protagonismo inusitado de cara a poder decidir el grupo de personas que relevarán a Quico Catalán al frente de una institución centenaria.

Cualquiera de las posibilidades, a priori, es fiable. Cada una muestra, lógicamente, sus particularidades, pero, como ya trasladé hace un tiempo, el levantinismo debe sentirse algo reconfortado de saber por un lado que hay gente dispuesta a subirse al barco, y por otro, que sienten al Levante como algo propio, y que, incluso jugándose patrimonios personales, están dispuestos a reflotar al club.

Sí es cierto que en todo esto queda una pata ahora mismo algo olvidada, y no es otra que la deportiva. Y es que, a estas alturas, y en años anteriores, la portada era para la pretemporada, los amistosos y por supuesto, los fichajes. Ahora, todo esto ha quedado enmarcado en un segundo plano. Aunque Calleja y Miñambres, cada uno en su parcela, siguen con sus labores, lo cierto es que el día a día del equipo, la rumorología de las altas y las bajas, parece secundario.

El seguidor granota es maduro y conocedor de la compleja situación financiera por la que atraviesa el club de sus amores, y el mensaje precisamente transmitido por los que optan a ‘salvarlo’, habla de números y dinero. Sin embargo, creo que puede ser contraproducente hurgar una y otra vez en lo mismo. Tener un problema gordo y querer atajarlo es responsable, insistir en él o capitalizar toda nuestra vida en él, nos martiriza.

Extrapolado al escenario del Levante, todos somos conscientes de las prioridades pero también hay que lanzar una luz de ilusión, de fe en que con todo, este equipo va a pelear por volver a Primera División. Al final el fútbol es cuestión de emociones y pasiones. Ya hay bastante sufrimiento para martirizarse en un bucle en el que parece que no importe si el equipo ganará, empatará o perderá, porque eso sí puede significar un retroceso a nivel social grave. 

El Levante tiene que aprovechar que su masa social está al lado para pedirles paciencia, que la han tenido en grandes dosis en estos últimos cursos, pero también ofrecerles una taza de ambición deportiva, un plan para que el retorno al sitio que nunca debió dejar, sea lo más temprano posible. Al final los dos caminos deben confluir. El éxito deportivo llevará consigo el resorte económico que hace falta. Son dos partes que se necesitan. Es cuestión de mensajes. El aficionado es inteligente, pero a veces es capital estimular las pasiones y no mostrar un cuadro monocromático y sin luz. 

Quedan justo dos semanas para que ruede el balón. Apenas quince días para que Amorebieta marque el punto de inicio de una temporada que ha de despojarse de dramatismos en el tapete. Una campaña que ha de surtirse de sensaciones positivas y en eso todos juegan un papel clave. Hagámoslo posible.

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