Catalá necesita un Chimo

Se nos está yendo una época donde el Valencia era el centro de nuestro particular mundo

María José Catalá, alcaldesa de Valencia.

María José Catalá, alcaldesa de Valencia. / Miguel Ángel Montesinos

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

Un equipo pusilánime, un entrenador novel con ganas, un club en descomposición y unas instituciones siempre jugando a Lego Construcciones. Pues con esos argumentos siniestros, Mestalla está alcanzado las mejores entradas en años. El fútbol desatiende razones, no tiene remedio. Cuando el Valencia tenía un equipazo y jugaba Champions, la grada protestaba. Ahora que los canteranos sostienen en un fino alambre una plantilla corta, la afición aplaude el pundonor con el marcador en contra.

Ningún sociólogo que se precie intentará explicar este fenómeno de masas que se acerca cada día más al sentir pirotécnico de una forma de entender la vida, un hedonismo que también invade el fútbol. Sin embargo, igual que una mascletà acabará con un fuerte terremoto sonoro, existen varias certezas. 

El Valencia termina septiembre con diez puntos, tres partidos ganados, los mismos perdidos y un empate. Así que solo le faltan treinta más en los nueve meses que quedan de campeonato, o sea que, si no hay sorpresas, este arranque liguero permite afrontar el futuro con más tranquilidad que en las últimas campañas. Con esa tendencia estadística, a principios de año se puede encarar la segunda vuelta con garantías. Eso es posible con un equipo que, pese a su bisoñez, da sensación de firmeza en el campo y sobre todo de compromiso. En un club normal eso sería un buen síntoma.

Pero Lim ha convertido el Valencia en una excepción del universo fútbol, así que puede pasar que vuelva a enfrentarse con el entrenador y venda a alguno de los mejores en el próximo mercado de invierno. O incluso algo peor, porque en materia de gestión deportiva los de Meriton son un enemigo público para el valencianismo.

Para desconfiar aún más, el tema del Nou Mestalla ha entrado en espiral y lo que parecía una posición común de todo el consistorio lleva camino de ser nuevo motivo de confrontación municipal, una mala noticia donde los de Lim sembrarán la división, que en eso son expertos. Si cuando parecía todo hecho para indicarle la puerta de salida a Lim, la alcaldesa se convierte ahora en su máxima colaboradora institucional, generará una tremenda decepción, e inesperada para muchos.

Porque María José Catalá carece de alguien con el espíritu limpio, como era el entrañable Joaquín Ríos-Capapé, capaz de decirle a Rita Barberá lo equivocada que estaba y cómo se dejaba engañar por los suyos con el Valencia. Chimo además de ser de los pocos que se creyó la democratización del Valencia, tenía la rara habilidad de equivocarse muy poco sobre las oscuras pretensiones de los personajes que han pululado por Mestalla. Acertó en todo, también en sus análisis deportivos y mediáticos. Nunca se escondió y siempre fue de cara, incluso en los desacuerdos que también los tuvimos, pero nada que arreglara una mesa en Casa Juan.

Con la desaparición de Ríos-Capapé se nos está yendo una época donde el Valencia era el centro de nuestro particular mundo, y donde fuimos capaces de creernos parte de ese futuro. Chimo es solo la melancolía de una inesperada pérdida, porque sabes que la nostalgia la teníamos prohibida.

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