Arenas movedizas

A las barricadas

Algunos jóvenes ultras que violentan las protestas contra la amnistía no recuerdan el teléfono de marcación giratoria o los cercanos tiempos de la Blackberry, pero proclaman en los medios su deseo de un retorno al franquismo

Después del trabajo, el regreso a casa me ha llevado en volandas por los vericuetos de esta dictadura que comanda Pedro Sánchez. He cogido Recoletos hasta llegar a Serrano, en Madrid, y me he topado con una masa enfurecida asaltando los comercios de lujo de la milla de oro, de Prada a Loewe, de Rabat a Ferragamo.

Me cuentan que la turba anticapitalista está ejecutando ‘razzias’ contra sospechosos de la ultraderecha y está operando de igual modo en el Paseo de Gràcia de Barcelona, en la calle Colón de Valencia y en Maisonnave de Alicante, allí con apoyos de nuevas hordas de ‘botiflers nacidas al rebufo de la investidura; lo mismo en la calle del Príncipe en Vigo y en la Uría de la heroica ciudad de Oviedo, rebautizada Vetusta por decreto gubernamental. Las farolas de la Avenida de Jaume III de Palma están trufadas de banderolas con la cara de Pedro Sánchez y la frase "El Gran Hermano te vigila". La Brigada Político Social del Ministerio del Interior está procediendo a identificar en la calle Pizarro de Cáceres a todo elemento sospechoso de ser contrario al Régimen, mientras que el Departamento de la Moralidad que dirige el titular de Cultura ha procedido a cancelar toda la programación de carnaval de Las Palmas de Gran Canaria y Tenerife. Todas las manifestaciones frente a sedes socialistas, en particular la de Ferraz en Madrid, han sido atajadas por la Policía vestida de gris, y sus participantes, trasladados a la recuperada Dirección General de Seguridad, en los sótanos del edificio de la Puerta del Sol, hasta ahora sede del Gobierno autonómico de Madrid. De algunos no se ha vuelto a saber nada.

Este sería el previsible escenario de una dictadura, y este es, aproximadamente, el momento distópico social y político que transita por el imaginario delirante de muchos dirigentes políticos y ciudadanos anónimos que durante las últimas semanas, al socaire del pacto de investidura del candidato socialista con apoyo de los independentistas de Puigdemont, han saltado a los medios de comunicación y redes sociales para hablar del regreso a una dictadura, de la vuelta a 1936 y de la repetición de un golpe de Estado; no ya como el del 23 de febrero de 1981, sino parecido al estallido bélico posterior al vuelo del Dragon Rapide con el que Franco se trasladó de Canarias a Marruecos para asumir el mando del Ejército en África.

La derecha y la ultraderecha no se han quedado solos en esta premonición del Apocalipsis. Sin tanta beligerancia, algunos antiguos y contemporáneos cuadros de izquierdas pretenden convencernos de que nos encontramos en una gravísima etapa de coerción de las libertades. Cuidado al salir de casa.

Circulan vídeos de las protestas de las últimas semanas en los que aparecen veinteañeros defendiendo el franquismo en contra de la ‘dictadura’ de Sánchez y sus secuaces. Jóvenes que tendrían dificultades para explicar lo que es un fax o una Blackberry o consideran el teléfono de pulsos una pieza de museo, añoran, sin embargo, un sistema de gobierno caducado hace casi medio siglo. Acabar con una ‘dictadura’ para volver a una dictadura (sin comillas).

Al fin he llegado a mi calle, cerca del lugar donde a Martín Marco en ‘La colmena’ le pararon dos ‘secretas’ en dirección a una casa de citas poco después de acabar la Guerra Civil. Le cogieron con un artículo en el bolsillo de la chaqueta. A mí me han revisado éste. Si lo están leyendo, quizá no sean los mismos tiempos que entonces. Por responsabilidad, los políticos deben dejarse de distopías y solucionar lo del precio del aceite