No queda otra que alegrarse y aplaudir

A por otra ronda, que es con lo que hay que quedarse en un Valencia CF que ya ha batido el histórico récord de precocidad de Ribera

Los jugadores del Valencia agradecen a los aficionados desplazados tras el partido

Los jugadores del Valencia agradecen a los aficionados desplazados tras el partido / JM López

Rafa Marín

Rafa Marín

El Valencia CF de Baraja tiene poco que ver con el de Bordalás pero la victoria de anoche en Cartagonova fue casi calcada a la de hace dos temporadas, cuando pasito a pasito se llegó a la final. Mismo resultado y mismos apuros, esta vez incluso mayores porque el gol de Gayà no llegó en el noventa y pico como el del Cheryshev sino que lo hizo en la prórroga, encima contra un rival que llevaba rato con uno menos. La expulsión de Calero fue una decisión arbitral con la que a los del Pipo se les abrieron la puertas del cielo casi tanto como con el chutazo de Sergi Canós. Y es que fue un partido puro y duro de Copa, jugado además con el miedo en el cuerpo desde el 1-0, el equipo estuvo durante muchos minutos en el alambre, sin la ambición que se le presuponía y desdibujado. Una tónica que se mantuvo hasta los cambios, especialmente con la entrada clave del capitán. Menos mal.

No hay mayor fuente de ilusión esta temporada que el torneo del KO, así que hay que celebrar que la bola del Valencia esté en el sorteo de este lunes para los octavos de final. Una ronda más que bien vale el sufrimiento y las estrecheces de una plantilla en la que no hay ejemplo más gráfico de las limitaciones que el debut de Otorbi. Con 16 años y dos meses, el récord que duraba tres décadas de Diego Ribera ya es historia pero al mismo tiempo marca el presente y el futuro de un club donde a la cara de que hasta en los entrenamientos debuten hasta cadetes le acompaña por supuesto una cruz, la que sigue a la suya en Singapur sin fichajes ni muestras de sentir y padecer por el suplicio de ver a un histórico del fútbol español en estas condiciones. Lo que se ve en el campo es lo que hay y eso hace que el mérito de encarar el mes de enero vivos y coleando en la Copa y con el trabajo encarrilado en LaLiga sea enorme. No renunciar a la exigencia de un escudo centenario es, sin duda, lo que mantiene encendida tanto la ilusión como la llama del orgullo valencianista. 

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