El Ciutat, en lo bueno y en lo malo

La decisión tomada respecto a Felipe es una apuesta hasta final de temporada

Felipe Miñambres, en la sala de prensa del Ciutat

Felipe Miñambres, en la sala de prensa del Ciutat / F. Calabuig

Juanma Romero

Juanma Romero

Aunque las matemáticas no lo vayan a confirmar ni de lejos, el Levante afronta una semana acuciante en la que está obligado a sumar casi el pleno de puntos para no desorientarse de manera casi definitiva de la lucha por el ascenso. El giro dado en el banquillo no tuvo efecto acción-reacción, y aunque la magia de jugadores como Carlos Álvarez hicieron ver brotes optimistas, la dura realidad fue una derrota con tres goles a balón parado y evitables. El choque de Oviedo exhibió a un Levante tan sólido por momentos como vulnerable, incapaz primero de defender su ventaja con uno de esos goles psicológicos antes del descanso, franqueable en la segunda mitad tras haber logrado igualar con uno de los goles de esta temporada la remontada carbayona.

El Ciutat acoge en cuatro días dos compromisos ante Sporting y Andorra que pueden ser oxígeno puro o gas letal. Con una afición en un estado lógico de sensibilidad muy alto, el estadio ha de ser un reducto para el equipo, y es precisamente el bloque el que tiene las armas para hacerlo. No mostrar mejoría, no exhibir equilibrio, y sobre todo, no ganar, puede convertir Orriols en un polvorín.

No quiero pensar en lo peor, pero los malos resultados podrían dejar al club en una situación muy compleja. La decisión tomada respecto a Felipe Miñambres es una apuesta hasta final de temporada, pero con la enorme pasión con la que se vive y siente el fútbol, no sé hasta que punto podría llegarse respecto a mantener en el cargo a una figura que no consiga reactivar al equipo y que se aleje peligrosamente de la zona noble. Y es que el rol de Miñambres ahora mismo está proyectado en una doble pantalla de técnico y máximo responsable deportivo. La decisión de ejercer de entrenador lo ha expuesto en primera línea y pese a que su discurso dejó entrever que pase lo que pase, su técnico para el próximo curso ya está elegido, un mal final de la actual campaña merecería cuanto menos una reflexión y quien sabe, si hasta una decisión con calado.

La semana venidera no va a ser la mejor para Miñambres, porque, además, apenas va a tener margen para entrenar con tres partidos en seis días. No aceptar el traslado al lunes del partido de Burgos dificulta algo más la preparación y dosificación de esfuerzos, una piedra más en la senda, de un año muy complicado en todos los sentidos. 

Con muchos frentes abiertos y que trascienden lo deportivo, es precisamente este ámbito el que más rápidamente puede por un lado ayudar en la recuperación económico y también anímica de la familia granota. Es una carga grande en la mochila para los futbolistas y cuerpo técnico, pero también una responsabilidad para lo que lógicamente están preparados. A la afición poco o nada más se le puede pedir, salvo que siga respaldando a los suyos. Sigue siendo admirable el ver seguidores del Levante en cada campo que el equipo visita y es que, pese a que cada vez el embudo está más cerrado y las posibilidades van decreciendo, existe ese poso de fe inquebrantable en que se puede recuperar, pero ahora ya solo valen los hechos, y los hechos son goles, victorias y puntos, no hay más. El tiempo se va agotando, la presión asciende a niveles casi de emergencia, y es ahora, cuando realmente se va a ver si hay capacidad y merecimientos de estar entre los mejores. Hora de valientes.

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