El Valencia regresa a un campo muy significativo. Hace diez años que el conjunto blanquinegro no pierde en La Rosaleda y en el 2002 el cuadro se proclamó campeón de Liga precisamente en ese estadio. Pero hoy un joven criado en la cantera valencianista puede dejar muy tocado a la zaga de Unai Emery y hacer que peligre la Champions.

En su carnet de identidad aparece como Francisco Alarcón, pero lo conocerán como Isco. Sus señas futbolísiticas son la elegancia, el recorte, el disparo y la visión de juego. Y eso tan sólo a sus 20 años. Éstas son las cualidades que le han llevado a ser titular indiscutible en los onces de un arquitecto del fútbol como es Manuel Pellegrini. Isco se mueve en el campo como pez en el agua al lado de nombres como Ruud van Nistelrooy, Joaquín o Santi Cazorla, su compañero de pupitre sobre el césped.

Parece una incógnita cómo es posible que el Valencia dejarar escapar a este jugador, alma del nuevo proyecto del Málaga catarí. Lo hizo por 6 millones de euros de por medio, una cifra que en un medio-largo plazo puede quedarse en calderilla. Isco siempre fue, junto a Paco Alcácer y Carles Gil, una de las grandes promesas de la cantera valencianista. Con un talento innato, a estos tres jugadores se les quedó pequeño — ya hace tiempo — jugar en el Valencia Mestalla. Atesorando magia en sus botas, el juego del andaluz pedía a gritos salir cedido a algún equipo de entidad en el que disfrutar de minutos y confirmar las sensaciones positivas que se tenían sobre él.

Lo cierto es que Emery lo subía frecuentemente al primer equipo. Algo parecido a lo que hace con Juan Bernat en la actualidad. Isco prácticamente entranaba a diario con el grupo pero no gozaba de la confianza del técnico vasco, a una edad en la que la continuidad y el respaldo son vitales. Finalmente debutó el 11 de noviembre de 2010, en un partido de Copa frente al Logroñés que terminó 4-1. Isco fue titular y marcó dos goles, uno de ellos una obra de arte. Ni así convenció al de Hondarribia para permanecer en el primer equipo, siendo además que el preparador no contaba con Chori Domínguez ni tenía a Jonas en la plantilla.

Cada verano, Isco oía promesas de una cesión a un equipo de Primera o Segunda que nunca llegaba. Una cesión como la que tuvieron en su día David Silva, Jaime Gavilán o Pablo Hernández. Cesiones en las que confirmaron que eran o nofutbolistas para jugar en un equipo de la exigencia del Valencia.

Cansado de promesas incumplidas — la última la de ir cedido a Getafe en la misma operación que Dani Parejo y Moyà —, Isco conció el interés del Málaga. El jugador no buscó una salida del Valencia, se la encontró en el camino. Cansado de la incertidumbre del club, en su mano estaba regresar a su casa con su familia para ser cabecilla de un ambicioso plan futbolístico en la ciudad malagueña. Harto del discurso de un Emery que no confíaba en él, recibió una llamada que podría haber cambiado el curso de los acontecimientos.

En pleno julio, cuando ya se rumoreaba su marcha, Unai Emery llamó al futbolista para exponerle el plan de la nueva temporada, pero Isco, incrédulo y fatigado de la charla caduca del preparador se decidió por unirse a la zaga de Pellegrini.

Es probable que si el club hubiera estado más encima de las necesidades especiales de un jugador especial, Isco seguiría en el Valencia.

Toca mimar más a los talentos de la cantera para que estos casos no se repitan. El próximo que necesita aire nuevo es Paco Alcácer: veremos si el club no tropieza de nuevo con la misma piedra.