Mayor músculo negociador

La carga salarial aligerada con la salida en tromba de jugadores en el último verano ha empobrecido la calidad del equipo, pero ha permitido al club en este mercado rechazar ofertas insuficientes

El Valencia CF ya trabaja en Mestalla el primer partido de LaLiga

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Vicent Chilet

Vicent Chilet

En un mercado de verano atenazado por la falta de liquidez provocada por la crisis del Covid-19, las opciones de los clubes se reducen a solo dos vías: intentar avanzar o tratar de soportar el golpe. En el caso del Valencia, la ausencia de fichajes es preocupante porque no se vislumbra un plan B para José Bordalás para afrontar la exigencia de toda la temporada acordes a las expectativas del club. A escasas 24 horas de debutar en LaLiga, el fondo de armario está compuesto por canteranos y descartes sin destino. Un riesgo después de dos temporadas sacudidas por la irregularidad.

Pero, en el otro lado de la moneda, el Valencia ha encontrado un punto de fortaleza en el mercado respecto a sus competidores. Ha sido un club capaz, pese a la necesidad de liquidez de todo el sector, de soportar el pulso negociador de otros equipos, que se presentaron en Mestalla con ofertas muy a la baja. En lo que se lleva de verano, la entidad de Mestalla ha tumbado el desafío rayano en la deslealtad de Daniel Wass de marcharse al Olympique de Marsella y también ha aguantado la tentación de desprenderse de Gonçalo Guedes al no llegar ofrecimientos que garantizasen, al menos, recuperar la amortización pendiente de su fichaje de 2018 procedente del París Saint Germain. El extremo portugués es la llave para equilibrar cuentas y para oxigenar las ofertas por los fichajes que aun no se han acometido.

Asimismo, no solo se han frenado salidas de jugadores importantes, sino que también se ha evitado la marcha de transferibles al no recibir propuestas acordes a su valor, como sucede con los casos de Jason Remeseiro y Rubén Sobrino.

Además, pese a todas las dificultades, el Valencia se ha permitido trazar la apuesta estratégica de no deshacerse de Maxi Gómez. Un plan en el que ha habido que aplacar el ímpetu del delantero uruguayo, que hasta cambió de agente para acelerar su marcha, y en el que se ha dictaminado que el valor de mercado actual de Maxi es muy inferior al valor potencial que no ha logrado demostrar en sus dos primeros años. Al no sacarse provecho deportivo ni rendimiento económico, se tratará que Bordalás exprima la capacidad del charrúa, un perfil de delantero combativo que se ajusta a los parámetros del fútbol del entrenador alicantino.

¿Cómo ha logrado el Valencia ese músculo negociador?

A diferencia de la mayoría de clubes, con masas salariales al límite de su capacidad, el club de Mestalla aligeró la mochila con el desmantelamiento del proyecto hace justo un año. El Valencia se deshizo de toda su columna vertebral en una decisión con poca lógica deportiva y obedecida en algunos casos por motivaciones no estrictamente técnicas, como en la salida poco decorosa del capitán Dani Parejo. Fueron negociaciones en las que el Valencia facilitó y hasta impulso la salida de futbolistas capitales como Coquelin o Kondogbia, sin llegar a cambio ningún jugador que compensase toda la pérdida de calidad, talento y experiencia. Con esa maniobra, ocurrida siete meses antes de la explosión de la pandemia, el club ha atenuado considerablemente la necesidad que acecha ahora a muchos de los clubes, incapaces de soportar el peso salarial de sus plantillas después del impacto en las finanzas de la crisis del coronavirus.

En consecuencia, el Valencia se puede permitir el pequeño lujo de rechazar ofertas, aunque tenga gran parte de la planificación por ejecutar y, a día de hoy, una plantilla en mínimos históricos de calidad para afrontar con garantías la competición. Mientras la parálisis persista, Bordalás deberá sacar el máximo nivel del fondo de armario de la cantera y afilar la competitividad de Gonçalo Guedes en su aparente tiempo extra como valencianista.