Hugo Duro se queda en Mestalla

El duelo de Copa ante el Cádiz no solo consolida al delantero madrileño en el once de Bordalás, sino que aumenta su identificación con el estilo futbolístico que más aprecia la hinchada

Hugo Duro celebra su gol contra el Cádiz en Mestalla

Hugo Duro celebra su gol contra el Cádiz en Mestalla / EFE

Vicent Chilet

Vicent Chilet

El pase del Valencia a semifinales de Copa del Rey deja como estampa la noche en que Hugo Duro se consagró en Mestalla. El delantero madrileño, de 22 años y cedido por el Getafe, se ha convertido en uno de los referentes indiscutibles del conjunto de Bordalás con siete goles y cuatro asistencias y contra todo pronóstico. Sin abandonar en ningún momento el perfil bajo del que vino precedido su fichaje (cedido desde un Getafe en el que era una pieza de recambio), a base de esfuerzo, garra y más calidad de la que presupone su cartel, se ha ido ganando un sitio y conectando con una mutua identificación con la grada. Del mismo modo, su integración en el vestuario ha sido muy natural, acelerada al coincidir con compañeros de la selección sub-21 como Hugo Guillamón, al punto de no parecer un recién llegado. Su contribución al equipo ha sido siempre regular, pero ha ido in crescendo en los últimos meses, a medida que su posición se focaliza como delantero centro y aumenta su relación con el gol.

Hugo Duro personifica las virtudes del Valencia de Bordalás, es su extensión natural en el césped, al punto que el atacante visiona el juego también desde la perspectiva de un entrenador (ya ha empezado esa formación). En los dos goles contra el Cádiz se percibieron esos detalles, fruto de una ambición y trabajo a destajo. En el primer tanto atacó una pelota fácilmente controlada por Juan Cala, provocando su error, antes de asistir a Guedes. En el segundo y decisivo gol, entró al remate esperando también el error. La pelota iba botada al primer palo y el delantero ni siquiera tenía visibilidad de la dirección del balón, tapado por las dos torres que fueron al salto, como Diakhaby y Negredo. Fue el gol de un currante que, además, cree en alcanzar hasta la pelota más imposible.

Sin la apariencia de ser un virtuoso en ningún aspecto, destaca en casi todos los resortes. Es veloz, agresivo, sacrificado en la presión y tiene facilidad rematadora, también de cabeza pese a no ser excesivamente alto (1’82). La honestidad es una de las palabras que más se repite para analizar su fútbol. Su brega no tiene un componente escénico, ni “tribunero”. Es un futbolista mucho más efectivo que efectista. En el Valencia está demostrando ser tremendamente resolutivo.

Uno de los secretos de su fantástica adaptación está en la polivalencia táctica. Ha jugado nueve partidos de extremo izquierdo y tres el flanco derecho, aunque su demarcación empieza a centrarse en la posición de nueve, en la que ya suma ocho encuentros en los que corresponde con frecuencia goleadora. Caído muchas veces al extremo izquierdo ante las lesiones y la irregularidad de Cheryshev, la llegada de Bryan Gil cubre ese espacio y lo sitúa en la delantera, en la que se compenetra de maravilla con Gonçalo Guedes y en la que ha adelantado a un Maxi Gómez que ante el Cádiz volvió a ponerse las pilas.