Bordalás-Meriton: Un año de promesas incumplidas

Se cierra la estancia del alicantino en Mestalla después de muchos meses de tensión con la propiedad de la mayoría accionarial y constantes desplantes hacia su figura

Bordalás, una imagen de archivo como técnico del Valencia CF

Bordalás, una imagen de archivo como técnico del Valencia CF / Francisco Calabuig

Pau Pardo

Pau Pardo

La estadía de José Bordalás en el Valencia CF apura sus últimas horas. Un año es lo que ha durado el entrenador que más ilusión ha generado en los últimos cursos y que, para variar, también ha sido maltratado por Meriton. El paso del alicantino por el club tuvo buenos momentos como la final de Copa, el esperanzador arranque de temporada y el idilio que mantuvo con la grada. Pero, como siempre con Peter Lim al mando, estuvo marcado por la crispación y el engaño.

Toda su llegada estuvo envuelta de lemas y mensajes cargados de significado para el pueblo de Mestalla: «ADN Valencia», «equipo bronco y copero»… Una promesa de regeneración, de regreso del murciélago. Una promesa incumplida tanto hacia el valencianismo como hacia el entrenador, al que no respaldaron con hechos y con el el club empezó a tener cada vez una actitud más distante.

A pesar de los precedentes con otros entrenadores, Bordalás quiso creer en que su caso sería diferente. En el mercado de verano, marcado por las pocas ofertas suculentas por jugadores de la plantilla en un contexto de escasa inversión, no salió ningún jugador importante, pero se quedaron por paliar los dos agujeros que el equipo llevaba arrastrando de la temporada anterior: el central y el pivote. A pesar de ello, el entrenador se ‘inventó’ a Guillamón como ‘6’ y siguió hacia adelante, emplazando al mercado de invierno estos fichajes.

Pero fue precisamente cerca de esa ventana de enero cuando todo se torció. Para empezar se le prometió una reunión con Peter Lim que nunca llegó. El máximo accionista no tuvo en ningún momento la deferencia de descolgar el teléfono y conocer de primera mano las impresiones del técnico, al que dejó en muy mal lugar porque en sala de prensa ya había anunciado que esa cita se iba a producir.

El Valencia trabajó el mercado tarde y mal. Salió Daniel Wass para seguir debilitando el centro del campo y en lugar de llegar dos jugadores para sustituirlo, solamente se consiguió la cesión de Ilaix Moriba, un perfil que tampoco respondía a la necesidad de pivote defensivo.

Como central llegó Eray Cömert, que no se adaptó en toda la segunda vuelta. Así pues, a pesar de la insistencia de Bordalás con respecto a «no quedarse atrás» de otros clubes que sí se estaban reforzando, el Valencia no cubrió sus grandes necesidades en invierno y, para más inri, los fichajes no aportaron precisamente lo que demandaba el entrenador: experiencia.

Más allá del mercado

La fractura, más allá del mercado, estuvo en el gran choque de ambiciones entre ambas partes. Bordalás defendió durante meses que el Valencia es un club grande y que debe luchar por Europa. Mientras tanto, silencio en el club, que sigue sin tener un portavoz para explicar su proyecto, y en privado Anil Murthy reconociendo que iban a «fichar poco» y reducir el coste de plantilla hasta cerca de 70 millones, es decir, un presupuesto de la zona baja de la tabla.

El respeto también brilló por su ausencia. Más allá de la negativa de Lim a sentarse con su propio entrenador, los últimos acontecimientos han sido llamativamente indecorosos. A pesar de que en sus últimas comparecencias Bordalás señaló que al finalizar la temporada tendrían una reunión para hablar de la siguiente, tampoco se ha llegado a producir. No solamente eso, sino que el club cortó comunicaciones con él y para muestra un botón: ni siquiera le llamaron para opinar sobre si ejecutar la opción de compra de Hugo Duro, un jugador que él mismo recomendó.

Y para rematar la exhibición de hipocresía hay que remontarse a principios de mayo. Ante los ataques recibidos por el entrenador por parte de algunos periodistas en Bilbao, el club emitió un comunicado para pedir «respeto» por su entrenador. Sin embargo, estaba siendo Meriton quién más se lo estaba faltando.

Después de las mencionadas no-reuniones, las palabras de Murthy criticando su carácter y su planteamiento en la final y la falta de comunicación con él, dejándole solo ante el peligro y como única voz habitual de cara al público de toda la entidad, perpetraron la ‘jugarreta’ de ponerse manos a la obra para fichar a otro entrenador con él todavía en el cargo, sin saber nada e incluso permitiéndole hablar de una hipotética reunión que estaba claro que no se produciría.

Triste epílogo para un técnico que devolvió con su carácter y su mensaje la ilusión al valencianismo hasta que Meriton acabó con la suya. Un entrenador más quemado por Peter Lim, incapaz de dar estabilidad, mimbres y perspectivas de futuro a un inquilino en el banquillo mientras el Valencia sigue perdiendo ingresos, agravando su situación financiera y vendiendo activos para tapar agujeros, aunque cada vez quedan menos de valor.