Canós alcanza la tierra prometida (0-1)

El extremo de Nules marca el primer gol con el equipo de su vida y da una victoria crucial a un combativo Valencia en Vallecas

Canós celebrando su primer gol como valencianista

Canós celebrando su primer gol como valencianista / EFE

Vicent Chilet

Vicent Chilet

¿Qué se siente al marcar el primer gol con el club de tu vida? ¿Cómo se celebra un momento ansiado, imaginado y soñado como niño, como aficionado, desde la primera vez en el estadio, desde la primera camiseta Luanvi regalada? Sergi Canós Tenés, de Nules, de ese valencianismo de comarcas como el de Puchades, Albelda, Gayà y Roberto Gil, en el que la visión de Mestalla es una ilusión lejana, alcanzó en Vallecas la tierra prometida. Marcó su primer gol con el Valencia Club de Fútbol y lo gritó con emoción, agarrándose el escudo, pasando un montón de fotogramas y recuerdos en un instante. Grítalo Sergi, agarra bien fuerte el escudo. Un gol esperado durante 26 años, y un gol que dio una victoria crucial al Valencia para volver a ganar fuera de casa y notar un respiro clasificatorio, tras un otoño complicado y un invierno que se augura más dura.

Vallecas nunca permite distracciones. Ni cuando jugaba como local en aquellas matinales clásicas, de luz cegadora, ni en noches de invierno como la de ayer. Intensidad, segundas jugadas, un campo que obliga a estar muy despierto desde el primer minuto. Lo sabía el Valencia, con la dificultad añadida de venir de la resaca emocional y física contra el Barça, apenas 72 horas antes. Se medían dos equipos con buenas sensaciones, muy honrados en el esfuerzo, pero con malos resultados. El Rayo empezó muy dinámico, con la referencia clara de dos delanteros, y con transiciones rápidas a la espalda de la defensa valencianista. La velocidad de Ratiu, De Frutos e Isi agitó a un Valencia que tardó en sentirse cómodo.

A los diez minutos, tras una basculación rápida, Isi se encontró solo ante Mamardashvili, que salió a su encuentro con decisión y tapando todo ángulo libre para evitar el 1-0. A los santos mestallistas, a los que se adoraba en valenciano, euskera o lunfardo, hoy se les reza en georgiano. Empujaba el Rayo, con Raúl De Tomás manteniendo duelos de lucha grecorromana con Mosquera. En el 23, en un sinfín de rechaces la pelota caía a Florian Lejeune. El central parisino buscó el palo largo, demasiado largo para fortuna del Valencia.

El equipo de Baraja no se desordenó, casi nunca se rompe. Y con los minutos igualó fuerzas, empezó a ganar duelos y a merodear el área de Dimitrievski. A la media hora, un robo furtivo acabó en los pies de Diego López, que finalizó de zurda, pero encontrándose bien colocado al meta rayista. En un duelo de riesgo, con mucha pelota dividida, Guillamón debía tomar precauciones tras ver una amarilla. Antes del descanso, Amallah pudo descolgarse por primera vez para probar suerte (demasiado alto) desde la frontal.

Siempre ordenado, pero con poco veneno, el Valencia debía dar un paso adelante tras el descanso. No fue hasta el 59 cuando Sergi Canós desató la tormenta en dos minutos. Primero desde la izquierda, recortando y disparando seco y junto al palo, con gran respuesta de Dimitrievski. Un minuto después, arrancando desde la derecha, el extremo de Nules encontró el momento soñado durante toda una vida. Sorprendió al meta nordmacedonio por alto, con un voleón en folha seca que se coló por la escuadra. Cómo lo gritó, cómo se agarró el escudo.

El Rayo fue a las armas, en un final de partido eléctrico y bronco. Baraja fortificó al equipo con Foulquier, sacó a Fran Pérez, Yaremchuk y Hugo González para evitar que el partido acabara en el asedio deseado por Francisco, técnico rayista, que reclutaba a Bebé, Nteka y Falcao. El Valencia se enfrentaba al Rayo, pero también a sus propios fantasmas, a los goles de Stuani y Mayoral en Montilivi y en el Coliseum. Se sufrió, como está condenado a sufrir un Valencia bajo mínimos, con el dramatismo extra de quedarse con un futbolista menos por la justa expulsión de Thierry Rendall. Con 10, hasta el minuto 98, con Mosquera canchero, con Mamardashvili despejando córners a puñetazos, en una guerra de nervios, en una noche que para siempre le pertenecerá a Sergi Canós Tenés, de Nules, valencianista desde siempre.