Rodrigo Moreno cambió el sentido de las crónicas y dio la vuelta a los titulares de portada. España sumó el punto que necesitaba para confirmar su clasificación para la Eurocopa gracias a un gol del valencianista. El análisis debería elevarse a futuro. Las sensaciones bambolean. La doble jornada ante Noruega y Suecia deja más dudas que certezas, pese a la presencia segura en la fase final. Entre las evidencias de la selección está Rodrigo Moreno. El delantero ha hecho cuatro goles en esta fase de grupos (máximo realizador junto a Ramos), ha trabajado para el equipo y ha amortiguado la primera gran crisis de Robert Moreno. El seleccionador le debe un favor importante. Abrir el equipo a los méritos está genial, pero el grupo necesita establecer una base. La plaza del delantero no debería someterse a debate. Ha sido el mejor atacante del proceso. Otra cuestión es su compañero en la zona de vanguardia, donde han probado Iago Aspas, Paco Alcácer, Morata o Gerard Moreno, que estuvo correcto en su estreno.

Por necesidad, por la presencia de Rodrigo o por las dos cosas, la entrada del valencianista coincidió con el momento efervescente de la Selección. Todos mejoraron hasta hacer sentir la inferioridad de los suecos, por fin. Rodrigo -pese a estar tocado- aportó profundidad y asociación en las zonas intermedias, golpeó entre los defensas y generó un caos. El empate llegó a través de un saque de esquina. Los gigantes escandinavos no hicieron cundir sus centímetros, el balón llegó a Fabián en el segundo palo y su centrochut lo remató Rodrigo vivo en la nube amarilla que se formó en el área pequeña. Fue una explosión de vida, en el último segundo. La incertidumbre hasta el final se agradece a posteriori, más todavía en un equipo que necesitado de emociones fuertes, que no termina de enganchar al aficionado a la pantalla.

Cada vez menos margen para experimentar

La acción de Thiago en el arranque -disparo, filigrana y mano a mano... mal resuelto, pese a la opción de pase clara- sintetiza parte de los males de España. Hacen falta soluciones prácticas, más contundencia en los momentos clave, menos verso de cara a la galería y más colmillo, más agresividad. Ayer la fribolidad corrió a cargo de Thiago, competencia de Parejo; en Noruega se la marcó Sergio Ramos. Su liderazgo es indiscutible, pero como sucede con Busquets, es imprescindible que recuperen su mejor versión. Por primera vez, en entre los titulares no hubo ningún miembro del once de las finales de 2008, 2010 y 2012. Estuvo Raúl Albiol, eso sí. El reciclaje es casi completo y no fue un drama. Al contrario, marca el camino a seguir, pero sin excesos. Hubo siete cambios respecto a Noruega. Señal de confianza en la plantilla o de todo lo contrario. Hay motivos para creer y otros para volverse loco. La portería es una ruleta, falta un killer, Rodri sufrió en la salida, Ceballos tuvo un día disperso, Oyarzabal no flotó... El presente está en sus botas, en muchos sentidos son un melón por abrir, pero no crecerán sin partidos como el de Solna. Rodrigo, Carvajal, Albiol, Cazorla o Jesús Navas están a otro nivel. No todos pueden ser Fabián, que ha entrado como un cañón, pero el éxito en la Eurocopa pasa por ellos, por asentar a los jóvenes y cruzar los dedos para que los más viejos no chocheen. La misión imprescindible es ganar en madurez -individual y colectiva- y cerrar posiciones determinantes. La idea y las intenciones son buenas, pero hay que borrar la sensación de suficiencia. De otra manera, competir al máximo nivel en junio será difícil. Hoy, España puede arrollar a Suecia (como en el Bernabéu) o suplicar para que aparezca un futbolista dispuesto a ejercer de héroe en el último instante. La etapa de prueba ha terminado.